lunes, 19 de enero de 2009

Capítulo 37


-Omnis homo mendax-
(Todo hombre es mentiroso)
(Primera parte)



Desde que había entrado en el habitual vehículo de transporte solicitado desde su despacho, lo único que Loreen intentó con todas sus fuerzas fue no pensar en absoluto en lo que había encontrado, porque posiblemente, suponía, habría preferido no haberlo hecho.

Por suerte Glodar no la había visto salir (no soportaría haberse encontrado con él en aquellos momentos; nunca aparecido tan reciente su descubrimiento), y seguramente se sorprendería bastante cuando, llegada la hora de finalización de su jornada laboral, solicitase el acceso a la cédula de trabajo de la coordinadora principal de la Sección veintitrés y comprobase que ella ya se había marchado.

¿Estaba exagerando las cosas?

Quería pensar que no, que en modo alguno; lo que estaba haciendo y lo que haría más tarde lo encontraba perfectamente justificado. ¿Acaso existiría alguien que no sintiese la imperiosa necesidad de aclarar la situación todo lo que fuera posible en aras de poder apreciar las circunstancias que tanto llegaban a oprimír con, tal vez, un poco más de perspectiva?

Cualquiera lo haría.

Había descargado una copia del registro de vida de Glodar Rhodes en su periférico, y de momento no había abierto el archivo; seguramente esperaría hasta llegar a su residencia para poder estudiarlo con detenimiento y la considerable ayuda de Lucy, si era necesario, aunque mantenía en su cabeza todavía ciertas dudas.

Tal vez sería mejor eliminar el documento, olvidar por completo que alguna vez estuvo en su poder y continuar su maravillosa y envidiable vida al lado de una pareja tan ansiada, deseada, agradable y maravillosa como lo era Glodar.

Loreen se acurrucó con fuerza contra la compuerta de la parte trasera del vehículo de transporte, sintiendo frío, miedo, inquietud, soledad y angustia. Necesitaba descansar y sentirse renovada, curada de la enfermedad de la duda, aunque fuese sólo por una noche.

Miró su periférico; faltaban apenas diez minutos para llegar a la torre en la que se encontraba su habitáculo residencial. Ya que no había conseguido pensar en cualquier cosa que no fuera Glodar en el tiempo que llevaba de viaje, intentaría con fuerza distraer su mente en el poco tiempo que quedaba. Comenzó por pretender distraerse mirando a través de las pequeñas ventanas del vehículo de Antón.

Allí estaba Oeveey. La ostentosa y atractiva capital. Nunca le prestaba la suficiente atención, ni desde dentro (pues apenas sí acudía a cualquier reunión social, prefiriendo quedarse siempre con Glodar en su residencia) ni sobre todo desde fuera.

En concreto porque nunca se dignaba en dirigir una simple y poco complicada mirada de vez en cuando al paisaje que la envolvía; sencillamente se dedicaba a desplazarse de un lado a otro; del interior de un habitáculo al interior de otro habitáculo, siempre con prisas y sin detenerse a observar absolutamente nada de lo que la ciudad podía ofrecerle. Cierto que por su trabajo tenía escasas posibilidades de entablar cualquier tipo de relación con el exterior, pero había algunos que lo intentaban. Bueno; su madre ya le había advertido al respecto, y ella conocía a la perfección los peligros de tal comportamiento.

Pero tal vez un simple paseo… ¿Cuándo había sido la última vez que había paseado?

Creía recordar que con su padre, pero no en un parque, por supuesto; ni siquiera en una sala holográfica de ocio (nuna había entrado en una), sino por uno de los brillantes y anchos pasillos de los laboratorios en los que Richard Friedkin trabajaba por entonces (lo que sin duda no podía recordar era dónde se suponía que estaban emplazados aquellos laboratorios)

De hecho apenas recordaba a su padre, pero la sensación recuperada de las caminatas a su lado pudo relajarla un poco.

