martes, 3 de febrero de 2009

Capitulo 38


-Agis quod adis-

(Haz bien lo que haces)

(Segunda parte)


Aquel habitáculo no era tan cómodo ni por supuesto estaba tan bien organizado como su propio despacho, pero Yko no estaba en la vivienda (al igual que el resto de su familia, quienes se habían desplazado a presenciar una representación corporal clásica universal de Bertolt Brecht; La toma de medidas, creía recordar), y por tanto el habitáculo personal de su primogénito quedaba disponible (y estaba en bastante mejor estado que el de Yter, con lo que las posibles dudas iniciales sobre la elección de un temporal lugar de trabajo se habían disipado casi de inmediato).

Boreazan haría bien su labor, como ya había demostrado en los iniciales y complejos trabajos de investigación para algunos de los más exigentes instructores en la Sede Educacional de Oeveey. Si existía algún dato que pudiese poner en compromiso el registro de vida del humano, o incluso cualquier mínimo detalle que provocase la más ligera duda sobre su registro de vida, Boreazan lo encontraría.

Por su parte, la búsqueda que él mismo se había encomendado habría de ser el cúlmen de lo que su alumno hallase en la datored: Si Boreazan tenía éxito y sus sospechas se veían confirmadas, toda la información que él había recopilado durante gran parte de su vida, y la que a mayores lograse hallar en esta búsqueda con renovadas energías (poca cosa, con toda seguridad, pero debía asegurarse de que nada nuevo había salido a la luz en el último año) significarían posiblemente la solución a un antiguo enigma.

Lo que más le preocupaba era poder llegar alcanzar la plena capacidad para llegar a ser consciente de la indiscutible importancia de la situación; comprobar como verdaderamente viable el ser capaz de asimilar la posible realidad de la indiscutible existencia de aquel humano si se cumplían sus presunciones.

¿Sería capaz de admitirlo?

¿Qué sucedería si, como ávida y verdaderamente creía, sus viejas conjeturas se convertían en realidad? ¿Y si todo lo existente en los escritos fuese totalmente cierto? Yoet nunca había llegado a imaginar esa concreta parte de tal sueño, pues nunca había creído factible llegar a encontrar a alguien como lo que deseaba que fuese Odded, tal y como explicaban las escrituras a las que había dedicado casi toda su vida; pero a pesar de sus denostados esfuerzos en la continua y en ocasiones enmarañada búsqueda de infomación disponible tanto en la Confederación como en la Corporación, en el fondo, en los más profundo de su ser, en las relegadas entrañas más oscuras y veladas de su existencia plenamente consciente, nunca había admitido seriamente que pudiese llegar el día en que las antiguas escrituras se convirtiesen en palpable realidad.

Intentaba siempre pensar que si, por supuesto, que era cierto, que algún día todo quedaría revelado.

Pero no podía.

Yoet comenzó a sentir una curiosa mezcla de nerviosismo, irritabilidad, ansia y satisfacción mientras jugueteaba con la pequeña pieza entre sus dedos. Habían pasado ya varios minutos desde que había dejado su habitáculo personal y ni siquiera había conectado su periférico al monitor para comenzar la búsqueda de los últimos detalles y comprobaciones; podía tratarse de cobardía, en cierto modo (¿Sería posible?) ante la posibilidad de enfrentarse con tan importante hallazgo (en caso, se repetía, de producirse), o precisamente el tiempo hasta el momento gastado en pensamientos una preparación mental para asimilar correctamente sus deseos, posiblemente convertidos en realidad.

-El único que tiene verdadera potestad para dañar impunemente a los demás, es aquel que no puede ser dañado… - susurró lentamente el profesor mientras su mirada vagaba pausadamente por el habitáculo de su hijo. Se trataba del inicio de la letanía de una vieja leyenda; aquella misma quimera en la que desde siempre y sin razón lógica alguna había creido a pies juntillas… aunque no (comprobaba realmente) en lo más profundo de su ser.

Cerró los ojos y comenzó a pensar.

Todavía no era el momento de buscar nada en la datored, había concluido. Con seguridad no habría nada nuevo; hacía años que ningún estudioso desplazaba horas de trabajo hacia aquella historia. Lo más prudente sería repasar toda la información que durante tantos años había recopilado y guardado en la placa de memoria que descansaba entre sus manos. Abrió los ojos de nuevo y se dispuso a trabajar sin descanso; Yko tendría que dormir en otro lugar esa noche, pensó mientras desconectaba los monitores-comunicadores del habitáculo para no ser molestado absolutamente por nadie.

Por eso se sorprendió tanto cuando una de las pantallas volvió a activarse sin motivo aparente; por eso dio un respingo en el asiento cuando escuchó la voz por el conductor de sonidos; por eso se asustó cuando en la pantalla pudo apenas discernir la frágil figura magenta de una niña sumida en la oscuridad, sentada en un módulo de descanso y mirando directamente hacia él.

