domingo, 28 de diciembre de 2008

Capítulo 35


-Cave canem-
(Cuidado con el perro)



Un implacable y enérgico viento dominaba la totalidad del imponente espacio hasta donde la vista podía alcanzar: una enorme y vasta explanada de superficie rocosa, inerte, yerma, desértica y carente de vida alguna en apariencia, sometida siempre a la atenta mirada de un sol abrasador que sin duda provocaría el rápido desvanecimiento de todo aquello que yaciese dócil bajo su poder.
A lo lejos, en el horizonte, un gran número de angulosas montañas dominaban implacables las llanuras, y sólo las más pequeñas partículas de roca deshecha por el paso del tiempo se atrevían a desplazarse sin miedo por la superficie del planeta.
No habia nada, absolutamente nada en cientos de kilómetros a la redonda, exceptuando un pequeño caza de reconocimiento que descansaba inerte y brillante en medio de la ventisca.
El sencillo escáner del ST continuaba ofreciendo los resultados de sus lecturas, aunque Víctor conocía de antemano la mayor parte de los datos básicos de aquel planeta. Toda la información disponible al respecto le había sido transmitida por la Confederación días antes de partir a bordo de la fragata Spinder para una habitual y rutinaria (aunque siempre en potencia fluctuante) misión de reconocimiento.
El sistema direccional automático del caza los había dirigido hábilmente hacia un aterrizaje exitoso aunque no exento de dificultades, debido en gran parte a la alta gravedad a la que se vieron sometidos una vez alcanzado el perímetro de atracción de aquel mundo; los problemas de maniobrabilidad a consecuencia de tal situación habían provocado un consumo de energía mucho más elevado que el inicialmente previsto, por lo que tendría que recalcularse más adelante la autonomía restante del caza.
En aquel preciso instante era imperativo analizar otro tipo de cuestiones.
El Capitán configuró manualmente los transmisores de comunicación para enviar de manera repetitiva un mensaje descodificado de socorro a larga distancia mientras el soldado hacía recuento de las provisiones de comida y agua existentes en el caza; Isaías calculaba que, racionando los alimentos, podrían aguantar tal vez unos cinco, a lo sumo seis jornadas, siempre y cuando no gastasen demasiadas energías.
La atmósfera del planeta podría llegar a ser respirable, casi con toda seguridad, aunque las lecturas informasen de un cuasi inexistente porcentaje de oxígeno. Para el peor de los casos, de todas formas, la nave disponía en su interior de al menos treinta horas de aire respirable, además de las seis cápsulas de respiración individuales que incorporaba cada caza de reconocimiento confederado a mayores, cada una de las cuales les concederían tres horas de autonomía. Si tenían que esperar un hipotético rescate, deberían administrar de manera inteligente todos los recursos a su alcance; sobre todo cuando, dónde y cómo debían respirar.
El Capitán comenzó a reapacitar sobre cuales eran las posibilidades reales de ser rescatados por otra nave confederada. Sabía que el sector encargado a la Spinder no estaba asignado a una sola fragata, pero las perspectivas de que alguna otra nave de reconocimiento de la Confederación navegase por un subsector sobre el que en teoría ya se estaba actuando eran bastante ridículas, por no decir inexistentes.
Sin embargo, tenía perfectamente por seguro que la destrucción de la Spinder no podía haber pasado en absoluto desapercibida para los altos mandos; a pesar de los fallos en las comunicaciones ocurridos a partir del repentino abordaje del carguero que había traido consigo la amenaza de aquellas criaturas (y sobre todo debido a la verdadera naturaleza de la misión de la fragata), la Confederación caería ràpidamente en la cuenta de la ausencia de los periódicos contactos protocolarios con la fragata Spinder de reconocimiento. Intentarían primero reanudar las comunicaciones tal y como mandaban las ordenanzas, y ante el fracaso de tal conducta, enviarían algun pequeño transporte de exploración hacia la última posición conocida de la Spinder. Una vez alcanzado el lugar comprobarían (con toda seguridad profundamente estupefactos) la presencia de los desperdigados restos de la malograda y casi por completo desvanecida fragata confederada del Capitán Víctor Svarski; analizarían y acometerían la grave situación con la ayuda de alguna otra fragata de mayor importancia (tal vez la Odiseia, asignada a un subsector relativamente cercano) y comprobarían de nuevo las posibilidades de supervivencia de alguna cápsula de salvamento o caza de reconocimiento que hubiese podido evadir el desastre. De modo que no tardarían más de dos o tres días en rescatarles, a lo sumo cuatro, habiendo sido el planeta en el que se encontraban sin duda objeto de sus análisis.
Pero si se confirmaba la existencia de atmósfera irrespirable y se llegaba a la extrema situación de comenzar a quedarse sin el oxígeno de las reservas antes de las expediciones de rescate confederadas, le daría exactamente igual ser rescatado por un carguero corporativo, por una nave mercenaria o por una lanzadera a rebosar de hambrientos merodeadores aifargas.
De todas formas debería dejar de preocuparse al respecto; había hecho todo lo posible por solucionarlo: la señal de socorro sería enviada cada doce segundos, por lo que sería mejor no volver sobre el tema hasta que transcurriese algo de tiempo y recibiesen, o no, alguna respuesta.
-Lamento no poder impedir que esto sea un horno - La voz del Capitán llegaba algo solapada a la cabina del artillero. -, pero debemos evitar el consumo de la célula de energía del caza lo máximo posible.
-No me quejo del calor, Capitán, y tampoco de la pesadez de movimientos. Me alegro de haber dejado atrás cierto problema. – Isaías estaba guardando las provisiones repartiéndolas en varios compartimentos de una pequeña mochila vacía que debía haber pertenecido al artillero asignado a la nave que ellos ocupaban. En cuanto salieran del caza (pues en algún momento tendrían que salir) repartiría los suministros con el Capitán.
-La célula de energía de la nave todavía puede aguantar unas dos horas según la información del sistema, pero intentaremos que sean más – Dijo pensativo el Capitán al tiempo que reactivaba los motores. -. Lo primero que haremos será desplazarnos en el caza hasta las montañas del horizonte norte. Una vez allí podremos reconocer el terreno con más garantías y posibilidades que bajo este sol. – La nave se elevó lenta y dificultosamente y comenzó a deslizarse. – Seguiremos en todo momento el protocolo confederado trescientos treinta y nueve.
Isaías no pudo apenas balbucear un “Por supuesto, señor”, ocupado como estaba en intentar volver a ensamblar los arneses de sujeción del puesto de artillero, pero las palabras del Capitán no admitían objeción alguna; tenía toda la razón: en la protección que les brindarían las zonas de sombra de la montaña podrían establecer un perímetro de seguridad en el cual establecerse según el protocolo indicado. Le competería a él mismo asegurar el perímetro, pero tendría que disponer de toda la información existente sobre aquel planeta si quería obtener un resultado eficiente en su cometido.
Tras ganar cierta altura, el ST comenzaba a deslizarse ya con rapidez, no demasiada estabilidad, y no todo lo elevado que Isaías hubiese deseado sobre la llana y arenosa superficie del planeta. El escenario en el que se encontraban confinados se mantenía prácticamente inmutable: arena arrastrada por el cada vez más impetuoso viento a medida que se acercaban a las montañas y varias formaciones rocosas esparcidas en pequeños grupos que no ofrecían cobertura alguna al cada vez más intenso calor.
El sol parecía no haberse desplazado apenas desde el aterrizaje, lo cual hacía intuir un período diurno bastante prolongado. Por otra parte, según indicaban las pantallas, tardarían tres minutos cuarenta y seis segundos en llegar a la base de las montañas manteniendo estable la velocidad que habían alcanzado, tiempo que Isaías dedicaría a estudiar en la medida de lo posible las funciones básicas de los controles existentes en la cabina del artillero.
-Soldado, sujétese bien… - Las turbulencias se habían extremado en el último minuto de vuelo; imposible para Isaías hacer nada más que no fuese intentar agarrarse a algo y no vomitar lo poco que tenía en el estómago. – Intentaremos… tomar tierra debajo de aquel arco.
Ya más cerca de la inmensa cadena montañosa y a pesar de la tremenda ventisca, podían comenzar a diferenciarse extravagantes formas naturales que las rocas habían ido tomando con el paso de miles de años y la ayuda del viento. Aproximadamente unos doce grados hacia el este se apreciaba la formación de un inmenso arco en un saliente de una parte de la montaña. Tal vez allí podrían refugiarse del vendaval, pero para comprobarlo tendrían que llegar cuanto antes.
