domingo, 6 de abril de 2008

Capítulo 4



-Magistrum audite, pueri; nolite clamare-
(Oíd al maestro, niños; no quiero gritar)



Una figura atravesó a toda velocidad los oscuros pasillos de la zona N sin detenerse siquiera a mirar de vez en cuando a sus espaldas; no tenía tiempo que perder. La iluminación de todo el sector se encontraba bajo mínimos y sólo unos débiles y en extremo fugaces parpadeos rojos a ambos lados del pasaje le permitían saber por donde corría cada vez más rápido. De todas formas aún a oscuras no se habría perdido fácilmente.

La unidad de contención de la que formaba parte como soldado especial del ejército de la Confederación había sido completamente abatida hacía apenas un par de horas. Nadie los había visto venir. De repente una explosión atronadora en la zona del hangar nueve/B los había dejado absolutamente a todos casi sin capacidad de reacción y únicamente algunos soldados habían logrado mantener la compostura. Su unidad fue la primera en reaccionar dirigiéndose hacia la zona afectada mientras la estridente alarma de descompresión parecía introducirse en las mentes de todos los tripulantes de la Fragata Spinder. Una voz de mujer (Tal vez la Matriz principal de la nave o acaso una técnico del equipo de la sala de mando, a quien le importaba ahora) repetía una y otra vez la situación de un pequeño carguero semidestruido en el exterior del hangar nueve/B; dicho espacio estaba siendo sellado para evitar el riesgo de descompresión a escalas mayores.
El sellado se llevó a cabo con rapidez. Cuando varias unidades de contención estaban todavía llegando desde diversas partes de la fragata, el acceso al hangar (uno de los de mayores dimensiones de la nave) estaba ya restringido, y sin embargo les había dado tiempo a entrar...

-Primer escollo.
En un susurro casi inaudible el soldado expresó lo que su mente analizaba desde su primer contacto visual. Una de las compuertas principales de separación de zona de la fragata se encontraba ante él, y según informaba el piloto de luz roja la puerta no se abriría simplemente presionando el pequeño conmutador de la izquierda. Miró hacia atrás; el oscuro pasillo por el que había llegado hasta la gran compuerta continuaba vacío, tal y como él lo había encontrado. Pero el miedo…sin duda está presente en todo ser humano o raza existente, y a Isaías, como soldado, no le habían enseñado a superarlo si no a llamarlo en realidad de otro modo; apenas le habían mostrado la manera más práctica de neutralizarlo (una forma de autoengaño al servicio de una existencia más placentera, si pudiese expresarse de tal modo). Bien; ya habría tiempo más adelante para recapacitar pausadamente sobre los términos de dicha cuestión. Ahora tenía que encontrar la manera de acceder a la zona O, donde se encontraba el almacén general de armamento; allí sí podría repeler con alguna garantía un ataque, si este se producía, al menos algo más de tiempo del que tardaron en perder la vida sus compañeros de unidad.
Recordarlo apenas le afectaba; al fin y al cabo no apreciaron sus ojos escena alguna que no hubieran visto con anterioridad, y teniendo en cuenta que prácticamente acababa de llegar incluido como personal de defensa de la fragata de reconocimiento hacía apenas tres meses, no había mantenido casi ninguna conversación con el resto del personal, a excepción por supuesto de las órdenes de sus superiores, las cuales de todas formas no exigían en absoluto respuesta alguna.
-La compuerta de acceso de la zona N a la zona O. Perfecto. - El soldado seguía hablando en susurros consigo mismo. - Sellada. Cerrada. Inaccesible. Ojalá estuviese aquí Shang, pero no está, y tengo que lograr cuanto antes que esta maldita compuerta se abra.
Observó el monitor-comunicador encajado en la pared, al lado de la puerta. Desconectado del sistema central; imposible activarlo desde su posición.

