lunes, 23 de junio de 2008

Capítulo 15



-Ex ossibus ultor-
(De mis huesos nacerá el vengador)
(Segunda parte)



“El inmenso sol de aquel lugar no dejaba espacio alguno para la vida; asolaba sin piedad las inmensas llanuras ya quemadas tras los incontables siglos de permanencia ante los distantes fuegos.
En el horizonte podían advertirse ciertas formaciones montañosas; viejas y gastadas; y aunque todavía orgullosas, se veían rendidas al paso del tiempo y a las fuerzas que de continuo las oprimían. Incluso la más dura piedra acababa deshecha frente a aquello que no podía ser detenido.
Y luz; mucha luz. El calor abrasador quemaba los ojos y resecaba la piel hasta convertirla en polvo. La tierra ardía, aquí y allá, en pequeños focos de fuego que marcaban los caminos que podían ser seguidos y los que no. Rocas y tierra por doquier, nada más. Estaba sola.
Miró a un lado y al otro y vio lo mismo en todas partes; intentó forzar la vista y distinguir cualquier detalle que no fuese propio del desolador paisaje; algo, lo que fuese, le valdría… sería suficiente… para no perder la esperanza.
Porque sabía que tenía una misión que cumplir; sabía que tenía que encontrarse con alguien… con algo (o quizá ser encontrada) y le sería entonces revelado el secreto que tan bien había sido escondido en su interior. Tal vez ya conocía tal secreto y simplemente se estaba esforzando en olvidarlo.
Comenzó a soplar una leve brisa. El calor dejó de repente de ser tan agobiante y allá, al final del paisaje, en el horizonte, un asomo de verde empezó a inundar las llanuras; primero lenta y tímidamente, como si tuviese algún reparo en expulsar al imponente y majestuoso astro de sus dominios; y luego con violenta furia, hasta desear hacer suyo el planeta entero.
Había alguien allí; tan lejos. Si pudiese distinguir quien era aquella persona que lentamente se acercaba, todavía… podría encontrar alguna respuesta.
Lo verde llegó hasta ella; hierba, flores y pequeños arbustos crecían ya cerca, pero no a su alrededor. La expansión cedió a algún tipo de maldición que la asolaba. Intentó coger una planta, pero la marea verde moría bajo sus pisadas, alejándose de ella, deseando fervorosamente no ser manchada por su tacto.
Comenzó a correr, intentando atrapar cualquier brizna de hierba, cualquier simple pétalo de flor, cualquier hoja de arbusto… incluso cualquier grano de arena al que apenas le hubiese sido imbuida la dulce y exquisita vida.
Pero todo lo que podía aspirar a tocar era tierra yerma; estaba ya muerta, y siempre lo había estado. Cayó al suelo de rodillas, agarrando tierra a puñados y llorando desconsolada por no poder abrazar lo que quería poseer con tanta ansiedad.
Aquel hombre estaba ya cerca, muy cerca; podía sentirlo. Y le miró. Era alto y de piel morena, y vestía flojas y azules ropas que se mecían con la fresca brisa. Su sonrisa era cálida, nunca abrasadora como el rey que acababa de ser destronado, y sus ojos, verdes como la misma hierba que no podía tocar, transmitían la calma que Loreen tanto había deseado durante toda su vida. ¡Pero cuando habló!... las palabras de un ser que no podía ser nada más que un dios se introdujeron por cada poro de su piel, por cada abertura de su cuerpo, llegando a todas y cada una de las más ínfimas partes de su existencia.
Y se sintió nacer de nuevo; la hierba la aceptó, su piel suave era acariciada por los pétalos de las flores que la arropaban, y Loreen sabía que no podía pedir más; sólo, tal vez, saber el nombre de aquel que habló. -¡Dime tu nombre! – Susurró - ¡¡Dime tu nombre!! – Habló.”

-¡¡¡DIME TU NOMBRE!!!... – Gritó.
-Loreen ¿Estás bien?... ¡Despierta!... Lucy, enciende las luces.
-Por supuesto, Glodar.
Al momento la habitación se iluminó tenuemente, inundando el recinto con una cálida y agradable atmósfera anaranjada.
-¿Loreen? Despierta cariño, sólo es una pesadilla.
-Glodar… uhmm… - Loreen estaba temblando, todavía medio dormida. – ¿Que sucede? Estaba soñando con…
-Tranquila; ya ha pasado. ¿Quieres una taza de snez? – Dijo mientras la abrazaba con dos brazos; con los otros dos había vertido un poco del oscuro y reparador líquido en un recipiente metálico y se lo estaba ofreciendo a Loreen.
-Gracias Glod. – Logró decir. - ¿Qué hora es?
-Faltan apenas tres horas para ir al trabajo; intenta descansar un poco. Vuelve a dormirte; descansa. Hoy tendremos una jornada especialmente agotadora. – El completo abrazo de Glodar la hizo sentirse un poco más cómoda - ¿Seguimos durmiendo?
-Si, por supuesto. ¿Lucy?... buenas noches.
-Buenas noches Loreen.
Y la luz de la habitación desapareció sin prisa, dejando a sus dos ocupantes caer de nuevo en el abrazo del descanso. Pero Loreen tardó en conciliar el sueño; no podía alejar de su cabeza cierto recuerdo sobre una persona… un timbre de voz… y un cambiante paisaje que a partir de entonces, estaría siempre a punto de alcanzar.

1 comentario:

  1. Me ha gustado este capítulo, por su lirismo, me ha parecido de los mejor escritos. Me llama la atención las situaciones en las que se ha representado hasta el momento a Loreen, se puede decir que no le ha pasado nada, que sólo ha dado vueltas sobre sí misma...Me gusta oiga.

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