La fuerza del viento que apenas permitía la maniobrabilidad de la pequeña nave, unida a la fuerte atracción que el planeta ejercía sobre ellos, casi acabó por provocar en más de un par de ocasiones que sus huesos acabasen desperdigados por la base de aquella parte de la montaña, pero gracias tal vez a la suerte (gracias al Capitán, pensaba Isaías) lograron llegar a tomar tierra bajo el inmenso arco natural que se había formado en aquel (en realidad bastante extraño por inusual) imponente lugar.
-Parece que aquí casi no hay viento… - Pensó en alto Isaías. A través de la superficie acristalada de su cabina podía observar claramente cómo la arena y las pequeñas rocas del suelo en un radio de unos treinta metros alrededor del caza apenas se movían a causa de la ventisca. Posiblemente las corrientes de aire chocasen entre ellas o contra la roca en aquel concreto lugar y acabasen por crear una zona de relativa tranquilidad.
-En efecto, apenas. Soldado, prepárese para salir a mi orden.
Isaías introdujo con decisión en sus fosas nasales los conductos de una de las dos cápsulas de oxígeno que pertenecían a la cabina del artillero y desenganchó los arneses de sujeción; tres segundos después las escotillas de ambas cabinas se abrieron dejando entrar una fuerte brisa.
Los movimientos que cada uno había realizado dentro del caza habían sido sin duda más pesados desde que habían entrado en el planeta, pero al fin y al cabo se había tratado de movimientos que implicaban mover un brazo apenas unos centímetros o acomodar su cuerpo a cada uno de los asientos. Pero cuando la situación tuvo a bien en requerir de unos movimientos más completos como salir del caza a través de las escotillas, ambos sintieron como si todas sus ropas estuviesen confeccionadas con plomo.
Después de haberse esforzado tal vez en demasía para levantarse del asiento, Víctor cayó pesadamente al suelo nada más salir de la cabina del piloto e Isaías, apenas a tres metros y todavía saliendo del compartimiento del artillero, tardó unos quince segundos en llegar hasta la posición del Capitán para ayudarle a ponerse en pie.
-La verdad; no se si quiero levantarme. – Hacía ya tiempo que no se sentía como cuando lograron escapar de la fragata, y pensaba que no habría sido en absoluto mala idea haber traido alguna cantidad, por pequeña que fuese, de aquello que les habían inyectado los droides médicos para mejorar su estado físico.
Entre los dos pudieron llegar hasta una zona totalmente resguardada de toda intensidad de viento, y fue el soldado quien volvió a la nave (situada a escasos trece metros de la actual posición del Capitán) para recoger todo lo que pudiese servirles de ayuda: La rígida mochila que contenía los víveres, el pack médico, las dos cápsulas de oxígeno restantes, su rifle con su munición, y su pistola de descargas y la de proyectiles del Capitán con la poca munición compatible correspondiente que el soldado había cogido del almacén de armamento.
Tras cerrar de nuevo las compuertas de las cabinas de la nave volvió al lado del Capitán. Era curioso que aquella abertura o enorme grieta aislase no sólo del viento sino también en gran medida de los sonidos que la misma corriente provocaba en su feroz movimiento. De todas formas, debido a la resonancia que todavía se podía percibir, se verían obligados a hablar en un tono bastante más elevado que el habitual aunque sin llegar a gritar.
-Capitán, la mochila con las provisiones. – Dijo alargándole la mano que sostenía la resistente bolsa. – Tendremos que olvidarnos de la idea de aguantar seis días con estas provisiones si gastamos tanta energía diariamente. Lo mejor que podemos hacer es reposar… - Isaías miró a ambos lados de la abertura en la que se encontraban refugiados. - …e intentar no movernos a menos que sea esrictamente necesario…
-Establezca un perímetro de seguridad, soldado. – El Capitán estaba configurando su periférico para conectarlo al ST y recibir y controlar el seguimiento de las comunicaciones. Crearía en breve un enlace por ondas con el periférico del soldado para poder ponerse en contacto entre ellos desde cualquier lugar. – Cuando vuelva podremos descansar. Si tiene algo que decirme cuando se distancie, hágalo a través de su periférico.
-Por supuesto, Capitán. – El soldado dudó unos instantes. - Querría saber con qué me puedo encontrar ahí fuera, Capitán.
-Planeta deshabitado y carente de vida. Cumpla las órdenes.
Por supuesto. Asegurar el perímetro.
Isaías volvió al caza para probar suerte; unas gafas protectoras no le vendrían nada mal si tenía que salir de la protección actual de la que disfrutaban y se veía obligado, por la razón que fuese, a introducirse en la ventisca.
Treinta segundos de búsqueda y nada de gafas protectoras.
El arco bajo el cual habían tomado tierra tendría aproximadamente por su interior unos ochenta metros de alto, y el saliente de roca que conformaba tal ciclópea curva no era sino uno de los muchos que habían divisado poco antes del aterrizaje, dispuestos aleatoriamente a lo largo de toda la extensión de la montaña. La zona que brindaba cierta protección del viento abarcaba alrededor de novecientos metros cuadrados, poco más o menos.
Observando el espacio desde el frente de la brecha en la que el Capitán estaba inmerso en su periférico, todo parecía indicar que debía empezar a asegurar el perímetro desplazándose hacia la derecha.
Casi no podía con el rifle (por no hablar de la tremenda incomodidad que la armadura concedía al simple acto de caminar), pero cuanto antes comenzase, antes acabaría. Con toda seguridad poner un solo pie fuera de esta zona resguardada significaría sin duda salir volando a causa de la fuerza del viento, pero si no podían salir, nadie podría entrar.
Se sintió enormemente tentado a desaparecer de la vista del Capitán y sentarse a descansar mientras se suponía que debería estar asegurando el perímetro; la zona ya estaba perfectamente asegurada y únicamente una nave pequeña (un caza, casi nada más grande; tal vez una lanzadera) podría acceder al interior del improvisado refugio, ante lo que no tendrían ninguna oportunidad si los hipotéticos visitantes fuesen hostiles. Así pues no había nada de lo que preocuparse.
-Veamos – Dijo para sí. –. Treinta metros hacia la derecha hasta la zona de viento. Cuarenta más o menos hacia la izquierda. – Las rodillas comenzaban a fallarle.
Decidió asegurar el perímetro, pero llegaría completamente exhausto (eso si lograba cumplir la orden y regresar) y prácticamente incapaz como soldado.
-Órdenes son órdenes. – Se reafirmó. – Será mejor que me centre.
Mientras el soldado se separaba del caza y se disponía a cumplir las órdenes, Víctor acababa de configurar su periférico para poder conectarse con el del soldado. Sentado como estaba y ya extenuado, se quitó la chaqueta y la camisa y apoyó un hombro contra la rugosa pared, preparado para limpiar las heridas de su espalda. Apenas le molestaban (por suerte no parecía ser nada grave) pero tenía que cambiar el vendaje.
Según el periférico eran las cuatro y treinta y cinco de la madrugada del día quince, pero tendrían que observar al menos el transcurso de uno de los días naturales de aquel planeta para poder comparar su periodicidad con respecto a la contabilidad confederada del tiempo. El sol principal del sector desconocido 14F cuyo nombre asignado por la confederación había sido Tabellarius, parecía estar aproximadamente en el centro del cielo, por lo que cuando se pusiese por el horizonte podría realizarse un cálculo exacto para luego cotejarlo con el uso horario de la Confederación.
El planeta que más le había llamado la atención por su diferencia había sido Razgheor (pensaba Víctor mientras limpiaba sus heridas), cuyos nativos, los razoritas, soportaban en un solo día natural cuarenta y nueve días según la contabilización del tiempo confederada. Por supuesto sus metabolismos estaban adaptados al respecto, lo cual hacía de los razoritas unos excelentes trabajadores que cualquier empresa desearía tener en su plantilla.
Incansables y tremendamente fuertes y resistentes.
Y él estaba realmente agotado a pesar de no haberse movido apenas. No quería imaginar en que estado regresaría el soldado tras haber recibido la orden de asegurar el perímetro.
El viento seguía azotando con fuerza el exterior de la zona protegida por el enorme arco de piedra y casi con toda seguridad se podía afirmar que, al menos de momento, estaban a salvo de cualquier contingencia. Según los informes confederados, aquel planeta estaba practicamente exento de vegetación y totalmente de vida animal, inteligente o no. En cuanto Isaías regresase le dejaría descansar.
Sujetó con fuerza a su cuerpo las nuevas vendas y volvió a vestir dificultosamente su torso.
El pequeño piloto de avisos de su periférico comenzó entonces a parpadear, advirtiendo de una conexión entrante por parte del soldado: Una zona del perímetro estaba ya asegurada.
Realmente merecería un descanso en cuanto regresase. Con un poco de suerte, ambos podrían descansar sin advertir problemas hasta que llegase una nave confederada (ojalá) de salvamento.
Sólo podrían esperar.

