sábado, 28 de junio de 2008

Capítulo 16


-Omnes natura parit liberos-

(La naturaleza nos crea a todos libres)

(Tercera parte)


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>22:15 – 12/09/3824. Monitor-Comunicador Nº133 / Zona L – Almacén general de armamento.

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>Aviso destinado al soldado Isaías Rester. Número de identificación IJ-3991D-387D. Inserte su periférico de comunicaciones por favor.

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>Aviso destinado al soldado Isaías Rester. Número de identificación IJ-3991D-387D. Inserte su periférico de comunicaciones por favor.

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>Aviso destinado al soldado Isaías Rester. Número de identificación IJ-3991D-387D. Inserte su periférico de comunicaciones por favor.

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De repente los seis comunicadores de pantalla del almacén general de armamento llamaron su atención, desprendiendo una intensa luz que bañaba de un agradable azul las zonas más próximas mientras todo lo demás seguía sumido en la más absoluta oscuridad.
Una de las pantallas, la que más cerca se encontraba de su posición, dejaba leer un mensaje. Ojalá eso significase que las cosas empezaban a funcionar; tal vez todo había acabado; tal vez los restantes soldados de la Spinder habían podido hacer frente a la amenaza externa y por fin se había restablecido el orden; tal vez la Confederación había enviado ayuda a través de los portales de desplazamiento.
Tal vez. Pero el único modo de saberlo era conectar su periférico de comunicaciones en la pantalla ciento treinta y tres y saber de una vez por todas cómo estaba la situación.


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>Aviso destinado al soldado Isaías Rester. Número de identificación IJ-3991D-387D. Inserte su periférico...

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>Bienvenido al sistema Matriz de la fragata de reconocimiento Spinder de la Confederación. Sistema en suspensión activa. Conexión establecida desde Monitor-Comunicador Nº89 / Zona L - Complejo habitacional Z - Pasillo 3L.

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>Las prioridades de comunicación le han sido concedidas. Por favor, introduzca código vocal de acceso.

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-¿Pero qué…
Aquello no era habitual; no… no lo era en absoluto; para que a un soldado le fuesen concedidas las prioridades en la comunicación tenía que estar pasando algo realmente grave... Aunque... ¿Acaso no era precisamente eso lo que estaba sucediendo? Algo grave, muy, muy grave. Lo que estaba claro es que nadie iba a sacarlos del atolladero en el que se veían inmersos; al menos no de momento.
Intentó hacer memoria. Desde su ingreso en el Ejército Convencional no había tenido que volver a utilizar el código vocal, y el día de su adhesión al Ejército Especial la dichosa clave no había sido requerida. La clave. ¿Cual era su maldita clave?... podía ser...


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>Por favor, introduzca código vocal de acceso.

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Si... era posible... Ahora se acordaba de aquella historia. Al instante no le cabía en la cabeza cómo podía haberse olvidado.

-Alexandrós. – Susurró a voz en cuello. Estaba casi seguro de que aquella era la palabra; al menos, tan seguro como de que había sido precisamente su padre quien le había contado las apasionantes y conmovedoras historias de los humanos de la antiguedad, cuando él era sólo un niño.


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>Código vocal de acceso aceptado. Estableciendo comunicación con Capitán de fragata Víctor Svarski. Número de identificación VS-4003D-245D-3865D.

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>Comunicación establecida.

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-¿Soldado? – La voz sonaba algo distorsionada y la imagen que se veía desde la pantalla del almacén general de armamento estaba llena de interferencias y ruidos; apenas podía distinguir al Capitán de fragata Victor Svarski, pero si, aquel era y allí estaba, dirigiéndose directamente a un soldado. - Soldado, ¿Me recibe?... Apenas puedo distinguirle a través del visor... Repito ¿Me recibe?

-Le recibo, Capitán. – Sin apenas darse cuenta Isaías se cuadró ante la pantalla. El capitán... parecía herido; falto de fuerzas. Su rostro aparecía en primer plano en la pantalla, tan inclinado debía estar sobre ella.

-Escuche atentamente soldado; Usted… y yo somos los únicos supervivientes a bordo de la fragata....

-¿Los únicos...? – Isaías no pudo hacer nada por evitar que las palabras salieran de su boca. Eso significaba... significaba que los civiles y sus compañeros de la zona de los comedores... Además del resto de la tripulación... Al momento intentó con todas sus fuerzas que su expresión variase lo menos posible ante tremenda noticia. - ¿Cuales son sus órdenes Capitán?

-La... La nave se dirige al punto de destino de la misión de reconocimiento. Se trata de un planeta deshabitado... No se puede acceder a la sala de control de la fragata... todo está infectado... casi todo... y no se puede variar la ruta. Diríjase de inmediato hasta mi posición e intentaremos… intentaremos alcanzar una nave del hangar; dejaremos la fragata y nos dirigiremos hasta la superficie natural más cercana... sea cual sea...

-...

-¿Capitán? – La imagen se había perdido por completo, pero al poco se restauró en su mayor parte.

-A partir de este instante tiene usted temporalmente la misma potestad que yo sobre la Matriz de la Spinder. ¡Matriz!... – Añadió el Capitan con voz concluyente y perentoria. - Confiere plena potestad de orden sobre el soldado Isaías Johnson... Reserva únicamente los comandos principales.

-De acuerdo, Capitán Svarski.

-Pero Capitán... - ¡Otra vez! ¿Cuando empezaría a comportarse como un soldado experimentado? Había vuelto a hablar sin que le hubiesen preguntado... y sin darse cuenta. Cierto era, de todas formas, que aquella se comprobaba como la situación más comprometida en la que se había visto envuelto, pero aquello no era excusa. – Lo… lo siento señor. Intentaré llegar hasta su posición lo más pronto posible. ¿Algo más Capitán?