El tumulto que al poco tiempo del sellado del hangar nueve/B se había formado por todos los pasillos de la fragata (¿De donde había salido tanta gente?) no le permitió más que ver cómo la muchedumbre formada por integrantes de su unidad de contención y otras que habían llegado al lugar del incidente, personal civil de la nave y droides de mantenimiento, era masacrada por figuras que apenas podía apreciar; Debido al caos producido por la explosión y la alarma que continuamente se dedicaba a descomponer los tímpanos de todo ser humano que estuviese en la fragata, sencillamente, se perdió toda capacidad de respuesta por parte de los grupos armados de contención interna. Apenas se escucharon ráfagas de respuesta al ataque del que se veían objeto; los primeros en caer eran los soldados; uno tras otro, y después los civiles sin poder oponer una resistencia que ni siquiera se esperaba de ellos. Él y tres soldados más habían logrado retroceder hasta la zona de los comedores; apostados en la puerta de acceso a dicha sala (la más grande de la fragata) consiguieron que el avance de aquellas criaturas se viese completamente cercenado; Buena posición y mejor cobertura. No debían preocuparse por el momento de nada más que del pasillo por el que habían retrocedido, pero ordenaron el sellado manual del resto de compuertas por las cuales se podría acceder a los comedores. Dentro había al menos un centenar de civiles, entre médicos, biotecnólogos, mecánicos y personal civil habitual que habían creído encontrar en la zona una protección permanente. Cuan equivocados estaban. Los soldados sabían con seguridad que a pesar de haber contenido el ataque a la zona de momento, volverían a encontrarse asediados por unas criaturas que, al menos en aquel embate, habían podido ver con claridad. Ocho cadáveres, más bien restos de aquellos seres se encontraban ahora repartidos por el pasillo a unos doce metros de la entrada que se encontraban protegiendo los cuatro soldados; su sangre negra cubría suelo, paredes y techo, pero incluso así no ocultaba toda la que habían derramado con su masacre comenzada hacía apenas cinco minutos. La última compuerta del espacio en el que se encontraban fue sellada de forma manual. Estaban temporalmente a salvo. ¿Recuento de munición? Allí se encontraban cuatro soldados de unidades de contención diferentes que no habían acudido a la explosión del hangar nueve/B completamente preparados. Sólo él de los cuatro había llevado consigo las municiones que el reglamento indica en caso de emergencia y no pudo más que repartirla con sus actuales compañeros.
Pero todos ellos sabían que no podrían aguantar con aquellos recursos un nuevo ataque la mitad de acuciante.

-¡Maldita sea! - El soldado sabía de sobra que la compuerta de acceso a la zona O no se abriría nunca desde allí. - Soluciones. Soluciones. - Lo único que podía hacer era programar su periférico y encontrar una posible ruta alternativa. Comenzó, de espaldas a la puerta, a introducir comandos en el ínfimo teclado buscando en su base de datos los planos de la fragata Spinder y las posibles soluciones a su situación. Cinco minutos y resultó imposible obtener el resultado esperado; los datos actualizados del estado de la fragata debían descargarse del comunicador de pantalla y éstos, a pesar de recibir energía, eran inaccesibles, no estaban activados.
Miró el contabilizador de tiempo de su periférico de comunicaciones: eran las seis y cuarenta y cinco; ya llevaba demasiado tiempo lejos de la zona de los comedores, y sus compañeros esperaban sin duda con nerviosa impaciencia que volviese lo más pronto posible con la tan necesitada ayuda.
Y ahora se encontraba con que los accesos estaban sellados.
Sin embargo recordaba una posible salida. El día que recibió el comunicado de su traspaso a la fragata como soldado de las unidades de contención se dispuso de inmediato a estudiar toda la información disponible sobre su nuevo objetivo, incluyendo los datos accesibles sobre el personal integrante a bordo de la nave: campo de operaciones de la misma, altos mandos y subordinados en todas las categorías, así como las funciones que desempeñaba la fragata para la Confederación. La información que obtuvo (no toda la en realidad existente, por descontado) le reveló más de un dato de sumo interés; y precisamente uno de aquellos pequeños detalles podría ayudarle en la acuciante situación en la que se encontraba.
-Bien, soldado - Mascullaba para sí con expresión contrahecha. - Lo único que tienes que hacer es intentar acceder a los conductos del sistema técnico, atravesar cientos de metros en un espacio que no permite una buena movilidad, y alcanzar sin problemas el almacén de armamento.
El tono irónico de sus palabras desvelaba sin duda inquietud, pero sin exteriorizarla en modo alguno (aunque no había nadie allí para percibirlo) comenzó a moverse hacia una de las trampillas de acceso a los agobiantes túneles bajo suelo, por los cuales pasaban todos los cables que aportaban el suministro necesario de energía a todos los rincones de la Spinder. Estos conductos tenían accesos en el suelo de la mayoría de los pasillos de la fragata, y aunque complicados y laberínticos excepto para los propios técnicos, él había tenido a bien memorizarlos al igual que el resto de información de la que había dispuesto en su momento. Manos a la obra. Cuanto antes comenzase, antes llegaría a su destino. Por supuesto había pasado por su mente la más que probable situación de encontrarse por los tubos con alguna de aquellas criaturas, pero no tenía opción.
Abrió uno de los accesos y entró.