Tal vez un paseo esta noche le vendría bien, pensaba, e incluso podría llevarse a Lucy, concluía. Pero lo que no deseaba bajo ningún concepto era ver por el momento a Glodar; casi con toda seguridad aparecería tarde o temprano (más bien esto último) llamando a su puerta para hablar con ella por su inexplicable escapada del trabajo.

Otra vez; Glodar en sus pensamientos.

Fuera seguía lloviendo con fuerza, pero incluso a pesar de la posible tormenta que se avecinaba sobre la ciudad, la fuerte lluvia y el poderoso viento aparentaban acariciar con dulzura las increíblemente imponentes siete torres de Oeveey. ¿Siempre había sido tan grande el parque principal?

-¿Loreen?

Si. Decididamente daría un paseo.

Todavía entonces le resultaba verdaderamente increíble comprobarse sugiriendo tal idea. Si no recordaba mal, en su planta había una sala holográfica de ocio, y posiblemente (en realidad con toda seguridad) estaría libre a esas mismas horas. Pasaría por su residencia para traspasar el archivo del registro de vida de Glodar a la pequeña base de datos de Lucy, se cambiaría de ropa y saldría dispuesta a reservar la sala de hologramas. ¿Cuánto tiempo se tardaría en pasear?

-¿Loreen?

El periférico informaba de que casi eran ya las ocho y cuarto (a estas horas todavía estaría saliendo de su despacho si no hubiese cogido algo más de una hora libre), por lo que Glodar llegaría sobre las nueve. Tendría que decirle a Lucy que no dejase acceder a Glodar a su residencia mientra ella estuviese fuera.

-Loreen… – La preocupada y algo nerviosa voz de Antón logró al fin sacarla de la peculiar amalgama en la que se estaban convieriendo sus pensamientos. - ¿Estás bien?

Algo sorprendida, por toda respuesta le dedicó una sincera y cansada mirada y un escueto estoy bien hasta la vista. Antón era un buen slog, de eso no cabía ninguna duda, y su conversación la había distraido en muchas otras ocasiones, pero en aquellos momentos estaba demasiado ansiosa por dar un paseo y liberarse de sus preocupaciones.

Ansiosa.

Dudaba profundamente que aquella fuese la palabra correcta que definiese lo que sentía en su interior.

Inquieta.

Mucho mejor.

Bajó del vehículo en la entrada trece del bloque urbanita y se dirigió sin tardanza hacia el primero de los controles que tendría que atravesar antes de llegar por fin a su residencia.

El periférico parecía pesarle cada vez más. ¿Estaría cayendo en una absurda obsesión? La información que guardaba en él, bien podía no revelar nada importante; nada sospechoso. Pero a cada paso que daba hacia su habitáculo residencial, más convencida estaba de algo: era completamente necesario realizar una serie de comprobaciones. Intentaría por supuesto abordar la cuestión como si se tratase del registro de un completo desconocido (¿No lo sería Glodar al fin y al cabo?) para lograr ser objetiva al respecto. Siguiente control.

Por otra parte, ya que esa noche dormiría sola, tendría que pedirle a Lucy que le preparase una bebida relajante; tal vez algo a base de extracto de lanka con esencia de fresas (el lanka era tan agrio al sabor como efectivo a la hora de dormir). Ojalá esa noche no tuviese los persistentes sueños que tanto la debilitaban últimamente. Al principio no dejaban de ser sueños curiosos, anecdóticos, agradables incluso como último sabor de boca al despertar; pero los últimos podían perfectamente clasificarse como pesadillas. Desde el primero había llevado estricta cuenta de ellos, anotando todos los recuerdos que regresaban a ella siempre tras un par de días. Un control más.

Incluso podría… no; mala idea. Mejor dejar la sala holográfica para el paseo que tenía pensado realizar en breve. Aunque, bien pensado, tal vez no fuese tan mala idea intentar representar los sueños por medio de los proyectores holográficos; tenía guardadas en la base de datos de Lucy todas las minuciosas (hasta el extremo concebible) descripciones de los sueños-pesadillas que estaba sufriendo. ¿Por qué no intentarlo? Quizá de aquel modo podría (con suerte, pues era coordinadora de datos, no agente especial de búsqueda ni nada por el estilo) descubrir lo que siempre sentía que le faltaba por entender. Sobre todo estaba ansiosa (esta vez sí creía haber acertado con la palabra) por encontrarse cara a cara con el misterioso personaje que tanto la desestabilizaba en sus oníricas vivencias. Penúltimo control.