-Sólo… Intentaré desviar la atención de las criaturas hacia otras zonas de la nave… alejadas de la ruta que usted siga; Matriz me informará de su situación en todo momento. Suerte soldado. Fin de transmisión.

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>22:19 – 12/09/3824. Monitor-Comunicador Nº133 / Zona L – Almacén general de armamento.

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lunes, 23 de junio de 2008

Capítulo 15



-Ex ossibus ultor-
(De mis huesos nacerá el vengador)
(Segunda parte)



“El inmenso sol de aquel lugar no dejaba espacio alguno para la vida; asolaba sin piedad las inmensas llanuras ya quemadas tras los incontables siglos de permanencia ante los distantes fuegos.
En el horizonte podían advertirse ciertas formaciones montañosas; viejas y gastadas; y aunque todavía orgullosas, se veían rendidas al paso del tiempo y a las fuerzas que de continuo las oprimían. Incluso la más dura piedra acababa deshecha frente a aquello que no podía ser detenido.
Y luz; mucha luz. El calor abrasador quemaba los ojos y resecaba la piel hasta convertirla en polvo. La tierra ardía, aquí y allá, en pequeños focos de fuego que marcaban los caminos que podían ser seguidos y los que no. Rocas y tierra por doquier, nada más. Estaba sola.
Miró a un lado y al otro y vio lo mismo en todas partes; intentó forzar la vista y distinguir cualquier detalle que no fuese propio del desolador paisaje; algo, lo que fuese, le valdría… sería suficiente… para no perder la esperanza.
Porque sabía que tenía una misión que cumplir; sabía que tenía que encontrarse con alguien… con algo (o quizá ser encontrada) y le sería entonces revelado el secreto que tan bien había sido escondido en su interior. Tal vez ya conocía tal secreto y simplemente se estaba esforzando en olvidarlo.
Comenzó a soplar una leve brisa. El calor dejó de repente de ser tan agobiante y allá, al final del paisaje, en el horizonte, un asomo de verde empezó a inundar las llanuras; primero lenta y tímidamente, como si tuviese algún reparo en expulsar al imponente y majestuoso astro de sus dominios; y luego con violenta furia, hasta desear hacer suyo el planeta entero.
Había alguien allí; tan lejos. Si pudiese distinguir quien era aquella persona que lentamente se acercaba, todavía… podría encontrar alguna respuesta.
Lo verde llegó hasta ella; hierba, flores y pequeños arbustos crecían ya cerca, pero no a su alrededor. La expansión cedió a algún tipo de maldición que la asolaba. Intentó coger una planta, pero la marea verde moría bajo sus pisadas, alejándose de ella, deseando fervorosamente no ser manchada por su tacto.
Comenzó a correr, intentando atrapar cualquier brizna de hierba, cualquier simple pétalo de flor, cualquier hoja de arbusto… incluso cualquier grano de arena al que apenas le hubiese sido imbuida la dulce y exquisita vida.
Pero todo lo que podía aspirar a tocar era tierra yerma; estaba ya muerta, y siempre lo había estado. Cayó al suelo de rodillas, agarrando tierra a puñados y llorando desconsolada por no poder abrazar lo que quería poseer con tanta ansiedad.
Aquel hombre estaba ya cerca, muy cerca; podía sentirlo. Y le miró. Era alto y de piel morena, y vestía flojas y azules ropas que se mecían con la fresca brisa. Su sonrisa era cálida, nunca abrasadora como el rey que acababa de ser destronado, y sus ojos, verdes como la misma hierba que no podía tocar, transmitían la calma que Loreen tanto había deseado durante toda su vida. ¡Pero cuando habló!... las palabras de un ser que no podía ser nada más que un dios se introdujeron por cada poro de su piel, por cada abertura de su cuerpo, llegando a todas y cada una de las más ínfimas partes de su existencia.
Y se sintió nacer de nuevo; la hierba la aceptó, su piel suave era acariciada por los pétalos de las flores que la arropaban, y Loreen sabía que no podía pedir más; sólo, tal vez, saber el nombre de aquel que habló. -¡Dime tu nombre! – Susurró - ¡¡Dime tu nombre!! – Habló.”

-¡¡¡DIME TU NOMBRE!!!... – Gritó.
-Loreen ¿Estás bien?... ¡Despierta!... Lucy, enciende las luces.
-Por supuesto, Glodar.
Al momento la habitación se iluminó tenuemente, inundando el recinto con una cálida y agradable atmósfera anaranjada.
-¿Loreen? Despierta cariño, sólo es una pesadilla.
-Glodar… uhmm… - Loreen estaba temblando, todavía medio dormida. – ¿Que sucede? Estaba soñando con…
-Tranquila; ya ha pasado. ¿Quieres una taza de snez? – Dijo mientras la abrazaba con dos brazos; con los otros dos había vertido un poco del oscuro y reparador líquido en un recipiente metálico y se lo estaba ofreciendo a Loreen.
-Gracias Glod. – Logró decir. - ¿Qué hora es?
-Faltan apenas tres horas para ir al trabajo; intenta descansar un poco. Vuelve a dormirte; descansa. Hoy tendremos una jornada especialmente agotadora. – El completo abrazo de Glodar la hizo sentirse un poco más cómoda - ¿Seguimos durmiendo?
-Si, por supuesto. ¿Lucy?... buenas noches.
-Buenas noches Loreen.
Y la luz de la habitación desapareció sin prisa, dejando a sus dos ocupantes caer de nuevo en el abrazo del descanso. Pero Loreen tardó en conciliar el sueño; no podía alejar de su cabeza cierto recuerdo sobre una persona… un timbre de voz… y un cambiante paisaje que a partir de entonces, estaría siempre a punto de alcanzar.