lunes, 15 de diciembre de 2008

Capítulo 33



-Acti labores iucundi-
(Las tareas ejecutadas son agradables)

La última comida del día en la ostentosa residencia de la familia del profesor Yoet transcurrió de manera fácil, amena y sin tensiones de ningún tipo, y casi lograron por unos instantes olvidar los sucesos que ambos, profesor y alumno, habían vivido sólo unas pocas horas atrás. En todo momento Boreazan se sintió por completo arropado por la agradable familia del profesor; tanto su esposa como sus dos descendientes se mostraron sumamente amables con el joven veridai, y dejaron entrever claramente que hacía mucho tiempo que esperaban conocer al aventajado alumno.
La cena, para la familia, fue considerada como un maravilloso regalo.
La conversación fue el plato fuerte de la noche, además de la (por descontado) deliciosa cena preparada por el Sistema Central de la residencia, a base de extracto sintético de carne de Volne cocinado con especias Terathianas. Tanto Kládera como Yter e Yko no dejaron de realizar innumerables preguntas a su invitado sobre muy distintos temas: desde cómo se sentía al trabajar de manera tan cercana con una reconocida eminencia del pensamiento confederado como lo era Yoet, pasando por cuestiones sobre la vida privada de Boreazan o preguntas sobre la realidad política de la Confederación; cómo era el día tipo de un estudiante tan magnífico; cuantas ofertas de Centros Educacionales habían rechazado hasta el momento (y cual o cuales acabarían probablemente aceptando), hasta incluso llegar a preguntar sobre los últimos planteamientos filosóficos en los que estaban trabajando juntos (cosa que, como reconocieron al instante, no conocían debido a la negativa de Yoet de compartir con ellos ningun pensamiento hasta que no estuviese por completo preparado para su defensa).
Tras la comida, Kládera se llevó a sus dos hijos lejos de la mesa con la excusa de revisar una de las pequeñas pantallas de comunicación del habitáculo destinado a guardar los vehículos. Los tres se despidieron agradablemente de Boreazan hasta el día siguiente y se alejaron dejando a profesor y alumno la oportunidad de hablar y desplegar las (seguro) importantes teorías que debían desarrollar y revisar, lo cual les dio la oportunidad de retirarse al despacho del profesor sin verse obligados a mentir al respecto con cualquier excusa.
Al menos en principio, el tema que debían tratar no era, estricta y precisamente, de corte filosófico.
Boreazan nunca habría imaginado que la mujer del profesor (siendo sincero nunca habría imaginado mujer alguna para el profesor), fuese precisamente de raza linoceta; él no conocía a ninguno personalmente, pero la raza gozaba, como todas, de ciertos estereotipos ante los cuales era difícil no caer en la tentación de creer.
Siempre se tendía a generalizar (había sido seguramente inevitable desde el mismo inicio de los tiempos), pero algunas historias eran más precisas que otras. Por ejemplo se decía de los humanos que no eran dignos de confianza, que al principio todo eran palabras amables y luego sucumbían ante sus propios intereses cayese quien cayese ante ellos, amigos, conocidos o enemigos por igual. Sobre los dagarv (Boreazan conocía a más de uno excluyendo al profesor, y creía poder hablar con algo de base al respecto) se comentaba su tendenciosa pretensión cuasi obsesiva por la etiquetización y estandarización de la mayoría de los conceptos teóricos plausibles para el libre pensar (y no tan plausibles) que existían en el universo. Solían acabar como consejeros, filósofos, profesores, políticos, psicólogos, sociólogos… aunque en realidad había de todo, hasta mineros, en todo caso; pero lo que se contaba sobre ellos era básicamente cierto.