Por qué. En el fondo sólo quería saber por qué Glodar había cubierto una ficha para realizar el pedido de varios de los estudios de su padre.

-Piensa, Loreen; piensa. – Murmuraba camino del último control.

Todo sería mucho más sencillo si hubiese descubierto a Glodar fisgoneando en la datored confederada, saltándose los controles primarios de seguridad y los programas de contraataque rutinarios: “Entonces, en la mitad de la noche, Loreen descubrió al peor enemigo de la Confederación sustrayendo la información más peligrosa que podría llegar a tener un hostil y rencoroso ciudadano en su poder; y avisando enseguida a las valientes secciones de seguridad confederada que velan de continuo por la tranquilidad de todos y cada uno de los ciudadanos confederados, logró atajar la importantísima amenaza que asolaba la paz universal. Había nacido una heroína, una leyenda, una nueva ciudadana modelo que…”

Loreen no pudo dejar escapar una pequeña carcajada mientras caminaba (cada vez más deprisa) por los vacíos pasillos, tras imaginarse (sin querer) la absurda escena que le habría gustado que sucediese. Si los padres, madres y tutores confederados supiesen con cuantos machos y hembras de razas distintas había mantenido relaciones físicas nadie la consideraría ciudadana modelo. Último control; Ya había llegado.

Desgraciadamente Glodar también.

Todavía no la había visto; todavía podía… podía…

-¿Loreen? – Glodar la saludó desde el final del pasillo y comenzó a caminar con bastante prisa en su dirección. ¿Era aquella expresión en su cara tal vez preocupación? Qué estúpida había sido; completamente estúpida. Allí estaba su maravillosa pareja, preocupada, inquieta, cada vez más cerca de ella, quien todavía permanecía quieta al principio del corredor; sólo verlo acercarse le hacía pensar que todas sus sospechas se habían basado en la mayor y más absurda de las ideas.

¿Cómo había podido dudar de él?

Aunque… ¿Cómo había llegado tan pronto?

-Loreen, cariño. – Glodar rodeaba a una inmóvil Loreen con un fuerte abrazo. – Loreen, me tenías preocupado. ¿Estás bien?

Loreen miraba directamente hacia los ojos de Glodar, quizá intentando percibir cualquier signo de falsa preocupación en su mirada.

-¿Loreen? – El abrazo del atractivo linoceta dejó entonces de ser tan fuerte. - ¿Te encuentras bien? ¿Por qué has salido antes, y sin avisarme?

-¿Y tú? – No; así no: debes fingir que no has encontrado lo que has encontrado. Síguele la corriente y cuéntale cualquier cosa. Mañana te inventas algo para no ir al trabajo; ya tendrás tiempo de revisar su registro. – Lo siento… - Continuó. - …imagino que necesitaba descansar. – Comenzó de nuevo a caminar hacia su residencia, esta vez acompañada de Glodar.

-¿Quieres que avise en la Sede Médica? Tal vez puedan enviar a alguien. Si sólo es cansancio seguramente te…

-No; no te preocupes. Le diré a Lucy que me prepare un vaso de lanka con fresas. – Dijo Loreen mientras exhibía la mejor de sus sonrisas. La compuerta de acceso a su residencia se abría en aquellos precisos momentos. - ¿Y tú? ¿Cómo es que saliste antes de tiempo?

-Llamé a tu despacho y Valad me dijo que justo tres minutos antes acababas de marcharte. – Respondió al tiempo que comenzaba a dejar su ropa sobre el módulo de descanso.

¿Se estaba desnudando?

-La… la compuerta no está… Lucy, cierra la compuerta. – Y añadió después algo molesta. – Glodar ¿Te estás desnudando?