-¿Profesor Yoet?

El dagarv apenas pudo articular palabra. Sin embargo su vista, el sentido que más información podría proporcionarle en aquella situación, reaccionó de inmediato sin dejar de escudriñar con impaciencia cualquier mínimo rastro que le pudiese ofrecer algún tipo de información sobre quién podría haber abierto tan inhabitual conexión.

Tras los iniciales segundos de indecisión, sorpresa y búsqueda de información visual, el profesor volvió a acomodarse lentamente en la demasiado rígida silla de su hijo Yko sin más respuesta a sus pesquisas que la siguiente: por lo poco que podía ver en la oscuridad que rodeaba a la representación holográfica que le había hablado, la llamada que estaba recibiendo surgía del interior de un habitáculo confederado residencial de tipo medio.

En principio no parecía tratarse de la Corporación, por lo que Yoet resopló algo más tranquilo, pero entonces… ¿Quién habría podido establecer una conexión directa con su residencia sin haber pasado por los trámites habituales de enlace? Porque las conexiones no se establecían de aquella manera; en absoluto.

Lo que veía a través del monitor-comunicador era sin duda un colorista holograma, y bastante mal configurado, por otra parte; sin embargo la cítrica voz que recibía a través de los conductores de sonido parecía… parecía simular la de una niña… aunque el tono… no era real; no podía serlo en absoluto: de ninguna manera. Con ello podría asegurar casi sin temor a equivocarse que todo era producto de un programa virtual no conectado a una transmisión real; es decir, nadie estaba usando el programa para modificar su verdadera voz y hablar con él por medio de un holograma tan mal configurado; el programa mismo estaba hablándole.

La Teoría de Pret (también llamada por algunas minorías La navaja de Ockham) confirmaba que era cierto, que aquella respuesta podía confirmarse como la verdad más factible, que el programa había conectado la llamada, pero le resultaba absolutamente imposible además de inconcebible asimilar tal realidad como válida.

Imposible.

De tal modo (si en verdad era imposible) alguien tenía que ser el responsable (tal vez responsables) de la conexión que estaba recibiendo en aquellos momentos; quizá se tratase de algún mensaje grabado con anterioridad (tiempo al tiempo, pronto lo comprobaría) y que con seguridad no exigiría ningún tipo de interacción o respuesta por su parte; los programas no podían actuar de aquel modo, iniciando conversaciones haciendo uso del libre albedrío. Quien fuera que estuviese detrás de la representación holográfica, había optado entonces por no mostrar su rostro, bien por ser una persona conocida por el mismo profesor, conocida por la sociedad en general, o porque simplemente entre sus planes no entraba mostrar su rostro y darse a conocer de momento.

¿Significaba aquella falta de identidad un riesgo para su persona? El profesor calibró con imperioso cuidado la terrible idea surgida en su mente. De momento (e intentaría fervorosamente evitarlo en un futuro sensiblemente cercano) no conocía nada que pusiese en peligro dicha identidad, con lo que su interlocutr en la sombra podía sentirse tranquilo; igual que él.

La mente de Yoet recorrió con presteza los modos de actuación tanto confederados como corporativistas, y el patrón de comportamiento vigente en la conexión no coincidía con ninguna de las dos ingentes entidades; por tanto ni la Confederación lo había descubierto por el momento, ni la Corporación exigía la entrega de nuevos informes.

¿Qué otra cosa podía hacer más que responder a la llamada?

Sin embargo, sin saber qué intenciones tenía quién fuera que había establecido la llamada, tendría que actuar con cautela, sin decir demasiado pero conminando sutilmente al mismo tiempo a su interlocutor para que contase lo máximo posible dsobre sus propias intenciones. Muy importante ser sutil. ¿Por qué estaba nervioso? Vaya…

¿Quién no lo estaría?

-¿Profesor Yoet?

-Si; si. Aquí Yoet Yke. – Respondió demasiado rápidamente. - ¿Con quién tengo el placer de conversar? – terrible respuesta; tendría que hacerlo mucho mejor.

-Mi número de identificación es 348-1023, Plataforma Principal de Sisema Central de Bloque Urbanita N3-2047D-824.

Sólo existía una posible relación con aquel número de identificación, por increíble e inesperado que le pareciese; el lugar y las señas que aquel holograma revelaba vivía un personaje realmente inquietante al que conocía desde hacía poco tiempo.

Con inquieta calma y con la lengua algo pastosa formuló la primera de las muchas preguntas que comenzaría a formular atropelladamente durante la siguiente hora y media.

-Eres… - Tragó saliva. - ¿Eres el sistema central de Odded Tyral?

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