domingo, 18 de mayo de 2008

Capítulo 10



-Est profecto animi medicina, philosophia-
(Hay realmente una medicina del espíritu: la filosofía)




Habían pasado ya varias horas, a pesar de que los dos contertulios apenas parecían haber reparado en el tiempo transcurrido, desde que la pasión por la conversación que ambos mantenían los inundara por completo, impidiéndoles, desde un inicio, reaccionar a nada que no fuese una trascendental cuestión relacionada de manera directa con el tema que trataban.
Dicho tema principal se había ido viciando por momentos con retazos de anteriores embates dialécticos provocando tensos instantes cargados de rivalidad, pero el origen primero de absolutamente todas y cada una de las palabras y pensamientos que tímidamente tomaban forma en aquella destartalada mesa, se había mantenido admirable y extrañamente intacto; peligrosa retórica. Por lo demás, aquel desagradable y poco servicial camarero plovblos maloliente los había dejado lo suficientemente tranquilos aquella noche, y afortunadamente no se habían producido demasiadas peleas, tal vez por causa de... Bueno, quién sabe; tal vez eran todos muy buenos amigos.
Por supuesto la totalidad de aquellos pequeños detalles rescatados muy de vez en cuando del ambiente circundante, habían sido recopilados únicamente por Boreazan, porque el profesor continuaba peligrosamente abstraído analizando y exponiendo continuamente con enorme sutileza los supuestos errores de concepto existentes en los fundamentos teóricos de aquel joven veridai sobre el cual, sinceramente, deseaba el profesor recayese la mejor de las recompensas algún día por ser una de las más brillantes mentes que había conocido. De todas formas restaban algunas lecciones que todavía debía aprender, y una de ellas era, sin duda, la humildad; a su parecer el orgullo y los cada vez más profusos y continuos arrebatos de superioridad podrían, en un futuro posiblemente no muy lejano, hacer mella en su carácter y derrumbar todo el trabajo que el mismo profesor había configurado sobre su mejor alumno.
En ese preciso instante el local estaba casi vacío: el apestoso encargado se encontraba atendiendo a una pareja de colus en la iluminada (poco iluminada en realidad, por mugrienta) barra transparente del centro del local, mientras que en una esquina, cinco misteriosas figuras planeaban a oscuras algún asalto o transacción indudablemente por completo ilegal de productos igualmente prohibidos por las ordenanzas cívicas de la Confederación. A cada cual lo que era suyo, pensaba Boreazan, cuando se dio cuenta de que el profesor seguía intentando defender la absurda teoría que, según creyó entender el joven veridai, echaría por tierra los supuestos que tan bien había planteado la noche anterior. Volvió a prestarle atención; por lo menos había conseguido con sus intervenciones crear una conversación a partir de la inicial disertación del profesor. De momento continuaría dejándole hablar.
-... pues en el fallo reside lo que realmente idealizamos aunque en la superficie lo intentemos esquivar. Un ser perfecto en cuanto a la forma de su personalidad ya desarrollada, se puede asegurar (a pesar de que lo que estoy haciendo no es más que afirmar – dogmáticamente, eso si - una simple teoría personal) que sería, si fuese posible hacer un comentario sobre ella de un modo sumamente descriptivo a la vez que breve, hastiosamente aburrida. Nos encontramos ahora con un importante escollo: Si es cierto entonces que en el fallo reside la idealizada perfección... ¿Por qué tantos seres se sienten irresistiblemente atraídos a rechazar una personalidad cuyos caracteres más visibles son el ser ególatra y victimista? ¿Por qué si es una personalidad con fallos es más rechazada que muchas otras que a su vez, por supuesto, también poseen “errores”? A fin de cuentas, siempre podría ser posible que analizásemos por partes esas dos palabras que tanto y tan bien pueden definir a una persona, pues, no nos engañemos, todos nosotros podemos crear en nuestro pensamiento la idealización física de una persona de carácter ególatra victimista. Seguramente la imagen que entonces se formaría...
-Profesor... – La voz de Boreazan poseía un registro hasta ahora desconocido para su maestro, y este prestó atención inmediata a lo que su alumno se disponía por seguro a contar. – Deberíamos salir cuanto antes de aquí.
El profesor, sumamente sorprendido ante tal afirmación y sin saber realmente cómo reaccionar, comenzó nervioso a observar el local convencido de que la razón de las palabras de Boreazan se hallaba allí mismo, pero su mirada no apreciaba nada anormal dado el sitio en el que se encontraban; no entendía a qué había venido aquella reacción que, si tenía que ser sincero, le había asustado en un principio.
-¿Qué sucede? – Terminó por preguntar. Boreazan estaba empezando a recoger con frenética premura sus cosas mientras el profesor le instaba a responder. – Dime qué está pasando, Boreazan. – No entendía nada; absolutamente nada. Sólo advertía las rápidas miradas del joven veridai vagando de un lado a otro del local; bueno, éste se había llenado algo más de lo que recordaba haber apreciado hace tiempo, y tal vez su alumno había visto a alguien o algo pero... – ¿Qué sucede para que tengamos que dejar este sitio? ¿No podremos acabar nuestra tranquila conversación?
-Olvídelo… - La expresión de su joven alumno pareció perder toda esperanza de repente. - …ya es demasiado tarde para mi; le recomiendo que se vaya ahora mismo. ¡Váyase!
La mirada de Boreazan se había detenido a unos escasos cinco metros de la mesa que ocupaban en el local; en aquel lugar en concreto el profesor vio a varias figuras acercándose hacia ellos. Venían desde una mesa casi sumida por completo en la sombra de la esquina más alejada de su posición, donde todavía alguien se encontraba sentado.
Sentado y esperando.

2 comentarios:

  1. Este es el capítulo que más me ha gustado, y yo creo que es sobre todo por los personajes, que me parece una pareja muy interesante, aunque uno no sepa muy bien a dónde quieren llegar con sus disertaciones.
    De este capítulo me ha gustado mucho el ritmo, bruscamente quebrado al final con un buen susto...me dan ganas de seguir leyendo.

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  2. Muy bueno... la situación de estos dos tiene algo especial, un "algo" que seguro que de repente aparece y nos deja con la boca abierta.
    Me gusta.

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