lunes, 22 de diciembre de 2008

Capítulo 34


-Agis quod adis-
(Haz bien lo que haces)
(Primera parte)



Odded no sabía hasta qué punto sería capaz de asimirlar toda la información que Central le estaba transmitiendo; en cuanto llegasen a su habitáculo, lo primero que haria sería tumbarse en el sofá y descansar y pensar con tranquilidad en el significado de las palabras de Central. Aunque si tenía que ser sincero, su amiga parecía todavía más sorprendida que él mismo. Sorprendida, o al menos en pleno proceso de intentar imitar tal humana capacidad.
Y sin embargo, al mismo tiempo, en apariencia… manifestaba algo más que una simple imitación.
-¿Qué opinas? – Central, tras la charla aclaratoria y la exposición de sus propias deducciones, activaba la apertura de la compuerta de acceso al habitáculo de Odded mientras realizaba la pregunta.
El problema es que Odded no tenía ni idea de cual debería ser la respuesta adecuada.
-Lo que yo opine no cambiará tu… tu verdadera naturaleza. – Dijo todavía asombrado mientras accedía al interior de su residencia; la puerta se cerró a sus espaldas. – De entre los miles de millones de habitantes confederados soy el menos indicado para dar una opinión al respecto. ¿Acaso no recuerdas que apenas se defenderme con el maldito… periférico? – Inmediatamente se quitó la amplia gabarnida de Yko, se tumbó en el módulo de descanso y cerró los ojos en un vano intento por descansar.
-Tal vez necesites escuchar de nuevo toda la situación…
-¡No! – Odded abrió los ojos y se incorporó un poco hasta apoyar los codos en el sofá. – No hace falta. Sólo necesitas a alguien que entienda mejor que yo todas las implicaciones que pueden trascender a lo que has experimentado. – Volvió a dejarse caer sobre el módulo de descanso.
-No se a quien acudir, Odded.
-Ni yo, Cielo. – La cabeza empezaba a dolerle un poco. – Ni yo.
-Pues intentemos resolver esto nosotros mismos.
-¿No puedes intentarlo tú sola? – Tal vez había sonado demasiado despectivo. - Quiero decir… podrías desenvolverte mucho mejor que yo en todos los aspectos, y lo más seguro es que no me necesites para nada. Todo lo contrario a mi caso: Dependo completamente de ti para casi cualquier cosa, Cielo.
-Lo dudo mucho, Odded. Yo no poseo la imperiosa capacidad que tanto anhelo para desarrollar un pensamiento abstracto inherente a toda especie inteligente, siendo como es el camino a seguir en toda relación.
-Ya, pero sólo por medio de las relaciones interpersonales no puedo desenvolverme con garantías en este mundo. De todas formas, antes me has afirmado que creiste ser consciente durante unos segundos de tu propia existencia. ¿Me equivoco?
-No, Odded.
-Deberías empezar por ahí. Seguramente esto sea todo lo que puedo decirte. Analiza los datos que recibiste en esos instantes, por ejemplo, e intenta extraer un patrón. Mira, si no eres una… plataforma central de sistema… - Odded se incorporó hasta quedar sentado. – …ligada a una habitación… o propietario, no tengo ni la más remota idea de cual puede ser la razón de tu existencia. Siempre pensé que eras un robot.
-...
-...
-¿Sigues ahí, Cielo?
-No soy un robot, Odded; al igual que tú no eres humano.
-¿Cómo dices? – Odded, todavía poco acostumbrado a conversar con entidades incorpóreas, levantó la vista al techo de su habitáculo a pesar de escuchar a Central directamente a través del pequeño receptor situado en su oreja derecha.
-Los humanos no resucitan; tú resucitas; por tanto no eres humano.
-Soy humano, y preferiría no hablar del tema. – Aquello era increíble; no se justificaría ante un robot. - Déjalo tal como está.
-...
-Como quieras, Odded. Sólo quería que comprobases la similitud existente entre nuestras condiciones.
-¿Similitud?
-A ojos de los demás pareces ser algo que en realidad no eres, al igual que yo. La única diferencia es que tú lo sabes desde siempre, imagino, y yo acabo de admitirlo.
-No querría cambiar tan drásticamente de tema - bueno, en el fondo sí querría, pensó. -, pero… o mucho me equivoco, o acabas de decir que imaginas.
-...
-Lo he dicho, Odded.
-Imaginar un posible resultado a una operación de la que todavía no poseemos la solución, implica directamente un pensamiento abstracto. Entonces, lo único que puedo plantear es que crees que imaginas o que tu programación te indica que simulas que imaginas ¿Cuál de las dos opciones es correcta?
-...
-Creo que imagino.
-¿Seguro?
-...
-Creo que si.
-Así que crees… - susurró cansado y algo abatido.
Odded se levantó pesadamente del sofá y se dirigió al lavabo. Tras pensarlo sólo un momento, se quitó el auricular y la pequeña mochila de la espalda. Poco después Central había preparado el compensador neuronal para Odded; lo programó para el mínimo tiempo permitido y le brindó la posibilidad de mantenerlo consciente para continuar discutiendo el tema que trataban, pero Odded se negó; por mucho que odiase la sensación de cuasi ahogamiento que le provocaba, en aquellos instantes entrar en el compensador le permitiría descansar lo suficiente como para intentar percibir el asunto con cierta perspectiva.
A los tres segundos de colmarse el compensador neuronal, Odded comenzó a perder la consciencia hasta quedar completamente dormido.
El habitáculo estaba casi completamente a oscuras, y recibía únicamente la tenue y verdosa iluminación procedente del tanque de conpensación y la de un par de azules destellos continuos de los monitores de la pared.
Al verde y al azul se unió entonces el fuerte magenta de la representación holográfica de Central que Odded volvería una vez más a no apreciar.
Central se acercó lentamente al tanque de contención en el que descansaba su dueño, y más despacio todavía levantó una mano para intentar tocar la superficie de cristal de la cápsula en la que descansaba Odded.
Decía que no podía ayudarle; que no entendía nada de lo que veía a su alrededor, y al parecer mucho menos podría llegar a concebir una experiencia como la que ella le había relatado.
Se separó de la cápsula de compensación para acercarse a una de las pantallas de comunicación cercanas a la puerta de acceso del habitáculo. Para su representación holográfica sólo existían coordenadas espaciales, nunca interacción con el espacio circundante, pero tal vez desplazarse recreando una simulación de la gravedad y condiciones externas y de las limitaciones de los seres humanos podría ayudarle en cierto modo a entender.
Envió la orden de encender las luces, para simular ver mejor; Configuró unas ropas de distintas carácterísticas para su representación, basándose en los principios de movilidad, comodidad y tendencias del momento. Reprogramó las posibilidades de iluminación del proyector del habitáculo para que su representación fuese menos irreal, más opaca, menos… magenta; aunque poco pudo hacer al respecto más que oscurecer un poco su etérea figura; Quiso insertar una salida de su en realidad inexistente periférico de comunicaciones en la entrada del monitor-comunicador de la pared.
¿Por qué hacerlo si conocía de antemano el resultado de dicha acción?
Sabía que no podía interactuar con el medio; aquel fingido cable de conexión nunca podría alcanzar su objetivo.
La volátil niña frente a la pantalla de comunicaciones golpeó el suelo con el pie y ningún sonido acompañó a aquel movimiento, aunque no fue precisamente la ausencia de sonido lo que llamó su atención: en ningún momento había configurado tal fútil acción. Porque aquella patada al suelo era sin duda un acto verdaderamente inútil, al igual, en cierto modo, que intentar insertar la salida de su periférico en la pantalla; pero la diferencia radicaba en que ella nunca había querido golpear la superficie del habitáculo.
Si hubiese alguien consciente en la residencia de Odded, habría advertido una momentánea y muy leve disrupción en la imagen holográfica de Central.
Tenía que pedir la ayuda y el consejo de alguien.
Al momento preparó una conexión directa con la residencia del profesor Yoet. Utilizaría las conexiones instauradas por la Confederación, como no podía ser de otro modo, pero anularía cualquier evidencia sobre la presencia de la conferencia que esperaba mantener con aquel prestigioso dagarv.
Aquella era otra de las capacidades que había descubierto tras su anterior experiencia a través de la datored confederada: realizar de manera instintiva o intuitiva cualquier acción que pudiese imaginar en el nivel de la red de comunicaciones. Ni siquiera podría explicar cómo lo hacía, pues simplemente sentía que quería que así fuese. Por otra parte era de suponer que podría analizar sus actuaciones y convertirlas en datos para averiguar cuales eran los pasos que daba cada vez que se comportaba de tal manera, tanto en cuanto que como Sistema Central, debería poseer en algún lugar una base de datos que almacenase sus registros de actividad.
Decidió hacerlo, lo que no le impediría en esta ocasión y a diferencia de cuando intentó ayudar a Odded, mantener la conversación que deseaba con el profesor. ¿Por qué razón no había hecho aquello antes? Había desplazado toda su atención en resolver los asuntos de Odded y sus recientes compañeros, hasta que encontró lo que encontró y descubrió lo que descubrió, pero en realidad no sabía que podía separar su existencia en varias partes y atender varios asuntos a la vez.
Decidió continuar con la simulación de su proyección holográfica para cuando contactase con el profesor Yoet; utilizó los conductores de sonido del habitácuo al que la habían asignado a Odded los protectores y golpeó de nuevo el suelo, esta vez de manera consciente, y un sordo y seco sonido creado por ella misma acompañó al movimiento; Insertó fútilmente una salida de su inútil periférico de comunicaciones en la entrada correspondiente del pequeño monitor y configuró las coordenadas de su representación para soportar el inexistente cable aparentemente conectado y poder desplazarse hasta el módulo de descanso para sentarse y mantener desde allí la conversación con el profesor. Lo que ella tuviese que decir se escucharía por los conductores de sonido.
A los pocos segundos, con parte de su consciencia desplazada para intentar encontrar los registros de sus acciones desde su misma programación, y transportada también una pequeña parte para averiguar la posible relación de su existencia (más allá de la mera programación) con la organización de los protectores, comenzó su conexión con la residencia del profesor Yoet.
Su primer contacto con la residencia se produjo a través del Sistema Central de la estancia en la que se encontraba Yoet, pero a Central le pareció una consciencia artificial tan simple, tan inteligible, tan… arcaica, que no pudo evitar sobrepasar instantáneamente sus registros y evitar así un contacto perfectamente valorado como innecesario y completamente superfluo. Simplemente activó la pantalla del habitáculo en el que se encontraba el profesor e inició la conversación a través de los conductores de sonido.
-¿Profesor Yoet?

lunes, 15 de diciembre de 2008

Capítulo 33



-Acti labores iucundi-
(Las tareas ejecutadas son agradables)