-Bueno; si estas tan cansada como dices no podrás oponer mucha resistencia. – Añadió sonriendo.

Las palabras de Glodar parecían sonar divertidas, alegres, carentes de malicia alguna; pero a Loreen le sonaron muy distintas a las otras tantas veces que se las había oido decir. Volvía a pensar en lo mismo ¿Se estaba obsesionando con el hallazgo en la datored? Sería mejor pedirle a Lucy la bebida y acostarse cuanto antes, es decir; sola.

No. Se estaba obsesionando. ¿Por qué tendría que dormir sola esa misma noche si a su lado estaba la persona más maravillosa que había conocido en toda su vida? Volvió a mirar a Glodar directamente a los ojos. ¿Qué esperaba encontrar en ellos? No tenía ni la más remota idea; tal vez un atisbo de mentira; de culpabilidad, o de quién sabe qué.

Un ya completamente desnudo Glodar se acercó a ella y la rodeó con sus brazos mientras besaba la estremecida piel de su cuello, y aún cuando el cuerpo de Loreen reaccionó a la siempre tan ansiada cercanía de Glodar, su cabeza vagaba bien lejos de aquella residencia; de aquel momento tan íntimo.

Parecía siempre tan sincero, tan agradable en unos momentos, tan arrebatadoramente erótico en otros; era tan dispuesto, tan atrevido, tan apasionado, tan educado, tan hermoso; tan… tan…
Tan perfecto.

En el fondo siempre había deseado una pareja perfecta, y ahora que parecía tenerla al fin, dudaba de ella.

Loreen se apartó despacio a un lado, deshaciéndose del atrayente abrazo mientras arreglaba el desorden que había provocado Glodar en sus ropas. Sin decir palabra se acercó entonces a un pequeño cajetín metálico dispuesto en la pared, cerca de la compuerta de acceso a su residencia, y extrajo la plataforma principal del sistema central de su habitáculo residencial para terminar por conectarla a una entrada libre de su cinturón.

-Me llevo a Lucy. Por si te interesa estaré en la sala holográfica 39/D, e imagino que tardaré bastante en volver.

-Pero… - El abandonado linoceta permanecía absorto y sentado en el módulo de descanso de la sala principal. – Pero…

Y no dijo más. Lo último que vio Loreen tras de si antes de salir de su residencia, fue a Glodar recogiendo sus ropas y comenzando a vestirse de nuevo. Lo siento, pensó; lo siento.

Mientras se dirigía hacia la sala de hologramas miró su periférico; las ocho y cuarenta y dos. Con suerte estaría dentro de la sala a las nueve y la ocuparía al menos durante una hora con opción a otra a mayores.

Por lo general toda sala holográfica permitía la entrada libre a grupos y estaba abierta al público en horario continuo de ocho a ocho, generando cada día un escenario distinto, perteneciendo el paisaje forjado, por ejemplo, a las inmensas y pardas praderas del sur del planeta veridai una jornada, a las imponentes colinas de Tagha V otra, y pasando por supuesto a través de los desiertos de Vardas, antiguas ciudades de viejas y desaparecidas culturas confederadas, miradores espaciales confinados en los límites del universo conocido, selvas de los planetas más frondosos, montañas que en la realidad sólo podrían llegar a verse tras años de viaje, océanos negros de los mundos menos colonizados, lagos, llanuras, jardines… y un sin fin de espacios tan atractivos como carentes de público; y es que hoy día casi nadie las utilizaba, cosa que no era de extrañar, por otra parte, debido a un sin fín de motivos de entre los cuales destacaba sobre todos el exagerado tiempo que se debía ocupar en el trabajo.

Por eso nunca antes había probado la experiencia.

Fuera del horario habitual, las salas podían reservarse a nivel individualizado, por una cantidad lo suficientemente justa como para que Loreen se plantease intentar gastar su tiempo en desenmarañar el posible significado de unos prácticamente repetitivos sueños que últimamente la… acosaban.

Pasado el último sector residencial, la puerta de la sala holográfica se alzaba ante ella.