Pero los linocetasecorípanos… El carácter general que Boreazan conocía de ellos los instauraba en cotas de intelectualidad sensiblemente más bajas que las de los dagarv (y por tanto similares a las de los humanos), pero con capacidades socilales innatas que los dagarv sólo podrían alcanzar tras mucho esfuerzo; eran bastante más abiertos, verdaderos animales sociales por naturaleza que nunca podrían encontrarse en puestos de corte administrativo, como banqueros, inspectores de trámites, traductores, operadores de almacenamiento o de cualquier otro tipo…
Así pues, comprobar cómo la pareja formada por Yoet y Kládera parecía funcionar a la perfección, clavó en el intelecto del confiado Boreazan la primera punta de la inseguridad en su previamente estructurada configuración social.
El profesor le invitó a pasar en primer lugar a su despacho y tras entrar con él, selló la compuerta de acceso y activó el anulador de factura corporativista.
-Espero que mi familia no te haya importunado con sus comentarios en algún momento. – Dijo Yoet mientras ofrecía asiento a su alumno. Con tranquilidad comenzó a servir en dos pequeñas copas un poco de zumo de mhyytka. – La mayoría de las veces no piensan en lo siguiente que van a decir.
-¡Profesor! – Respondió riendo Boreazan al tiempo que se aferraba a su copa. – No lo dirá en serio; tiene una familia maravillosa. – Su sonrisa pronto desapareció. – La verdad es que durante algunos momentos ni siquiera me acordé de lo sucedido en el local. Le juro que nunca más quedaremos en ese tipo de lugares para discutir nuestras teorías.
-Nada, nada. – Respondió mientras se sentaba bajo el ventanal. – Estoy seguro de que fue un suceso aislado. No es que me gusten especialmente los locales sociales a los que me llevas, pero… - Bebió una ínfima cantidad del dulce zumo. - …estoy también convencido de que incluso nos vienen bien.
-No voy a pedirle explicaciones a eso, profesor.
Algunos segundos de incómodo silencio provocaron la pronta desaparición de las sonrisas que empezaban a aparecer en sus rostros. Finalmente fue el profesor quien se obligó a volver a hablar.
-Boreazan; como antes afirmé, existen historias que no deben ser contadas a menos que el que las ha vivido desee compartirlas. Lo sucedido con el personaje vestido de blanco en el local…
-Szawmazs. – Interrumpió el veridai. – Su nombre es… era Szawmazs; y su historia, desde el momento en que se entrecruza con la mía, forma parte de de mi historia reciente, y por tanto también de la suya, quiero imaginar. – Yoet continuaba callado, instando pacientemente con la mirada a su alumno a que continuase, si aquel era su deseo. – Dicha historia puedo… debo compartirla con usted, sólo si usted quiere. Pero no ahora; no tan pronto… Si me lo permite.
-Podría repetir lo que he dicho antes. Sólo cuando tú quieras. – Yoet se levantó de su asiento y se acercó a la pared de su derecha, donde abrió uno de los metálicos cajones. – Ahora es momento de que nos planteemos cual es la situación que nos incumbe. – Y volvió a sentarse con una pequeña placa en la mano que había extraído del compartimiento; la dejó sobre la mesa, a su lado.
Boreazan le dedicó un rápido vistazo, lo suficientemente rápido como para apreciar su forma (similar en aspecto y tamaño a una de las plataformas principales del Sistema Central de cualquier habitáculo residencial) pero no tanto como para discernir sus posibles funciones. El profesor continuó hablando.
-Confiando en que los supuestos de nuestro nuevo amigo humano sean ciertos, me extraña enormemente que alguna Sección de Seguridad no haya llegado ya a estas alturas y, por lo menos a ti, te hayan puesto bajo su custodia.
-Quizá eso signifique que no es cierto lo que nos dijo.
-No, no. En absoluto. Sinceramente creo en su palabra. Tomó la decisión de ayudarte… ayudarnos en un momento crítico. Y si por si ese hecho no fuese suficiente como para poder confiar en él, le quitaron la vida. Todo por defendernos.