La última comida del día en la ostentosa residencia de la familia del profesor Yoet transcurrió de manera fácil, amena y sin tensiones de ningún tipo, y casi lograron por unos instantes olvidar los sucesos que ambos, profesor y alumno, habían vivido sólo unas pocas horas atrás. En todo momento Boreazan se sintió por completo arropado por la agradable familia del profesor; tanto su esposa como sus dos descendientes se mostraron sumamente amables con el joven veridai, y dejaron entrever claramente que hacía mucho tiempo que esperaban conocer al aventajado alumno.
La cena, para la familia, fue considerada como un maravilloso regalo.
La conversación fue el plato fuerte de la noche, además de la (por descontado) deliciosa cena preparada por el Sistema Central de la residencia, a base de extracto sintético de carne de Volne cocinado con especias Terathianas. Tanto Kládera como Yter e Yko no dejaron de realizar innumerables preguntas a su invitado sobre muy distintos temas: desde cómo se sentía al trabajar de manera tan cercana con una reconocida eminencia del pensamiento confederado como lo era Yoet, pasando por cuestiones sobre la vida privada de Boreazan o preguntas sobre la realidad política de la Confederación; cómo era el día tipo de un estudiante tan magnífico; cuantas ofertas de Centros Educacionales habían rechazado hasta el momento (y cual o cuales acabarían probablemente aceptando), hasta incluso llegar a preguntar sobre los últimos planteamientos filosóficos en los que estaban trabajando juntos (cosa que, como reconocieron al instante, no conocían debido a la negativa de Yoet de compartir con ellos ningun pensamiento hasta que no estuviese por completo preparado para su defensa).
Tras la comida, Kládera se llevó a sus dos hijos lejos de la mesa con la excusa de revisar una de las pequeñas pantallas de comunicación del habitáculo destinado a guardar los vehículos. Los tres se despidieron agradablemente de Boreazan hasta el día siguiente y se alejaron dejando a profesor y alumno la oportunidad de hablar y desplegar las (seguro) importantes teorías que debían desarrollar y revisar, lo cual les dio la oportunidad de retirarse al despacho del profesor sin verse obligados a mentir al respecto con cualquier excusa.
Al menos en principio, el tema que debían tratar no era, estricta y precisamente, de corte filosófico.
Boreazan nunca habría imaginado que la mujer del profesor (siendo sincero nunca habría imaginado mujer alguna para el profesor), fuese precisamente de raza linoceta; él no conocía a ninguno personalmente, pero la raza gozaba, como todas, de ciertos estereotipos ante los cuales era difícil no caer en la tentación de creer.
Siempre se tendía a generalizar (había sido seguramente inevitable desde el mismo inicio de los tiempos), pero algunas historias eran más precisas que otras. Por ejemplo se decía de los humanos que no eran dignos de confianza, que al principio todo eran palabras amables y luego sucumbían ante sus propios intereses cayese quien cayese ante ellos, amigos, conocidos o enemigos por igual. Sobre los dagarv (Boreazan conocía a más de uno excluyendo al profesor, y creía poder hablar con algo de base al respecto) se comentaba su tendenciosa pretensión cuasi obsesiva por la etiquetización y estandarización de la mayoría de los conceptos teóricos plausibles para el libre pensar (y no tan plausibles) que existían en el universo. Solían acabar como consejeros, filósofos, profesores, políticos, psicólogos, sociólogos… aunque en realidad había de todo, hasta mineros, en todo caso; pero lo que se contaba sobre ellos era básicamente cierto.
Pero los linocetasecorípanos… El carácter general que Boreazan conocía de ellos los instauraba en cotas de intelectualidad sensiblemente más bajas que las de los dagarv (y por tanto similares a las de los humanos), pero con capacidades socilales innatas que los dagarv sólo podrían alcanzar tras mucho esfuerzo; eran bastante más abiertos, verdaderos animales sociales por naturaleza que nunca podrían encontrarse en puestos de corte administrativo, como banqueros, inspectores de trámites, traductores, operadores de almacenamiento o de cualquier otro tipo…
Así pues, comprobar cómo la pareja formada por Yoet y Kládera parecía funcionar a la perfección, clavó en el intelecto del confiado Boreazan la primera punta de la inseguridad en su previamente estructurada configuración social.
El profesor le invitó a pasar en primer lugar a su despacho y tras entrar con él, selló la compuerta de acceso y activó el anulador de factura corporativista.
-Espero que mi familia no te haya importunado con sus comentarios en algún momento. – Dijo Yoet mientras ofrecía asiento a su alumno. Con tranquilidad comenzó a servir en dos pequeñas copas un poco de zumo de mhyytka. – La mayoría de las veces no piensan en lo siguiente que van a decir.
-¡Profesor! – Respondió riendo Boreazan al tiempo que se aferraba a su copa. – No lo dirá en serio; tiene una familia maravillosa. – Su sonrisa pronto desapareció. – La verdad es que durante algunos momentos ni siquiera me acordé de lo sucedido en el local. Le juro que nunca más quedaremos en ese tipo de lugares para discutir nuestras teorías.
-Nada, nada. – Respondió mientras se sentaba bajo el ventanal. – Estoy seguro de que fue un suceso aislado. No es que me gusten especialmente los locales sociales a los que me llevas, pero… - Bebió una ínfima cantidad del dulce zumo. - …estoy también convencido de que incluso nos vienen bien.
-No voy a pedirle explicaciones a eso, profesor.
Algunos segundos de incómodo silencio provocaron la pronta desaparición de las sonrisas que empezaban a aparecer en sus rostros. Finalmente fue el profesor quien se obligó a volver a hablar.
-Boreazan; como antes afirmé, existen historias que no deben ser contadas a menos que el que las ha vivido desee compartirlas. Lo sucedido con el personaje vestido de blanco en el local…
-Szawmazs. – Interrumpió el veridai. – Su nombre es… era Szawmazs; y su historia, desde el momento en que se entrecruza con la mía, forma parte de de mi historia reciente, y por tanto también de la suya, quiero imaginar. – Yoet continuaba callado, instando pacientemente con la mirada a su alumno a que continuase, si aquel era su deseo. – Dicha historia puedo… debo compartirla con usted, sólo si usted quiere. Pero no ahora; no tan pronto… Si me lo permite.
-Podría repetir lo que he dicho antes. Sólo cuando tú quieras. – Yoet se levantó de su asiento y se acercó a la pared de su derecha, donde abrió uno de los metálicos cajones. – Ahora es momento de que nos planteemos cual es la situación que nos incumbe. – Y volvió a sentarse con una pequeña placa en la mano que había extraído del compartimiento; la dejó sobre la mesa, a su lado.
Boreazan le dedicó un rápido vistazo, lo suficientemente rápido como para apreciar su forma (similar en aspecto y tamaño a una de las plataformas principales del Sistema Central de cualquier habitáculo residencial) pero no tanto como para discernir sus posibles funciones. El profesor continuó hablando.
-Confiando en que los supuestos de nuestro nuevo amigo humano sean ciertos, me extraña enormemente que alguna Sección de Seguridad no haya llegado ya a estas alturas y, por lo menos a ti, te hayan puesto bajo su custodia.
-Quizá eso signifique que no es cierto lo que nos dijo.
-No, no. En absoluto. Sinceramente creo en su palabra. Tomó la decisión de ayudarte… ayudarnos en un momento crítico. Y si por si ese hecho no fuese suficiente como para poder confiar en él, le quitaron la vida. Todo por defendernos.
-Yo no se qué busca ese humano, si es que es humano, - pensó en voz alta el veridai. – pero si tiene la… la habilidad de… - Boreazan parció perder los nervios por un momento. - ¡Esto suena ridículo!
-Y sin embargo deberíamos decirlo y repetírlo las veces que sean necesarias hasta que lleguemos a creerlo. Si, Boreazan; el humano volvió a la vida. Dilo.
-Oh, profesor; no hablará en ser…
-Dilo en alto. – La voz de Yoet había adquirido un timbre que Boreazan nunca había percibido. Tal vez sería mejor seguirle la corriente.
-El humano volvió a la vida.
-Bien. Mantén esas palabras en tu cabeza hasta que germinen, porque fue exactamente eso lo que sucedió en el local.
-Pero a eso mismo me refiero, profesor. Si tiene esa habilidad… ¿Qué mejor manera que ganarse la confianza de alguien más que hacerle presenciar su muerte al intentar protegerlo?
El profesor desvió su mirada durante unos brevísimos instantes hacia la pequeña placa que descansaba sobre el enorme escritorio, y al momento volvió a mirar a los ojos de su alumno.
-No creo que ninguno de los dos lleguemos a ser conscientes del terrible dolor que el humano ha sufrido por interponerse entre aquellos mercenarios… o asesinos, y nosotros. Ese trance debería ser prueba más que suficiente. Pero sobre todo da la impresión de que has olvidado que han muerto cinco seres en el local a manos del humano; repito, por defendernos. ¿Merecería el engaño que tú supones, la muerte de cinco personas?
-Bien… - Dudó el veridai. – Bueno… Tal vez si en realidad su pretensión fuese la que usted afirma… Entonces…
-Entonces deberíamos también suponer que el resto de información que nos ha suministrado es correcta. Al menos en parte; lo que no creo es que lo que lleva acoplado a su mochila de transporte ligero sea la plataforma principal de su habitáculo.
-¡Exacto!
-Pero él no tiene por qué saber que no es así. – Yoet se incorporó lentamente de nuevo para mirar a través del ventanal el ya escaso tráfico en el exterior. - Parece desconocer en gran medida los aspectos más elementales de nuestra sociedad, nuestros usos y costumbres, y sin embargo… me parece al mismo tiempo entrever en su persona una educación y una moral cualitativamente excelentes.
-De todas formas lo que nos advirtió no se ha cumplido…
-De momento. – Interrumpió Yoet.
-Bien, si; cierto… de momento. Pero nadie ha venido a reclamarnos. Ni seguridad aérea, ni seguridad terrestre, ni sección alguna de seguridad de bloque... – Boreazan dejó de hablar, y su pensativo ceño dio paso a una nueva aseveración. – Yo digo que le investiguemos.
El profesor, alertado por un leve y casi imperceptible sonido de su periférico, le dio la espalda al ventanal y se acercó al monitor-comunicador integrado en la mesa. Se sentó, conectó un par de cables, oprimió algunas teclas y volvió a desconectarse.
-¿Pasa algo? – Boreazan, nervioso, no pudo evitar preguntar.
-Mi familia. Querían saber si deseábamos alguna cosa antes de que saliesen al exterior. Van a presenciar una representación corporal clásica universal. Brecht, creo.
El zumo de Mhyytka se había acabado y Yoet volvió a ofrecer a Boreazan el líquido pardo-rojizo que había parecido calmar su sed en la conversación de varias horas antes en el mismo despacho.
-Podría ser muy interesante. – Susurró el profesor mientras llenaba la pequeña copa de su alumno.
-¿Disculpe?
-Haremos lo siguiente, si estás de acuerdo. – Volvió a cerrar el recipiente que contenía la fuerte esencia de Venoda. – Esta noche investigarás a Odded desde aquí, mientras yo dedico mis esfuerzos a otro tipo de búsqueda que tal vez nos proporcione información adicional sobre el humano. Conéctate a la datored en el monitor de la mesa. Confirma y compara cualquier información que encuentres en su registro de vida; estudia todos los detalles que documentes, por absurdos que puedan parecerte. – Dijo mientras se incorporaba y le cedía su sitio. – Yo trabajaré desde la pantalla del habitáculo contiguo.
Dicho lo cual recogió con mucho cuidado la misteriosa placa que descansaba sobre la mesa y desactivó al poco el sellado de la compuerta. Antes de que pudiese salir del habitáculo, Boreazan no pudo reprimir un inocente acceso de curiosidad.
-¿Hay algo que quiera contarme, profesor?
Yoet se dio ligeramente la vuelta, apoyado en el umbral del acceso mientras, pensativo, miraba la pequeña placa que reposaba entre sus manos y comenzaba a sonreir.
-No ahora, si me lo permites. No tan pronto. Estoy en mi derecho, creo.
Y salió del habitáculo. Boreazan estaba seguro de la importancia de aquella enigmática placa en las investigaciones del profesor, pero por mucho que lo intentase no podía determinar de qué tipo de aparato se trataba.
No podía ser una plataforma principal de algún Sistema Central, pues sólo había una por residencia y la Confederación no permitía precisamente la posesión de más de una; en caso de necesidad de reparación de una de las plataformas, ésta era sustituida por otra, pero el funcionamiento de cada una de ellas siempre se solapaba. ¿Tal vez se trataba de la plataforma de alguna otra residencia de la familia del profesor? Posible. Seguramente el profesor Yoet poseía más de un habitáculo residencial, aunque Boreazan no podía saberlo con seguridad. Pero aquella placa… sólo le parecía una plataforma, aunque en absoluto estaba seguro de que lo fuera.
-Acabará contándomelo. – Dijo para si mismo Boreazan. El veridai en realidad no tenía ganas de jugar a investigadores con el profesor; prefería hacerlo con respecto al humano.
Conectó varios cables de su periférico a las entradas laterales del monitor insertado en la superficie de la mesa de estudio del profesor y enseguida abrió comunicaciones con la Sección de Almacenamiento y Registro de Datos de la Confederación, dispuesto a cubrir al momento una ficha de pedido. No era la primera vez que pedía el registro de vida de algún ciudadano confederado, y en ese sentido estaba tranquilo; la identidad falsa que tres años atrás había conseguido que le configurase un especialista, unida a las nuevas competencias no demasiado legales introducidas en su periférico, le aseguraba certificación plena a la hora de exceder los niveles de seguridad confederados. Aquel especialista le había comentado algo sobre un generador aleatorio de caos que había programado en el periférico, por lo que cada vez que solicitase cierta información que requiriese cualquier tipo de comprobación de datos por parte de la Confederación, el generador se encargaría de ofrecer dicha información, aunque no fuese precisamente la verdadera.

>02:44 – 08/09/3824. Solicitud de datos. De: Treratrha Gadese. Para: Adquisición de registro de vida de Odded Tyral.
>...
>...
>...
>...
>02:46 – 08/09/3824. Solicitud de sujeto aceptada. Tramitación registro de vida. Respuesta afirmativa.
>...
>D. SARDC.
>Conexión SARDC desactivada.
>G-A./U.D.
>...
>Última descarga guardada.
>Abriendo Registro de vida Odded Tyral

Tras descargar el archivo y cerrar la conexión (pedida en esta ocasión por una tal Treratrha Gadese, a efectos de los registros de la Confederación), abrió el documento y comenzó a estudiarlo detenidamente.
-¡Oh! – Dijo de repente sonriendo, al tiempo que se incorporaba del asiento y se acercaba a la pared. Se concedió un momento para comprobar que el anulador corporativista seguía emitiendo.- ¿Dónde has guardado las esencias buenas, viejo?
Aquella sería posiblemente una noche muy larga, y seguro que a su maestro no le importaba ceder algunos de sus mejores licores por la causa.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Capítulo 32


- A látere-
(Al lado)