La información desplegada en la pequeña pantalla situada sobre la puerta indicaba que la sala estaba libre. Introdujo sus datos tras insertar uno de los cables de su periférico en la entrada correspondiente y cubrió una ficha de reserva imediata para la siguiente hora. La compuerta de acceso a la sala de hologramas se abrió.

-Lucy; ésta será mi primera experiencia en la sala holográfica. Infórmame.

A través del pequeño implante sintético-orgánico realizado a las pocas horas de su nacimiento, Loreen (al igual que la gran mayoría de la ciudadanía confederada), podía escuchar al sistema central con claridad dentro de su oído.

-Por supuesto, Loreen. Introduce la plataforma de mi soporte en la entrada adaptada que encontrarás a tu izquierda. No te preocupes por la oscuridad; en cuanto te adentres en la sala se detectará tu presencia y la iluminación se activará.

Mientras daba un paso hacia el interior de la oscura sala, Loreen se preguntaba una vez más por qué razón nunca había hecho uso del servicio holográfico de ocio que la Confederación ponía a disposición de la ciudadanía; en realidad todo aquel que lo había contrastado no solía ser capaz de completar con adecuadas y apropiadas palabras una descripción mínimamente exacta, lo que a su vez solía provocar la suficiente curiosidad en el que escuchaba las divagantes explicaciones como para anhelar adentrarse en la experiencia sensorial más increíble, solía asegurarse, de toda su vida. ¿Por qué entonces el servicio se había revelado como un rotundo fracaso?

La sociedad convivía con la tecnología de los hologramas de continuo, y tal vez esa corriente cotidianeidad había terminado por mellar la ilusión del ciudadano en ciertos aspectos; los hologramas aparecían en las cabinas de los pilotos, en los sistemas de guiado de los vehículos de transporte, en las recepciones de las grandes superficies residenciales, en los paneles explicativos de cualquier rincón confederado, en algunos de los útiles de estudio de alumnos e instructores, en los juguetes de los infantes; es decir, si no a tan gran escala como en las salas holográficas, el uso de la tecnología holográfica se había convertido en algo tan habitual que apenas nadie deseaba fervientemente experimentar lo que creían “básicamente lo mismo pero más grande”. Había escuchado en muchas ocasiones aquel argumento (ella misma lo había utilizado más de una vez) para evitar una invitación destinada a probar las salas; de repente surgían siempre diversas actividades de más importancia o incluso interés como para perder el tiempo en nimiedades como aquella.

-Pues ahora lo comprobaremos… - Dijo entre susurros casi sin darse cuenta. En el mismo instante en que pisó la superficie de la estancia el sistema de iluminación se activó, dejando apreciar un espacio de aproximadamente… diez por diez metros y cinco, más o menos, de alto. Las blancas paredes metálicas, brillantes y lisas, distribuían la luz como nunca antes había apreciado Loreen en ningún otro lugar.

Buscó con la mirada el conector que Lucy le había indicado mientras la puerta se cerraba tras ella; sólo uno en todo el local. Extrajo la plataforma de su cinturón y la ajustó a la entrada de a pared. Tras unos débiles parpadeos de varios de los diminutos pilotos luminosos de la plataforma los sistemas aparecían como activados.

-Prueba primera de recepción de sonido.

La voz de Lucy sonaba ahora a través de uno de los conductores de sonido (en este caso el más cercano a su posición) integrados y vagamente disimulados a lo largo de la amplia estancia.

-Afirmativa. – respondió Loreen. Lo único que podía hacer por el momento era permanecer a la expectativa de las actividades de su central. ¿Qué estaría haciendo Glodar en aquellos momentos?

-Prueba segunda de recepción de sonido.

Las palabras de Lucy se escuchaban ahora por distintos puntos de la sala, abarcándola en toda su extensión. Claramente el sonido había trazado un perfecto recorrido.

-Afirmativa. – Volvió a responder. ¿Faltaría mucho? No podía quitarse a Glodar de la cabeza.