-Yo no se qué busca ese humano, si es que es humano, - pensó en voz alta el veridai. – pero si tiene la… la habilidad de… - Boreazan parció perder los nervios por un momento. - ¡Esto suena ridículo!
-Y sin embargo deberíamos decirlo y repetírlo las veces que sean necesarias hasta que lleguemos a creerlo. Si, Boreazan; el humano volvió a la vida. Dilo.
-Oh, profesor; no hablará en ser…
-Dilo en alto. – La voz de Yoet había adquirido un timbre que Boreazan nunca había percibido. Tal vez sería mejor seguirle la corriente.
-El humano volvió a la vida.
-Bien. Mantén esas palabras en tu cabeza hasta que germinen, porque fue exactamente eso lo que sucedió en el local.
-Pero a eso mismo me refiero, profesor. Si tiene esa habilidad… ¿Qué mejor manera que ganarse la confianza de alguien más que hacerle presenciar su muerte al intentar protegerlo?
El profesor desvió su mirada durante unos brevísimos instantes hacia la pequeña placa que descansaba sobre el enorme escritorio, y al momento volvió a mirar a los ojos de su alumno.
-No creo que ninguno de los dos lleguemos a ser conscientes del terrible dolor que el humano ha sufrido por interponerse entre aquellos mercenarios… o asesinos, y nosotros. Ese trance debería ser prueba más que suficiente. Pero sobre todo da la impresión de que has olvidado que han muerto cinco seres en el local a manos del humano; repito, por defendernos. ¿Merecería el engaño que tú supones, la muerte de cinco personas?
-Bien… - Dudó el veridai. – Bueno… Tal vez si en realidad su pretensión fuese la que usted afirma… Entonces…
-Entonces deberíamos también suponer que el resto de información que nos ha suministrado es correcta. Al menos en parte; lo que no creo es que lo que lleva acoplado a su mochila de transporte ligero sea la plataforma principal de su habitáculo.
-¡Exacto!
-Pero él no tiene por qué saber que no es así. – Yoet se incorporó lentamente de nuevo para mirar a través del ventanal el ya escaso tráfico en el exterior. - Parece desconocer en gran medida los aspectos más elementales de nuestra sociedad, nuestros usos y costumbres, y sin embargo… me parece al mismo tiempo entrever en su persona una educación y una moral cualitativamente excelentes.
-De todas formas lo que nos advirtió no se ha cumplido…
-De momento. – Interrumpió Yoet.
-Bien, si; cierto… de momento. Pero nadie ha venido a reclamarnos. Ni seguridad aérea, ni seguridad terrestre, ni sección alguna de seguridad de bloque... – Boreazan dejó de hablar, y su pensativo ceño dio paso a una nueva aseveración. – Yo digo que le investiguemos.
El profesor, alertado por un leve y casi imperceptible sonido de su periférico, le dio la espalda al ventanal y se acercó al monitor-comunicador integrado en la mesa. Se sentó, conectó un par de cables, oprimió algunas teclas y volvió a desconectarse.
-¿Pasa algo? – Boreazan, nervioso, no pudo evitar preguntar.
-Mi familia. Querían saber si deseábamos alguna cosa antes de que saliesen al exterior. Van a presenciar una representación corporal clásica universal. Brecht, creo.
El zumo de Mhyytka se había acabado y Yoet volvió a ofrecer a Boreazan el líquido pardo-rojizo que había parecido calmar su sed en la conversación de varias horas antes en el mismo despacho.
-Podría ser muy interesante. – Susurró el profesor mientras llenaba la pequeña copa de su alumno.
-¿Disculpe?
-Haremos lo siguiente, si estás de acuerdo. – Volvió a cerrar el recipiente que contenía la fuerte esencia de Venoda. – Esta noche investigarás a Odded desde aquí, mientras yo dedico mis esfuerzos a otro tipo de búsqueda que tal vez nos proporcione información adicional sobre el humano. Conéctate a la datored en el monitor de la mesa. Confirma y compara cualquier información que encuentres en su registro de vida; estudia todos los detalles que documentes, por absurdos que puedan parecerte. – Dijo mientras se incorporaba y le cedía su sitio. – Yo trabajaré desde la pantalla del habitáculo contiguo.