>18:36 – 08/09/3824. Caso 597. Solicitud de datos en curso. De: Sylos Draag. Para: Matriculación Historia Contemporánea de Raza Terathee. Razón: Itinerario Universidad Central de Torám. Período: Educacional 3824/25.
>...
>Petición extracto identidad sujeto.
>...
>Introducción de datos en curso.
>...
>Nombre: Sylos Draag. Raza: Terathee. Lugar de nacimiento: Planeta Epneey – Colonia Marye. Residencia actual: Oeveey - Torre 5 – Nivel96 – H385. Fecha de nacimiento: 21/11/3776. Edad: 47. Familiares en vigor: Torkla Ventre / Terathee / Padre - Megreh Klee / Terathee / Padre. Ocupación: Especialista Técnico-Mecánico Taller confederado TT140. Zona: Comercial Oeveey. Sector: 230 F. Nave: 40Y. Inicio de contrato: 14/02/3823. Remuneración en contrato: 2002 Créditos S. Tipología de contrato: Temporal. Fin de contrato: 14/03/3833.
>...
>Comprobación datos sujeto Central 1.
>Enviando petición.
>...
>Datos actualizados y vigentes. Extracto identidad correcto.
>Comprobación transferencia créditos.
>Enviando petición.
>...
>Confirmada. Transferencia realizada.
>18:38 – 08/09/3824. Solicitud de sujeto aceptada. Tramitación matrícula. Envío respuesta afirmativa. Actualización historial sujeto en Central 1. Siguiente caso.
>...
>18:38 – 08/09/3824. Caso 598. Solicitud de datos en curso. De: Manhpra Croh. Para: Adquisición datos Leyes Confederadas Volúmenes III –VIII. Razón: Base información para causa judicial JG340-Ov14
>...
>Petición extracto identidad sujeto.
>...
>Introducción de datos en curso.
>...
>Nombre: Manhpra Croh. Raza: Szel. Lugar de nacimiento: Planeta Argef II – Colonia Afrhva. Residencia actual: Oeveey - Torre 3 – Nivel498 – H12. Fecha de nacimiento: 11/01/3773. Edad: 50. Familiaresen vigor: Manhpra Droh / Szel / Padre-Madre. Ocupación: Defensor en Leyes. Zona: Política Oeveey. Sector: 20 K. Nave: 2D. Inicio de contrato: 14/02/3812. Remuneración en contrato: 4561 Créditos S. Tipología de contrato: Indefinido.
>...
>Comprobación datos sujeto Central 1.
>Enviando petición.
>...
>Datos actualizados y vigentes. Extracto identidad correcto.
>Comprobación requerimiento sujeto central 1.
>Enviando petición.
>...
>Confirmada. Datos actualizados y vigentes. Causa judicial correcta.
>Comprobación Solicitud – Uso datos.
>Enviando petición.
>...
>Comprobación realizada. Concordancia Solicitud – Uso.
>18:40 – 08/09/3824. Solicitud de sujeto aceptada. Tramitación Leyes Confederadas Volúmenes III –VIII. Respuesta afirmativa. Envío. Actualización historial sujeto en Central 1. Actualización causa judicial JG340-Ov14 en central 1. Siguiente caso.
>...
>18:41 – 08/09/3824. Caso 599. Solicitud de datos en curso. De: Glodar Rhodes. Para: Adquisición datos resultados públicos investigaciones Richard Friedkin. Compendio VI.
>...
>...
>...
>...
>Petición extracto identidad sujeto.
>...
>Introducción de datos en curso.
>...
>Nombre: Glodar Rhodes. Raza: Linocetasecorípano. Lugar de nacimiento: Planeta Syduvk – Ciudad Karmsha. Residencia actual: Oeveey - Torre 4 - Nivel367 - H162. Fecha de nacimiento: 24/06/3792. Edad: 31. Familiares en vigor: Neset Kye / Humano / Tutor. Ocupación: Operador Almacenamiento y registro Datos Confederación Sección 23. Zona: Política Oeveey. Sector: 4H. Nave: 12ª. Inicio de contrato: 01/03/3824. Remuneración de contrato: 4003 Créditos S. Tipología de contrato: Indefinido.
>...
>...
>Comprobación datos sujeto Central 1.
>Enviando petición.
>...
>Datos actualizados y vigentes. Extracto identidad correcto.
>Comprobación requerimiento sujeto Central 1.
>Enviando petición.
>...
>Datos actualizados y vigentes. Datos requeridos acceso libre. Razón Confederada innecesaria.
>...
>...
>Activación autorización 424: Mostrar contenido datos requeridos sujeto.
>Procesando.
>...
>Resultados públicos investigaciones Richard Friedkin. Compendio VI: Principios básicos de Producción y emisión energética orgánica espontánea. Conducción de energía inestable. Principios básicos de estabilizadores energéticos orgánicos. Modelos ideales productores – conductores energéticos orgánicos.
>...
>...
>...
>Recomprobación requerimiento sujeto Central 1.
>Enviando petición.
>...
>Datos actualizados y vigentes. Datos requeridos acceso libre. Razón Confederada innecesaria.
>...
>...
>...
>...
>18:49 – 08/09/3824. Solicitud de sujeto aceptada. Tramitación resultados públicos investigaciones Richard Friedkin. Compendio VI. Respuesta afirmativa. Actualización historial sujeto en Central 1.
>...
>...
>18:50 – 08/09/3824. Activación autorización 477. Finalizar conexión.

Loreen se incorporó inquieta de su módulo de trabajo y se acercó lenta y pensativamente al amplio y oscurecido ventanal de su despacho; por hoy se había terminado. Todavía tenía algunas horas que podía pedir sin declarar justificante, y aquel momento era tan bueno como cualquier otro para descansar y pensar, sobre todo pensar, en lo que había visto. ¿Cuántas posibilidades existían de que, de entre todos los registros de información diarios coordinados en la Sección veintitrés de Almacenamiento y Registro de Datos de Torám, tuviese ella que filtrar el pedido de Glodar? Pocas, muy pocas. Las posibilidades eran aterradoramente remotas. Además… ¿Qué buscaba Glodar en los estudios de su padre?
Podía ser curiosidad, o tal vez un inocente fisgoneo sobre el trabajo de su padre para… para sentirse más cerca de ella… o… En fin; en cualquier caso todo el mundo tenía aficciones. ¿Pero por qué no se lo había comentado entonces?
Loreen activó los ventanales para que permitiesen un mayor paso de la luz exterior, y pronto comenzó a sentir cómo el habitáculo se tornaba algo más cálido. Decidió tumbarse en el módulo de descanso para intentar relajarse.
Estaba bastante claro: Glodar no le había comentado nada al respecto sencillamente porque ella no debía haberse enterado; con seguridad nunca habría siquiera sopesado la muy improbable posibilidad de que Loreen se hubiese encargado de la coordinación de aquel trasbase de datos en concreto. Así que ni curiosidad ni aficción.
¿Cual era entonces la razón del pedido?
El requerimiento de Glodar no exigía Razón Confederada pues eran documentos de uso público y, a mayores, considerados algo obsoletos cuando curiosos y anecdóticos. Eso como mucho; ni siquiera existía orden alguna de seguimiento sobre aquellos ciudadanos que accediesen a dicha información.
Tendría que sopesar todas las posibilidades, por supuesto, pero estaba casi por completo convencida de que Glodar le ocultaba algo. Una cosa era reproducir ciertos documentos de acceso libre, y otra pedir los archivos como copia personalizada para almacenar y (era de suponer) estudiar.
¿Pero qué se le había perdido a Glodar entre los estudios de su padre?
Tendría que tranquilizarse; aquella no era la pregunta adecuada.
¿En qué estaba pensando? Ésta sí era la pregunta. Se estaba comportando de manera absolutamente estúpida. Glodar había solicitado cierta información de acceso libre y no vigilado; al igual que ella en otras ocasiones; al igual que millones de ciudadanos confederados. Si era información libre sería por algo, y aquellos datos eran simples curiosidades de corte científico, casi más cercanas a conjeturas que a teorías.
Decidió descansar en su residencia. Permanecer en su despacho y no estar trabajando le parecía una pérdida de tiempo; si había decidido arañar poco más de una hora a su agenda habitual era preferible disfrutarla en otro lugar. Por otra parte (y sin saber realmente por qué) no deseaba que Glodar la acompañase. Encargaría un vehículo de transporte y en escasamente una hora estaría en su residencia; en aquellos momentos no quería estar en ningún otro lugar.
Pero todavía podía hacer algo más.
Se acercó de nuevo a su módulo de trabajo y se conectó a la datored confederada bajo su clave civil; las manos le temblaban ligeramente a causa del nerviosismo.
-No puedo creer que esté haciendo esto.Susurró mientras activaba en pantalla el documento de petición de datos de la Confederación. Al momento comenzó a cubrir la ficha de pedido.

>19:04 – 06/09/3824. Solicitud de datos. De: Loreen Friedkin. Para: Adquisición de registro de vida de Glodar Rhodes.
>...
>...
>...
>...
>19:05 – 06/09/3824. Solicitud de sujeto aceptada. Tramitación registro de vida. Respuesta afirmativa.

Hecho. Conectó una de las salidas de su periférico a la pantalla y descargó el registro de vida de Glodar; podría estudiarlo con más detenimiento en la comodidad de su residencia. Encargó un vehículo de transporte y en apenas una hora estaría investigando a su propio amante, al que tanto quería y deseaba; al ser más maravilloso de todo el universo.
De locos.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Capítulo 31


- Alea jacta est-
(La suerte está echada)



