martes, 10 de febrero de 2009

Capítulo 39


-Anceps imago-
(Hombre de dos caras)
(Primera parte)



>18:41 – 08/09/3824. Solicitud de datos. De: Glodar Rhodes. Para: Adquisición datos resultados públicos Investigaciones Richard Friedkin. Compendio VI.
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>18:49 – 08/09/3824. Solicitud de sujeto aceptada. Tramitación resultados públicos Investigaciones Richard Friedkin. Compendio VI. Respuesta afirmativa.
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>D.I. SARDC.
>Conexión Interna SARDC desactivada.
>G-A./U.D.
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>Última descarga guardada.
>...
>Abriendo Investigaciones Richard Friedkin. Compendio VI.

Posiblemente volver a revisar las investigaciones públicas del Compendio seis de Richard Friedkin no añadiría nada nuevo a la ya larga lista de infructuosas investigaciones que estaba realizando desde hacía meses, pero estaba casi al borde de la desesperación. ¿Dónde (y sobre todo cómo) podría buscar a mayores la información tan necesaria para la Corporación un infiltrado de tercera con los pobres niveles de acceso y tan limitados recursos que le proporcionaban?
No sabía que hacer, y por eso hacía lo mismo que ya había hecho con anterioridad.
Sin embargo, la expresión de Glodar, de cierto hastío y camuflada desesperación hasta el momento, cambió a sorpresa y calculado interés al reparar en cierto detalle del todo inhabitual conociendo como conocía su más reciente ocupación laboral (por mucha tapadera que su trabajo en la Sección veintitrés de Almacenamiento de Datos representase, había logrado integrarse en la sección como un filtro de capacidad más que óptima): La información solicitada habia llegado mucho más tarde de lo que en realidad era habitual en aquellos casos.
Los estudios del profesor Friedkin publicados por la Confederación y existentes en la datored eran de acceso público, y era de suponer que el hecho de que precisamente fuesen públicos eliminaba con seguridad la posibilidad de que pudiesen revelar cualquier detalle mínimamente importante para sus objetivos. Cualquier persona podría relizar una petición sobre tales archivos (incluso sin motivo aparente, y únicamente por simple curiosidad), y estas solían tardar apenas un par de minutos en ser revisadas y aprobadas. ¿A qué venían entonces los ocho minutos gastados en la concesión de permiso?
Sin embargo al final se lo habían concedido, por lo que cabría suponer que tras haber sido revisada la petición, no había sido encontrada ninguna traba (visible al menos para aquel que había filtrado la petición) como para evitar precisamente dicho traspaso de información; por otra parte los ocho minutos indicaban que, fuese quien fuese, había advertido algo peculiar… algún detalle característico… cualquier cosa… que le habría instado a revisar más de lo normal aquella petición en concreto.
Algo nervioso, Glodar comenzó a mesar sus cabellos mientras se recostaba levemente contra el respaldo de la silla, mirando aparentemente distraido a derecha e izquierda al tiempo que jugueteaba con su periférico. Cualquiera de sus compañeros podría haber sido el filtro de su petición; cualquiera. Y a pesar de que podría hacer uso de su rango de permiso dentro de la sección de almacenamiento de datos de la Confederación para conocer la identidad del compañero en cuestión, tal acción quedaría almacenada en la base de datos del trabajo de aquella jornada, y sinceramente (decía para sus adentros) prefería no llamar más la atención (si es que en realidad la había llamado a gritos ya antes).
¿Acaso había cometido algún error tan grave como para desvelar su condición?
Era realmente increíble: su primera explicación al inusual tiempo extra invertido en la concesión del permiso había sido “Glodar despierta sospechas”; incluso “Glodar puede haber sido descubierto”. Pero tras recapacitar breves instantes y repasar mentalmente su velado trabajo en la última semana, acabó por concluir que era absolutamente y del todo imposible que le hubiesen seguido el rastro (había seguido el protocolo de actividad corporativo al pie de la letra, como siempre); en todo caso lo habrían detenido, como muy tarde, tras la última conexión corporativa, dos días atrás. No; no tenía sentido que la petición de datos hubiese levantado sospechas acerca de su condición. Era información de acceso libre, se repetía una y otra vez.