Dicho lo cual recogió con mucho cuidado la misteriosa placa que descansaba sobre la mesa y desactivó al poco el sellado de la compuerta. Antes de que pudiese salir del habitáculo, Boreazan no pudo reprimir un inocente acceso de curiosidad.
-¿Hay algo que quiera contarme, profesor?
Yoet se dio ligeramente la vuelta, apoyado en el umbral del acceso mientras, pensativo, miraba la pequeña placa que reposaba entre sus manos y comenzaba a sonreir.
-No ahora, si me lo permites. No tan pronto. Estoy en mi derecho, creo.
Y salió del habitáculo. Boreazan estaba seguro de la importancia de aquella enigmática placa en las investigaciones del profesor, pero por mucho que lo intentase no podía determinar de qué tipo de aparato se trataba.
No podía ser una plataforma principal de algún Sistema Central, pues sólo había una por residencia y la Confederación no permitía precisamente la posesión de más de una; en caso de necesidad de reparación de una de las plataformas, ésta era sustituida por otra, pero el funcionamiento de cada una de ellas siempre se solapaba. ¿Tal vez se trataba de la plataforma de alguna otra residencia de la familia del profesor? Posible. Seguramente el profesor Yoet poseía más de un habitáculo residencial, aunque Boreazan no podía saberlo con seguridad. Pero aquella placa… sólo le parecía una plataforma, aunque en absoluto estaba seguro de que lo fuera.
-Acabará contándomelo. – Dijo para si mismo Boreazan. El veridai en realidad no tenía ganas de jugar a investigadores con el profesor; prefería hacerlo con respecto al humano.
Conectó varios cables de su periférico a las entradas laterales del monitor insertado en la superficie de la mesa de estudio del profesor y enseguida abrió comunicaciones con la Sección de Almacenamiento y Registro de Datos de la Confederación, dispuesto a cubrir al momento una ficha de pedido. No era la primera vez que pedía el registro de vida de algún ciudadano confederado, y en ese sentido estaba tranquilo; la identidad falsa que tres años atrás había conseguido que le configurase un especialista, unida a las nuevas competencias no demasiado legales introducidas en su periférico, le aseguraba certificación plena a la hora de exceder los niveles de seguridad confederados. Aquel especialista le había comentado algo sobre un generador aleatorio de caos que había programado en el periférico, por lo que cada vez que solicitase cierta información que requiriese cualquier tipo de comprobación de datos por parte de la Confederación, el generador se encargaría de ofrecer dicha información, aunque no fuese precisamente la verdadera.

>02:44 – 08/09/3824. Solicitud de datos. De: Treratrha Gadese. Para: Adquisición de registro de vida de Odded Tyral.
>...
>...
>...
>...
>02:46 – 08/09/3824. Solicitud de sujeto aceptada. Tramitación registro de vida. Respuesta afirmativa.
>...
>D. SARDC.
>Conexión SARDC desactivada.
>G-A./U.D.
>...
>Última descarga guardada.
>Abriendo Registro de vida Odded Tyral

Tras descargar el archivo y cerrar la conexión (pedida en esta ocasión por una tal Treratrha Gadese, a efectos de los registros de la Confederación), abrió el documento y comenzó a estudiarlo detenidamente.
-¡Oh! – Dijo de repente sonriendo, al tiempo que se incorporaba del asiento y se acercaba a la pared. Se concedió un momento para comprobar que el anulador corporativista seguía emitiendo.- ¿Dónde has guardado las esencias buenas, viejo?
Aquella sería posiblemente una noche muy larga, y seguro que a su maestro no le importaba ceder algunos de sus mejores licores por la causa.

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