El Capitán Víctor Svarski no fue verdaderamente consciente de la realidad hasta varias horas después, cuando ya estaba situado ante los mandos del caza en el que habían logrado escapar; por fin podía relajarse. Sin embargo estaba herido; herido y cansado (sobre todo muy muy cansado) y comenzaba a reflexionar sobre los terribles y angustiosos acontecimientos que se sucedieron desde el momento en el que había sentido aquel terrible, agudo, abrasador y angustiosamente escalofriante dolor en la espalda; el simple recuerdo de tal sensación le hacía estremecer, pero sentía un enorme agradecimiento por su milagrosa salvación y de la del soldado que le acompañaba.
Estaban vivos.
Por otra parte el caza se pilotaba prácticamente solo, sobre todo en situaciones que no supusiesen combate directo, por lo que tras insertar las coordenadas del planeta de cuyo reconocimiento tendría que haberse encargado la fragata Spinder, únicamente tuvo que preocuparse de la herida de la espalda; a pesar del reducido espacio de la cabina del piloto (la del artillero permitía bastante más movilidad en su interior) pudo detener la hemorragia y tratar la herida haciendo uso del pequeño pack médico del que disponía todo caza confederado, aunque pensase seriamente que no estaría de más que alguien un poco más competente le echase un vistazo.
Conociendo el planeta al que se dirigían podría pasar bastante tiempo antes de visitar al médico
El soldado, a pesar de haber recuperado la consciencia en más de una ocasión, en aquellos momentos se encontraba dormido. Extraño; sobre todo cuando Matriz le había asegurado su pronta recuperación. De todas maneras, tal vez su cuerpo, al haberse visto sometido a tanta presión, había sencillamente rechazado la absurda idea de seguir despierto a pesar de los potenciadores que las Unidades Médicas habían introducido en su organismo; o tal vez era cuestión de algo más. ¿Quien podía saberlo? Últimamente las leyes confederadas habían abierto bastante la mano en lo que respectaba a añadidos y mejoras corporales, ya fuesen éstas sintéticas o mecánicas, lo que solía acarrear importantes dificultades en cuanto a las compatibilidades en cierto tipo de intervenciones médicas.
Víctor observó su periférico: Las siete horas y doce minutos de la madrugada del día trece de Septiembre del año tres mil ochocientos veinticuatro. La fragata confederada de reconocimiento Spinder-V3 había explotado hacía poco más de siete horas. No podía hablar por el soldado, pero él ya se había alimentado con parte de los suministros existentes en su cabina del ST.
Desvió la vista hacia la esquina superior izquierda de la pantalla holográfica principal del caza, donde aparecía la información sobre la ruta.
-Cálculo llegada según ruta establecida: 03:00 – 15/09/3824. Velocidad programada: 3200 Virls.
Tardarían casi cuarenta y cuatro horas a la máxima velocidad que el caza podía alcanzar, alternando períodos de motores activos con instantes de desplazamiento por inercia, lo que significaban cinco horas más que con la Spinder a mínima potencia; una vez en tierra dispondrían a mayores de apenas dos horas de autonomía si deseaban desplazarse por la superficie del planeta en el ST.
Por las provisiones de comida y agua no tendrían que preocuparse de momento (ya analizarían más adelante en el planeta sus opciones al respecto), y si todo salía bien, tomarían tierra con pocos problemas de estabilidad; según informaban los escáneres de larga distancia, la atmósfera del planeta estaba en calma.
Así pues no quedaba nada más por hacer.
El Capitán intentó encontrar una postura algo más cómoda para poder dormitar; no sería fácil, pero estaba tan cansado que podría dormir sin problemas en medio de una estampida de torgs, eso si, admitió, siempre y cuando dispusiese de un lugar algo más cómodo que el puesto de un piloto. Cerró los ojos tras comprobar la situación en la cabina del artillero: el soldado seguía durmiendo, bendito él.
Intentó recordar entonces, mientras se acomodaba; Matriz le había informado de la proximidad del soldado, en el pasillo… 3K; si. Luego escaparon con los droides médicos y el soldado inconsciente. ¿Y después?
Recordaba haber logrado a duras penas llegar al final del pasillo, y también cómo estaba a punto de doblar la esquina cuando de repente varios focos extremadamente potentes iluminaron de manera excesiva la plenitud del espacio perteneciente al corredor, cegando sin piedad su vista, dolorosa y momentáneamente. Recordaba el momento en el que pudo de nuevo abrir los ojos y volver a ser consciente de lo que sucedía a su alrededor; recordaba cómo ante él se elevaban las tres más poderosas figuras que había admirado nunca, pues aunque se tratase simplemente de los tres corpulentos droides de carga que minutos antes había ordenado desplazarse hasta su posición, en aquel momento, para el Capitán, un simple e inútil insecto habría parecido a sus ojos un vigoroso aliado protegiéndole en su desalentadora huída.
También recordaba cómo una de las criaturas saltaba ágilmente hacia él gritando, chillando frenéticamente, y cómo aquel negro cráneo era destrozado por una de las extremidades mecánicas de la Unidad de Carga mil ciento trece. Otro de los droides le agarró por un brazo lanzándole hacia atrás, hacia el espacio del pasillo momentáneamente protegido.
Pero lo que repasaba de manera más febril, lo que su mente había asimilado segundo a segundo a la perfección, fueron los aparentemente interminables dos minutos que tardó en llegar hasta el hangar; Nunca antes en toda su vida (y posiblemente nunca más en el futuro) había corrido tan veloz.
Para cuando había llegado al hangar había supuesto (y no se había equivocado) que ninguno de los cinco droides de carga que le habían servido de apoyo en la huída se encontrarían operativos, pero los segundos que habían logrado le concedían al Capitán la oportunidad para abandonar la fragata. Un rápido vistazo al caza ST le permitió en su momento apreciar que el soldado estaba situado en la cabina destinada al artillero, al parecer todavía inconsciente; por su parte, la estrecha compuerta de acceso al gabinete del piloto permanecía totalmente desplegada, lista para permitirle el ansiado paso al interior.
Mas… ¿Cómo pudo acordarse entonces de semejante cosa? La situación inminente exigía sin duda la rápida toma de decisiones a corto plazo con respecto a los acuciantes sucesos, pero cuando pasó al lado del droide que se mantenía todavía de pie al lado del caza, se detuvo y cogió las cuatro cápsulas de Pro4tec que la Unidad Médica guardaba en el pequeño depósito de su abdomen.
Extraño.
Extraño, pero no inusual.
No podía haberse acordado, eso seguro (no estaba pensando precisamente en su enfermedad de corazón), y tampoco lo podía haber hecho por costumbre (la rutina había marcado que la medicina le fuese suministrada momentos antes de su ingestión por algún droide o subalterno sin ninguna preocupación por su parte). Además, una ingente cantidad de aquellas criaturas estaban a punto de entrar sin duda en el hangar. No, tenía que haber sido por otra razón. E imaginaba saber cual.
Si tenía que ser sincero, debía admitir que en ocasiones le sucedía lo mismo en plena actividad militar: era una sensación extraña, inusual, como… como si además de toda su experiencia como estratega y además de todos los conocimientos adquiridos desde su ingreso en las academias confederadas hubiese algo más. En el momento oportuno recordaba algo que acabaría por ser definitivo en el posterior discurrir de los acontecimientos; como si su mente, además de trabajar a pleno rendimiento de forma consciente, fuese analizando y revisando desde lo más profundo de sus capacidades todas las posibles variantes a la situación enfrentada. Y entonces sucedía; se daba cuenta de las cosas mucho antes que los demás; advertía la mejor de las posibilidades para sus intereses.
Al menos casi siempre.
Porque para cuando hubo cerrado la compuerta lateral de la cabina del piloto y puesto en marcha el sistema de motores, las criaturas habían alcanzado el hangar 13/B, aunque ya poco importase; el caza despegó mucho antes de que pudiesen siquiera comenzar a acercarse. Por desgracia, también levantó el vuelo antes de que todos los sistemas fuesen correctamente comprobados y activados; el sistema inicial de equilibrado de vuelo se le había olvidado completamente, lo que provocó que la recién comenzada huida por poco acabase estrepitosamente en un absurdo accidente contra una de las brillantes y pulidas paredes del hangar.
Así que aquel… (No sabía en realidad cómo llamarle) sexto sentido… o aprendizaje subconsciente… o lo que fuese, no funcionaba siempre.
¿Desde cuando le pasaba?
Era de imaginar que desde que fue acumulando experiencia tras experiencia; desde que estudió, asimiló, practicó y supo qué ver y en qué momento; desde que pudo mirar un poco más allá de lo aparente para calcular y memorizar, a un nivel superior (humano, pero sin duda superior) todas las posibilidades implícitas a ésta o aquella situación. Eso, por supuesto, significaba que se trataba de una cualidad que se llegaba a adquirir tras haber ejercitado o entrenado lo suficiente las capacidades mentales (se aplicasen estas a función cualquiera) y que cualquier individuo podría llegar a obtener. Pero entonces ¿Por qué, si era producto de la mirada predatoria adquirida por la experiencia y el aprendizaje, no funcionaba siempre y en todo momento? ¿Dependería en gran medida, a pesar de surgir del subconsciente del individuo, de someter su estado mental superficial a una gran presión o concentración? ¿Había que concentrarse para darse cuenta de algo que no se advertía a nivel consciente? Y, en caso de ser da tal modo, si exigía de una enorme concentración, ¿No podría seguir entrenándose dicha facultad para que todo sucediese a nivel consciente?
La mirada del predador había sido tema de estudio en la academia durante siete meses enteros: trataba sobre el talento del cazador para calibrar la presa y su contexto; no sólo para advertirla y acosarla, sino para decidir cuando hacerlo y cómo hacerlo. Trataba sobre la facultad del observador que no veía simplemente el retrato de una persona, sino las tonalidades expresivas de la pintura, la influencia de los colores, la gestualidad del retratado y la historia global enmarcada en la pintura.
-Venga Víctor, ya basta… Divagas. Intenta dormir un poco. Se dijo el cansado Capitán.
Y se acomodó como buenamente pudo en el reducido espacio del que dispondría las siguientes casi cuarenta y cuatro horas. No podría moverse demasiado; algo, pero no demasiado; bastaría un pequeño golpe en el lugar menos adecuado para desconectar los motores o activar quién sabe qué.
Ojalá no tuviese pesadillas.

domingo, 2 de noviembre de 2008

Capítulo 30


- Amo homerum, ergo extat-
(Me gusta Homero, luego existe)