Hubo una tercera, y una cuarta, y hasta una quinta prueba de ajuste de sonido. Todas afirmativas. Según Lucy le explicó al momento, pasarían entonces a las pruebas de imagen.

La primera de ellas fue la repentina aparición en la esquina más alejada de la posición de Loreen de una figura con rasgos creados de forma aleatoria y consecuente. Una figura masculina de raza humana con traje anodinamente normal, aspecto normal, expresión normal y rostro normal; un estereotipo de personaje que se puede llegar a conocer en cualquier lugar, con el que se pueden cruzar tal vez algunas palabras, y que se olvida casi enseguida que se ha conocido nunca. La segunda de las pruebas, sin embargo, implicó un uso de mayor importancia de los hologramas: en la mitad contraria de la sala en la que se encontraba Loreen, se configuró de inmediato la impecable representación de un habitáculo residencial habitual de clase media que podría perfectamente existir en la realidad de cualquier edificio confederado; muebles de tendencia actual y practicidad casi total de funciones: era verdaderamente impresionante.

También en esta ocasión hubo una tercera prueba, una cuarta e incluso una quinta, pero ninguna de ellas llegó a ocupar de momento la totalidad del espacio disponible en la estancia.

Miró su periférico. ¿Las nueve y cuarenta y tres? Se acercó al panel en el que estaba conectada su Central y realizó el pedido de una hora a mayores.

Tras algunos segundos se Luz verde en el pequeño piloto informador; aquello comenzaba a salirse del presupuesto que había imaginado en un principio.

-Son trámites que deben cumplirse, en principio, únicamente la primera vez que se entra en el sistema holográfico. Absolutamente todos los ajustes realizados se ven encaminados a proporcionar una perfecta recepción por parte del usuario. – Informó Lucy. – Cada raza confederada posee unas características sensoriales muy distintas en ocasiones a las demás.

-De acuerdo, de acuerdo; claro. – Estaba empezando a cansarse. – Imagino entonces que no se recomendará la formación de grupos de visita interraciales.

-En efecto, Loreen, pero como dices se trata de una recomendación, nunca imposción. Pueden ser ajustados de manera individual cada uno de los emisores de hologramas. Ten en cuenta que se trata de la manipulación de los sentidos del espectador, en cierto modo, por lo que su adaptabilidad es casi completa; del noventa y ocho por ciento para ciertos grupos, en concreto. Siempre existen situaciones que no permiten la plena recepción por parte de ciertos espectadores que forman parte de un conjunto de individualidades sin las mismas características.

-Bien; de acuerdo. – Loreen empezaba a pensar que ya era hora de empezar de una vez con la representación de sus sueños. - ¿Puedes comenzar con la primera descripción de mis sueños que te proporcioné?

-Por supuesto, Loreen.

Las imágenes se fueron conformando poco a poco, con programada cautela para evitar en la medida de lo posible el (en principio) poco probable riesgo de provocar cualquier tipo de rechazo sensorial por parte de Loreen, y al cabo de medio minuto la totalidad de lo que antes era la sala holográfica se había convertido en el hostil desierto que había sido el marco paisajístico del primero de sus sueños; la base a la que estaba conectada la central de Loreen aparentaba ahora situada en el aire, y era el único elemento visual que permitía recordar que se encontraba en una sala metálica de considerables dimensiones.

La representación era muy similar a lo que Loreen recordaba haber soñado, y tras unos leves ajustes introducidos en la representación, sobre todo en lo relacionado al color que creía recordar, decididamente sí podía afirmar que estaba dentro de sus sueños:

El inmenso sol de aquel lugar no dejaba espacio alguno para la vida, asolando sin piedad las inmensas llanuras ya quemadas tras los incontables siglos de permanencia ante los distantes fuegos. En el horizonte podían advertirse ciertas formaciones montañosas; viejas y gastadas; y aunque todavía orgullosas, se veían rendidas al paso del tiempo y a las fuerzas que de continuo las oprimían.

Incluso la más dura piedra acababa deshecha frente a aquello que no podía ser detenido.

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