-Creo que los cuatro sabemos que con esta cantidad de munición no se soluciona nada. - Había dicho el soldado más veterano; un gigantón vardasiano del cual se rumoreaba que era capaz de mantener durante toda una hora una cápsula de tamaño medio cargada por completo sobre sus poderosos brazos. Las apuestas sobre su fuerza y sobre los límites de la dureza de su piel completamente recubierta de un no demasiado tupido vello rubio estaban a la orden del día en la fragata. - Tenemos que hacer algo.
La alarma había dejado de escucharse hacía escasamente quince minutos y en dicho período de tiempo no habían recibido noticias de ningún tipo del exterior de la zona de los comedores. Al parecer, las intraconexiones por ondas entre los periféricos de comunicaciones no se encontraban funcionales. No podían enviar ni recibir ningún tipo de mensaje a no ser que fuesen transmitidos a través de los monitores-comunicadores dependientes de la Matriz de la fragata, los cuales parecían haber quedado inoperativos desde el inicio de los problemas.
-La solución, en sí, es sencilla. - Había apreciado el más joven con aparente tranquilidad. - Al menos para nuestra situación actual, no sólo de defensa de la zona. - Se trataba de un coldere de apenas un metro cincuenta de estatura y aspecto frágil en exceso, lo cual hacía más espectacular si cabe su aplomo en combate. Había sido además el primero en reorganizar a los supervivientes y llegar hasta la puerta de acceso a los comedores; Según el indicador digital del peto reforzado llevaba ochocientos treinta y nueve días en el ejército especial de la Confederación.- El almacén general de armamento se encuentra en la zona O, cerca de la compuerta norte de acceso a dicha zona; tal como lo veo tenemos únicamente tres opciones.
-¡Habla! - El vardasiano no podía contenerse. Todos sabían que no soportaba la forma de hablar de los colderes; según él un soldado debía ser más directo en sus palabras; más específico, sobre todo dadas las circunstancias de una situación como la que estaban intentando controlar. No debían perder el tiempo. Aunque, aún así… aquel coldere estaba siendo más conciso de lo que era habitual en ellos.
-La primera opción es quedarnos en esta sala y esperar una muerte segura ante el primer ataque serio que decidan realizar desde cualquiera de las compuertas de acceso. No digamos si intentan entrar por varias a la vez. - Los cuatro soldados habían reagrupado a los civiles en el centro de la gran sala, aproximadamente a una distancia de unos ciento noventa metros de cada una de las compuertas, y se mantenían ahora apartados escuchando las propuestas del coldere. - A mí, personalmente, no me hace pizca de gracia. Aunque las otras son igual de arriesgadas.
-¡Continúa!
-La siguiente opción que podemos contemplar es - y bajó el tono de voz mirando de soslayo al grupo de civiles - olvidarnos de ellos y movernos los cuatro hacia el almacén; tal vez incluso podríamos llevarnos a algunos para utilizarlos como escudo ante un posible ataque. - Era curioso observar a un coldere (con su piel rosácea, su carencia de cabello alguno y su extremada delgadez enfundada en un traje de combate) proponer unas soluciones aceptadas e incluso propuestas por el manual de la Confederación ante determinadas situaciones de combate, a la par que antimorales e inhumanas. Ojalá esto no lo hubiesen escuchado los civiles del comedor, pues la situación, sabían los cuatro, se complicaría mucho más. De todas formas los soldados aceptaban como buena esta propuesta.
-¿La tercera opción? – Preguntó el mismo coldere para en seguida proponer una respuesta. - La tercera opción comprendería que uno de nosotros comprobase la disponibilidad de armamento en el almacén, llegase hasta los hangares, activase varios droides de carga, alcanzase de nuevo el almacén general de armamento y trajera la mayor cantidad posible de arsenal y munición con la que poder defendernos con alguna garantía. Podríamos apostar algunas Unidades de Disparo Automático en cada uno de los accesos de la sala, en el exterior, y a los propios droides los podríamos usar de algún modo. Eso nos daría seguridad adicional y una ligera ventaja, en el caso de que realmente deseemos proteger la vida del grupo civil. Esto es lo que hay.