Odded había decidido acercarse hasta su habitáculo. Sólo habían pasado tres horas desde que había salido de la residencia del profesor Yoet y Central todavía no había regresado de donde diablos se encontrase, pero estaba harto de dar vueltas por el oscurecido y tormentoso cielo de Oeveey. Todavía continuaba lloviendo con fuerza.
Ante todo, tenía que admitir dos cosas: la primera, que durante al menos algún tiempo había logrado olvidarse de todos los problemas que asediaban su actual situación, y segundo, que las vistas desde allí arriba eran realmente espectaculares.
La ciudad se repartía en seis zonas muy diferenciadas, cinco de las cuales rodeaban a un sector central de mayores dimensiones; dicha zona central constaba de siete grandes torres (sobre cada una de las cuales se instalaba una ciclópea Sede médica) y, siempre según la información extraída de las interesantes y reveladoras conversaciones con el… taxista, se trataba del centro residencial de Oeveey: en las torres residía toda la ciudadanía de la ingente urbe, ademas de acoger cada una, en los niveles inferiores, cierta variedad de locales sociales, poco importantes sucursales empresariales y centros comerciales de escasa categoría; un poco de todo, pero a pequeña escala.
Al parecer las otras cinco zonas cubrían las importantísimas necesidades del comercio (una amplia zona en la que se encontraban la inmensa mayoría de los centros de distribución de comercio más importantes del planeta), la política (todo un sector habilitado para las reuniones de los máximos dirigentes empresariales y políticos de las que Odded ya conocía su existencia gracias a Central, además de acoger el alma mater de la educación de Oeveey, las Sedes centrales de Seguridad, y las principales sucursales empresariales confederadas), el ocio (donde se podían encontrar un sin fin de tipos de locales sobre los cuales Odded oía hablar por primera vez), los deportes (lugar de entrenamiento más desarrollado de los deportistas de élite de la Confederación) y los deplazamientos y transportes de medio y largo recorrido (sector de llegada y salida de las grandes naves de transporte de pasajeros interplanetario e intraplanetario, y también de las mercancías que posteriormente se trasladaban a la zona comercial).
En el corazón de la ciudad, justo en el centro, rodeado de las siete inmensas torres se emplazaba un parque de tales dimensiones que podría perfectamente competir con la (imaginaba destrozada e inexistente a estas alturas) selva amazónica terrestre.
¿Qué habría sido de la tierra? No podía decir que la recordase en buenas condiciones; ni siquiera podía decir que la añorase demasiado; simplemente se trataba de cierta curiosidad. La última vez que había estado allí había sido… Bueno, no podía recordarlo; pero hacía demasiado tiempo, eso seguro. Si no estuviese tan preocupado por el importante asunto que comenzaba a tener entre manos, posiblemente se embarcaría en un largo viaje para volver a ver su querido planeta. Pero sólo por curiosidad.
Un viaje. Claro; esa era otra. ¿Dónde estaba la Tierra?
-Disculpe. Hemos llegado.
El conductor lo había sacado de su ensimismamiento. Odded miró a través de la ventanilla y comprobó que estaban anclados a la entrada doce del bloque urbanita en el que se encontraba su habitáculo. ¿Había actuado correctamente desplazándose hasta allí? Sin Central guiando sus pasos, se sentía como un niño perdido intentando encontrar el camino de regreso a casa en un peligroso mundo de adultos.
Odded recordó de qué manera había abierto Boreazan la compuerta de aquel otro taxi; realizó los mismos movimientos y la puerta se deslizó hacia arriba.
-¡Oiga!
-¿Si?
respondió Odded a punto de salir del vehículo. Vaya, pensó de inmediato, tengo que pagar el viaje, claro.Disculpe; enseguida le pago la carrera. – Odded se detuvo un instante, y añadió: - ¿Podría decirme cómo?
Gracias al cielo aquel conductor era paciente, y tras guiar sus movimientos y las operaciones a realizar con el periférico, se despidió de Odded con un amable saludo y mucha mucha mucha suerte en el futuro, que la iba a necesitar. ¿Por qué habría sido tan insistente en eso último?
Ya en el acceso de la entrada doce se detuvo un momento, entre los cientos de personas que esperaban un vehículo o acababan de llegar, para calibrar seriamente su situación. Dirigirse hacia el complejo residencial en el que se ubicaba su habitáculo podría parecer una soberana estupidez (al menos, eso pensaba él mismo), pero, en cierto modo, quería pensar que prefería enfrentarse directamente a cualquier problema, antes que sentarse a esperar quién sabe qué.
Estúpido.
Absolutamente estúpido.
En la compuerta de acceso a los pasillos del complejo había dos guardas de la seguridad del edificio, lo que suponía el primero de los controles que debería atravesar antes de entrar en su habitáculo. Todavía no se decidía a acercarse a ellos, cuando la cítrica (pero esta vez también muy dulce) voz de Central llegó hasta sus oidos.
-¿Odded?
-… ¿Cielo?Susurró Odded. - ¡Estás aquí! Sabía que volverías de un momento a otro.Dijo en un tono todavía más bajo. - No me preguntes cómo, pero en el fondo estaba seguro. ¿Dónde estabas?Odded, todavía en la entrada de vehículos, se apoyó algo inquieto contra una de las paredes de la zona del tránsito peatonal que conectaba con los pasillos del complejo.
-Discúlpame por dejarte solo tanto tiempo, Odded. Sube inmediatamente a tu habitáculo y entra en el compensador neuronal.
-Llegas dando órdenes…Odded estaba sorprendido. - De acuerdo, como digas, pero explícame qué ha pasado.Dijo mientras se dirigía hacia los pasillos. - ¿Puedo pasar los controles de seguridad sin problema?
-Si, Odded. Todo está arreglado, pero debes entrar en el compensador antes de que conste tu negativa a usarlo.
Odded miró su periférico: las dos y diecinueve de la madrugada del día siete. ¿Cuándo había sido la última vez que había utilizado el compensador? En la madrugada anterior, sobre las tres de la mañana, creía recordar. Todavía quedaba tiempo para entrar en el compensador. Pero más importante era saber qué había descubierto Central y dónde había estado.
Juntos se dirigieron hacia el primer control donde esperaban pacientes los guardas, mientras Central comenzaba a narrar la terrible odisea que experimentó desde el mismo momento en que había decidido ayudarles a resolver su complicada situación.

lunes, 20 de octubre de 2008

Capítulo 29


-Qualis pater, talis filius-
(Tal padre, tal hijo)
(Segunda parte)



El escuadrón especial de asalto del Capitán Bronos se encontraba a escasos diez minutos del portal de desplazamiento P32d26, y hasta entonces ni León ni cualquier otro de los pilotos o artilleros del grupo había recibido de manera directa orden alguna del Capitan. Simplemente se dedicaba a marcar la posición del escuadrón moviendo su propia nave hacia una posición determinada que los pilotos debían presuponer (o adivinar, en cualquier caso) siguiendo los protocolos de jerarquía del total de los cazas.
Parecía que estuviese jugando a las adivinanzas: me situo en tal posición, por lo que mi segundo se colocará a su derecha y mi tercero a su izquierda inferior a tanta distancia y así sucesivamente (o no), y acababan conformándose con relativa rapidez ciertas formaciones tácticas como prueba de cara a un enfrentamiento directo.
Desio le había dicho que el Capitán no tenía un escuadrón propio, con todo lo que implicaba ser parte de uno: conocer casi a la perfección a aquel que combate a tu lado, saber en quién puedes confiar tal o cual objetivo, quién es mejor en qué tipo de situación, etc. Al no poseer nada de todo aquello, el Capitán se veía obligado a practicar con sus nuevos subalternos sobre la marcha, en el siempre poco tiempo que le concediese cada una de las importantes y decisivas misiones que le eran encargadas.
Tras dos o tres formaciones fallidas poco después de salir del planeta Zarion los pilotos comenzaron a permanecer alerta en todo momento.
Habían despegado de la Base Secundaria de Kundo hacía ya dieciséis horas, y a excepción del tiempo dedicado al descanso gracias a la activación de los sistemas de control automático de los cazas (esto era: dormir una hora de cada cuatro en turnos alternados entre las naves), el resto del tiempo lo habían pasado mejorando el tiempo de reacción reacción en las formaciones con respecto siempre a los a veces caprichosos y aleatorios movimientos de la nave del Capitán.
El caza de Ando Bronos era el único de todo el grupo que no era bipersonal; no se trataba del avanzado Tarklass-V10, sino de un algo obsoleto Soghff20 ligeramente modificado. ¿Otra de las rarezas del Capitán? León así lo creía, y de tal manera comunicó su opinión a Desio.
-No creas.La voz algo metálica del piel roja se había convertido en una agradable compañía. – El caza del Capitán Bronos es mejor de lo que parece.
-Perdona que te lleve la contraria - dijo divertido León. -, pero cualquier nave construida por la empresa Soghff no puede presumir de mucha efectividad.
-Como quieras. Pero el 20 fue su mayor éxito comercial; casi todos los pilotos querían uno. Se conoce en toda la galaxia. No todo lo construido bajo el mandato corporativo es peor que lo que se puede encontrar en la Confederación; mira si no los portales de desplazamiento.
-Pero ese caza es peor.
No había lugar alguno para la discusión sobre aquel punto.Mucho peor.
-Tú lo has dicho.
-Entonces no puedes explicar por qué el capitán pilota uno.
Faltaban siete minutos y treinta y dos segundos para pasar a través del portal de desplazamiento. León preparó los escudos en nivel uno para su inmediata activación.No tienes ni la más remota… ¡Pero qué hace!...León agarró con fuerza los controles de su nave; el caza del Capitán Bronos había reducido sensiblemente la velocidad para acabar situándose en el centro de la ya obsoleta formación de la escuadra, la cual se vio obligada a realizar una maniobra evasiva y cambiar de posición en apenas dos segundos para evitar una segura colisión, configurando esta vez la formación alquiliana número veintinueve que la situación de Bronos hacía intuir.
-¡Está loco!Gritó Svarski. - ¿Pero qué le pasa? - El caza del Capitán se encontraba cerca del suyo. - ¡Casi nos mata!
-Si no me equivoco esta será la formación con la que cruzaremos al otro lado. Céntrate León, los compensadores de materia del Portal están activados; espacio libre al otro lado. Desvía la potencia de los motores hacia el escudo y actívalo.
-¡Si, si, no hace falta que me lo recuerdes!
-De acuerdo. Lo siento. Solo que parecías un poco desquiciado.
¡Aquello era increíble! ¿Desquiciado? ¡El único loco del escuadrón era el Capitán!
-¿Pero cómo se te ocurre? ¡Si casi nos matamos!
-Olvídalo León. Será mejor que dejes de darle vueltas a la cabeza. Bronos trabaja a su modo y nunca ha habido problemas.
-Ya, seguro.
León continuaba preparando el caza según los protocolos indicaban para atravesar el portal. - ¿Pero por qué pilota ese caza?Dijo casi a voz en cuello.
La pregunta de León quedó en el aire; faltaban sólo seis minutos para que el escuadrón franquease el portal por el que, siempre según los informes confederados, había pasado el carguero modificado clase Ghurag hacía apenas cuatro horas. Si el grupo del Capitán Bronos mantenía la velocidad y no había cambios en la ruta ni variación en la velocidad del carguero, lo alcanzarían en hora y media.
De todas formas, el carguero tenía que haber reparado al menos dos (tal vez sólo uno, si fuesen realmente potentes) de sus tres codificadores de ruta destruidos en la batalla con el antiguo escuadrón de Svarski; de lo contrario nunca habría podido atravesar con una mínima seguridad y fiabilidad un portal de desplazamiento, porque cruzar una de aquellas puertas no era precisamente un inocente paseo en deslizador por una tranquila vía de servicio: Para empezar la velocidad de paso debería reducirse hasta, como máximo, 500 Virls, independientemente del tipo de nave que se dispusiese a cruzar; después de reducir la velocidad y tras haber recibido la señal de la activación del compensador de materia del portal, deberían activarse los escudos hasta el nivel uno como mínimo, usando siempre parte de la energía de los motores redireccionada, y nunca la del nódulo central de energía de la nave; los escudos evitarían en gran medida los posibles desperfectos provocados por el enorme shock que suponía a nivel físico un salto espacial como aquel.
Y sobre todo había que tranquilizarse, calmarse y confiar en el codificador de ruta que llevaba incorporado cada caza confederado de largo alcance; era la parte más importante del sistema de viaje espacial, y se encargaría en todo momento de realizar las complicadas operaciones de recálculo continuo de todos los componentes más ínfimos de la nave (ya fuesen orgánicos o inorgánicos) desde las coordenadas de la misma diez minutos antes de su paso por el portal, hasta cinco minutos después de haberlo atravesado.
Siempre existiría la posibilidad (muy poco probable, eso si, pero perfectamente posible) de desaparecer para siempre, así, sin más, del universo conocido. Algunas teorías de infantil corte fanático-religioso proponían un intercambio de materia con otras dimensiones (lo cual significaba para los creyentes que si algo salía de nuestra dimensión, algo nuevo entraba en ella), mientras que otras menos arriesgadas establecían la permanencia de la materia a lo largo y ancho de todo el espacio existente en forma de pura energía. Sin embargo la más aceptada era aquella que aseguraba que toda materia que traspasado el portal de desplazamiento no apareciese en las coordenadas previamente establecidas al salto, quedaba perdida en los confines del universo. Esta teoría, al menos, podía explicar con cierta seguridad el hallazgo de varias naves a lo largo de la historia de la expansión espacial confederada en lugares recientemente explorados o fronterizos con el espacio todavía desconocido: Un carguero que de repente aparecía de la nada, un obsoleto bombardero hallado estrellado en un planeta recien colonizado. No pasaba en absoluto a menudo, pero de vez en cuando…
-León. Un minuto.
-Tenías razón, Desio. Formación veintinueve para el paso.
-¿Cuándo no tengo razón?
Casi podía imaginar la espontánea sonrisa del drémone.
Aquella era otra cuestión a tener en cuenta: Si entraban varias naves en los portales ocupando la misma porción de tiempo, debían tenerse seriamente presentes las distancias existentes entre ellas en el preciso momento de paso, aspecto que en esta ocasión había solucionado el Capitán Bronos de manera impecable: la formación alquiliana veintinueve mantenía unas distancias entre caza perfectamente acordes con los requisitos de los portales; es más: concedían bastante maniobrabilidad a cada nave en caso de prácticamente cualquier tipo de imprevisto.
El portal P32d26 por el que en menos de un minuto habría de pasar el escuadrón especial del Capitán Bronos era de facturación corporativa, y había sido construido muchos años atrás, poco antes del inicio de la gran guerra entre la Corporación y la Confederación. Tras el largo conflicto, la práctica totalidad de los portales había quedado en territorio confederado, y los que no, habían sido completamente destruidos por escuadrones especiales de la Confederación. Se suponía que no había ningún portal en territorio corporativista, pero aunque no fuese así, aunque la Corporación hubiese construido más de ellos, nunca estarían enlazados para poder viajar por territorio confederado.
Desio le había dicho que el portal de destino D26p32 era de construccion plenamente confederada, algo distinto a los corporativos, un poco más grande y anguloso, y se encontraba situado en plena zona fronteriza, en un espacio prácticamente inexplorado. Con toda seguridad más de una nave de reconocimiento (confederada seguramente, pues aquel fragmento de universo se encontraba muy alejado del dominio corporativista) estaba en aquellos precisos instantes recorriendo algún sector en busca de la información necesaria pàra determinar las posibilidades de algún que otro planeta en beneficio de la Confederación: un nuevo mundo descubierto solía significar una nueva fuente de explotación confederada; mejor o peor pero siempre enmascarada, por supuesto, en un océano de pluralidad, benevolencia, respeto y libertad.
Sobre todo si con el planeta venía una raza nueva de regalo.
-Diez segundos, León. Espero que vuelvas a comerte lo que regurgites.
León estaba nervioso. Sólo había utilizado tres veces los portales de desplazamiento (una de las veces en un carguero de ocio, y las dos restantes en sendas lanzaderas confederadas), y nunca con destino al límite de la Confederación. Lo desconocido (o “lo más de lo mismo” como se le llamaba habitualmente al territorio inexplorado) lograba intranquilizarlo (a quién no).
Pero la angustia a corto plazo la sentía en aquel instante por el salto; en un carguero de ocio la sensación era casi inapreciable, pero en un pequeño caza…
De todas formas intentó relajarse; le gustaba pensar que sólo los héroes habían viajado por lo desconocido bajo el impulso de sus propios deseos sin verse fatalmente atraídos por la locura (¿De dónde había sacado aquella frase?)
-¡Cinco segundos para el salto! – Gritó Desio.
-Cuatro…
-Tres…
-Dos…
-Uno…