Guardó el documento en su periférico de comunicaciones (trabajaría de nuevo en el archivo de Richard Friedkin más tarde) y desconectó su unidad de trabajo; retiró los cables del periférico que todavía se mantenían unidos a la unidad y miró hacia el despacho de Loreen. Existía la posibilidad (por mucho que no quisiese aceptarla) de que ella hubiese sido el filtro. ¿Qué posibilidades había? Ni siquiera sabía exactamente cuantos filtros trabajaban en la planta veintitrés, pero unidos a los de las demás plantas se aparecía como casi imposible que justo a Loreen le hubiese tocado precisamente ser el filtro de la petición de información de los estudios de su padre.
-Glodar - La voz grave de Etha interrumpió sus pensamientos. –, todavía falta algo más de una hora para salir de aquí. ¿Te encuentras bien?
Etha; siempre Etha. Aquel denian estaba siempre pendiente de todo lo que sucedía a su alrededor sin siquiera levantar la vista de su trabajo. ¿No había sido precisamente la jornada anterior cuando había mantenido cinco conversaciones simultáneas al tiempo que filtraba los datos en hora punta? Los denian debían ser emplazados en otro tipo de trabajos (pensaba en aquellos instantes Glodar) en los que realmente se expotasen sus increíbles capacidades perceptivas. Pero aquellos pensamientos no servían para nada en aquellos momentos; tendría que ser más cuidadoso y menos evidente a partir de entonces con su compañero.
-En realidad no – contestó Glodar sin dejar de mirar al despacho de Loreen. –, por lo que me temo que lo dejo por hoy. – Concluyó mientras se levantaba (lo más tranquilamente posible) de su puesto de trabajo. La simple presencia de Etha en una situación como aquella lo incomodaba lo suficiente como para que todo lo que había logrado aprender sobre la modulación de la voz y el lenguaje corporal no sirviese absolutamente para nada.
¿Cómo había olvidado que a su lado trabajaba un denian?
Dejando a su compañero con la respuesta en la boca (cuando él era en realidad siempre tan educado y amable) y levantándose con aires finalmente tan exagerados (cuando su cuidada y estudiada expresión corporal se esforzaba siempre y en todo momento por revelar un carácter afable y amistoso) tal vez pudiese comenzar a extenderse por la planta el rumor sobre una posible inestabilidad emocional de glosar. Increíble: ni siquiera recapacitando sobre la presencia de Etha a su lado había podido reaccionar con naturalidad.
Si los rumores se llegaban a extender (nadie podría llegar nunca a saber a ciencia cierta cuantas de las historias que corrían por la planta veintitrés eran pura verdad o simples rumores fútiles) podría encargarse de ello más adelante y sin mayor problema, quería pensar Glodar.
¿Por qué siempre reaccionaba pensando lo peor…
-Un momento… - susurró Glodar.
¿Por qué la puerta de Loreen estaba cerrada?
La expresión de su rostro volvió a cambiar. Intrigante a la vez que revelador.
Loreen nunca cerraba la puerta; ni siquiera cuando se ausentaba de la planta para solucionar cualquier problema en otra planta; ni siquiera cuando hacía los descansos de la jornada; y siempre (siempre, siempre, siempre) le avisaba de su ausencia con un beso en la mejilla; aunque regresase en menos de un minuto a su puesto de trabajo.
Recuperado de la sorpresa optó por acercarse definitivamente al despacho y comprobar si realmente su pareja no estaba, pero apoyando una de sus manos sobre la placa de reconocimiento de la puerta del despacho de Loreen comenzó a pensar en lo más obvio:
Ocho minutos era un tiempo excesivo para una petición como aquella.
Loreen nunca se iba sin avisarle.
Justo en aquel instante un dodro bajito pasaba a su lado, seguramente en dirección al almacén de terminales. ¿Cómo se llamaba? Lo había visto dos o tres veces y apenas había intercambiado uno o dos gestos de saludo siempre a primera hora. Su nombre; su nombre…
Glodar siguió al dodro con la mirada (efectivamente estaba a punto de entrar en el almacén) mientras de sus labios salían susurradas diversas palabras que en realidad sonaban bastante parecidas (creía recordar) al nombre (o apodo) de aquel compañero de sección.