Él había aceptado la responsabilidad y ahora se encontraba caminando agachado por los oscuros conductos de suministro de energía. Esperaba ansiosamente poder abrir la compuerta de acceso a la zona O desde el otro lado, y ni siquiera quería pensar en la posibilidad de que no fuera posible; la abriría, haría lo que tendría que hacer y volvería a la zona de los comedores con la ayuda y materiales necesarios.
La razón de la elección de la tercera de las opciones había que adjudicársela a él mismo; había casi impuesto con mano de hierro su voluntad sobre los otros soldados y no podía fallarles, como tampoco podía fallarse a sí mismo. Era por completo inmoral abandonar a los civiles...
-Nonono; eso no me ha gustado nada en absoluto. - Apenas podía escuchar sus propias palabras, pero sí había creido percibir algo precisamente en la dirección que debía tomar. Las pequeñas luces amarillas del techo de los conductos no permitían una visión aceptable. Se quedó quieto por completo; la visión nocturna no serviría en absoluto en aquellas circunstancias y a pesar del ruido que estaba seguro haber percibido, no advertía movimiento alguno delante de él. Aunque...
-Te veo... – Susurros inaudibles; su mirada se endureció de repente. - Así que al final habéis bajado a los conductos... - Veía ahora a una de aquellas criaturas a unos cincuenta o sesenta metros de distancia, apenas sin moverse, haciendo quién sabe qué en aquellos precisos instantes. Una única criatura. Sola; como… dormida. Muy lentamente y sin provocar ningún tipo de sonido comenzó a mover su rifle en dirección a la criatura.
–Despacio, no te muevas... – Activó el zoom. Cincuenta y siete metros y veintidós centímetros de distancia. El silenciador no tardó en ser aplicado.
No se escuchó nada más. Después del casi inaudible disparo la criatura yacía inerte en el suelo. Esperó de todas formas un par de minutos antes de comenzar a avanzar y uno más tarde había alcanzado la posición en la que se encontraba el cuerpo (que no los restos de su cráneo, visiblemente esparcidos a varios metros de distancia). Esto era lo que mejor sabía hacer, y situaciones como aquella no le suponían dificultad alguna. Sin apenas prestar más atención a la criatura siguió avanzando hasta alcanzar una de las salidas de los conductos hacia la Zona O, entre la zona de carga 9 y el almacén general de armamento. Casi había llegado a arrepentirse de la decisión que había tomado. Pero ahora no. Ya no. Había alcanzado el lugar.

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