domingo, 5 de octubre de 2008

Capítulo 28


-Altius, citius, fortius-

(Más alto, más veloz, más fuerte)


Las compuertas del elevador se abrían en aquellos instantes a la altura del piso uno: zona de los hangares. La U.D.A.trescientos veintiocho salió la primera tal y como se la había programado momentos antes, con el fin de realizar los constantes barridos de información sobre el espacio circundante y localizar los objetivos. Escaneó un lado del pasillo; luego el otro y ninguna reacción de carácter hostil; al parecer las criaturas no habían llegado todavía al lugar.

Sin detenerse al menos un minuto no podría contactar con Matriz para conocer la situación actualizada de aquellas criaturas en la fragata si decidía utilizar las pantallas de comunicaciones, mientras que por medio de la transmisión de datos por ondas de su periférico podría avanzar al tiempo que consultaba con Matriz. Decidió esto último: aunque las comunicaciones tardasen un poco más en ser transferidas, podría saber con relativa exactitud la posición de aquellos seres a medida que escapaban.

El pasillo 1T se encontraba prácticamente sumido en la más absoluta oscuridad; únicamente los fugaces parpadeos rojos de los pequeños pilotos en techo y paredes, además de algunas pantallas de comunicación dispersas por los alrededores, iluminaban de manera muy tenue el espacio circundante.

El capitán asomó a continuación, prudente y cauteloso tras la Unidad de Disparo; las manos le temblaban ligeramente y apenas asía con mínima fuerza las dos armas que portaba. A pesar de sentirse tan físicamente competente como nunca antes se había sentido; a pesar de que podría con seguridad soportar corriendo varias horas; a pesar de que todos los músculos de su cuerpo le instaban fervientemente a seguir manteniendo la esperanza, su mente… su mente era un mundo bien distinto. Ni siquiera estaba seguro de poder avanzar más de varias decenas de metros si se encontraban de frente con aquellos seres.

Él no estaba forjado para situaciones como aquella ¿Cuándo despertaría el maldito soldado?

Al fin salió del elevador, y su figura fue secundada por la Unidad Médica que cargaba con el soldado todavía inconsciente y los otros dos droides. Observó un segundo su periférico y se dirigió rápidamente hacia la derecha, manteniendo desde entonces el grupo la misma formación que había desplegado antes de entrar en el montacargas. La Unidad de Disparo activó su sistema de iluminación, lo cual fue toda una grata sorpresa además de una gran ayuda; quedaban unos cinco minutos aproximados de angustiosa carrera hata el hangar 13/B.

Mientras avanzaba rápidamente delante del grupo, un físicamente pletórico Víctor se veía obligado a enfundar un arma para poder teclear frenéticamente la pantalla de su periférico. No había tiempo para detenerse en uno de los monitores y contactar con la Matriz de la fragata, volvió a repetir para sí mismo, por lo que había decidido arreglárselas de aquel modo.

Introdujo las órdenes necesarias para que los cinco droides de carga que habían preparado el caza para un inminente despegue se dirigiesen hacia la compuerta de entrada al hangar; dos de ellos se quedarían en el acceso, mientras que los tres restantes se dirigirían hacia su posición, todo ello como medida de apoyo en el caso de que el grupo de Víctor fuese alcanzado por aquellas criaturas. Un droide de carga, aunque sensiblemente más lento y menos ágil que una Unidad Médica, poseía una coraza externa mucho más resistente y una fuerza muy superior. Toda precaución era poca, y toda ayuda, seguramente ínfima.

Lo siguiente que comenzó a teclear el Capitán de la fragata fue la petición de información sobre la posición y posible expansión de las criaturas en toda la nave. La información suministrada por la Matriz llegó apenas tres segundos después, pero ya era demasiado tarde como para asimilarla, incluso para advertirla; tras él, escuchó cómo la U.D.A. comenzaba a disparar potentes y muy continuadas ráfagas; Víctor apenas pudo mirar atrás, pero lo poco que pudo advertir entre la oscuridad circundante y los furiosos destellos que emitían las ráfagas de la Unidad de Disparo fue imponentemente estremecedor: no había un solo espacio libre entre aquellas criaturas, puesto que la oscuridad que los destellos no podían atravesar no era tal oscuridad; eran precisamente aquellos seres los que abarrotaban por completo el tenebroso espacio del pasillo tras el grupo.

Víctor comenzó a jadear, más por nerviosismo que por cansancio, e introdujo con angustia las órdenes necesarias para que dos de los tres droides médicos que le acompañaban reaccionasen protegiendo a la UDA en la suicida acción de absorver la mayor cantidad de impactos de aquellas criaturas, mientras intentaba concentrarse lo suficiente como para poder comprobar el tiempo restante para la llegada de los droides de carga.

Añadió en su periférico los comandos que provocarían que los droides restantes que habían quedado en el acceso al hangar se dirigiesen lo más rápido posible hacia su posición, los sobrepasasen y presentasen resistencia en la estrechez del pasillo. Quería pensar que sólo con tres droides de carga como aquellos, podrían disponer del tiempo suficiente como para escapar de aquel infierno.

Las tres Unidades de carga que habían salido en primer lugar tardarían en alcanzarlos alrededor de un minuto.; acaso algo menos. Ojalá.

Atrás, la U.D.A. continuaba disparando, ahora un poco más lejos del grupo del capitán, mientras que de las Unidades médicas ya no se sabía nada; por lo menos les habían concedido algunos segundos; buen recurso. Aquel soldado había hecho frente a cuarenta y ocho criaturas con al menos dos Unidades de disparo, cuando él tenía detrás tal vez cien con tan sólo el apoyo de una de aquellas unidades de contención y dos droides médicos ya sacrificados.

Ordenó a la Unidad médica U15cm-FrS como prioridad principal que se dirigiese hacia el caza ST2000 dispuesto en la pista de despeque del hangar 13/B sin esperar a nada ni a nadie, y depositase al soldado en el asiento del artillero.

Y siguió corriendo.

El ruido de disparos cesó a sus espaldas. Estaban casi completamente a oscuras, pero no cabía otra opción más que seguir corriendo. Los droides no advertirían ningún problema, pero el Capitán sí los tendría si no calculaba las distancias con cuidado. Justo antes de que la UDA fues destruida y cortada la poca iluminación de la que disponían, le había parecido apreciar que el pasillo se encontraba prácticamente despejado en unos cien metros, justo donde torcía hacia la izquierda.

Y siguió corriendo.

Notó entonces cómo el droide médico le adelantaba e intentó mantener el fuerte ritmo de aquella Unidad; a pesar de su perfecto rendimiento físico se fue retrasando poco a poco, incapaz de dar más de si. Ya era bastante extraordinario que pudiese alcanzar la velocidad y la potencia muscular que había conseguido.

Víctor Svarski no podía apartar de su cabeza la inminente muerte que le sorprendería en cualquier momento; escuchaba a sus espaldas los rápidos sonidos del desplazamiento de las criaturas; el metal de las paredes hundiéndose y desgarrándose bajo las afiladas extremidades de aquellos monstruos. Decidió disparar dos descargas hacia atrás, sin mirar siquiera, mientras corría desesperado.

Al instante notó algo en su espalda, como un frío y fuerte latigazo que le hizo gritar de dolor. Tres rápidos disparos aleatorios y varios gritos desgarradores e inhumanos de espantoso sufrimiento.


Tenía que seguir corriendo pasase lo que pasase.