-¡Valad! – Llamó al fin.
El dodro miró a su alrededor hasta que su mirada coincidió con la de Glodar.
-¿Has visto a Loreen? – Preguntó el linoceta. - Su puerta está cerrada y pensé que tal vez…
-Acaba de irse; hace apenas tres minutos. – Valad parecía dar por terminada la conversación: la puerta del almacén de terminales se abría e aquellos instantes y Valad únicamente dedicó una última mirada a Glodar para cerciorarse de que en efecto la diminuta charla había llegado a su fin.
No sería Glodar quien lo entretuviese más.
Varios minutos antes había decidido no hacer uso de su rango de permiso para conocer la identidad del compañero que había hecho de filtro a su petición, pero estaba claro que debía cambiar de opinión: debía averiguarlo, aunque… bien pensado…no; no precisamente mediante dicho sistema.
Cada vez parecía menos viable revelarse mediante una petición sobre el trabajo de un compañero (de la jefa de planta posiblemente en este caso) y mucho menos entrar en el despacho de Loreen para comprobar desde allí mismo sus últimos filtros. Tendría que hacerlo de otro modo, y sabía exactamente cómo hacerlo.
Por otra parte, conocido y decidido el cómo, restaba decidir el cuando. ¿En aquel momento? Era necesario... Si; en aquel mismo momento sería perfecto. La tarea no sería demasiado complicada, y justo después podría pedir un transporte y dirigirse lo más rápido posible hacia la residencia de Loreen… si es que se revelaba como la que había filtrado su petición. De todas formas, en caso contrario sabría quien había gastado tanto tiempo investigando la petición, y si el sujeto estaba allí mismo, en aquella misma planta… en fin… improvisaría la reacción más adecuada ateniéndose en todo momento a los estímulos que fuese recibiendo.
Glodar seguía de pie delante de la puerta del despacho de Loreen, con su mano derecha inferior todavía apoyada en la placa de reconocimiento y los brazos superiores cruzados, cuando finalmente decidió no comprobar la identidad del filtro. ¿Era realmente necesario? ¿Acaso no estaba lo suficientemente claro? Iría de inmediato al habitáculo residencial de Loreen y hablaría con ella; intentaría (y lo lograría; siempre lo lograba, pues Loreen no tenía secretos para el, ni podría esconderselos nunca) saber cuanto sabía ella: Cuanto había descubierto.
Pero no había tiempo que perder; era preferible encontrarla antes de que entrase en su residencia, y si bien no era seguro que Loreen se hubiese dirigido a ella de inmediato, tendría que entrar en algún momento. Esperaría en su puerta de acceso hasta que fuese necesario.
Algo menos de una hora después Glodar se encontraba atravesando los distintos y muy numerosos controles de seguridad confederados establecidos en la mayoría de los diversos pasillos del bloque urbanita N3, en dirección a la puerta del habitáculo de Loreen. Apenas tardaría unos cinco minutos de elevador y dos más a lo largo del pasillo 4543J, calculaba, y tenía perfectamente claro cómo debía actuar en cuanto se encontrase con ella.
El trayecto en el vehículo de transporte había resultado un agradable descanso a la jornada de trabajo más agotadora de los últimos meses (aunque falsa ocupación, se repetía a sí mismo, le gustaba hacer bien lo que tenía que hacer), y en aquel viaje había llegado a la definitiva conclusión (si bien en lo más profundo de su ser deseaba en realidad equivocarse) de que sin duda había sido Loreen la que había filtrado la petición sobre las investigaciones de su padre, y Glodar también sabía, o podía al menos imaginar, cómo debía sentirse.
Pero lo que más le dolía pensar era que la primera reacción de su amada ante tal descubrimiento habia sido la desconfianza; bien podía haberse dirigido directamente a él (¿Por qué no?) y preguntarle, por ejemplo, qué era exactamente lo que le interesaba sobre los estudios de su padre. ¿Por qué aquella repentina desconfianza? En cualquier otro momento habría estado seguro de que Loreen lo daría todo por él, tan extraordinario era el amor que ella sentía… que ambos sentían el uno por el otro, en realidad; porque Glodar, el atractivo linocetasecorípano, el espía corporativo, también estaba enamorado de ella; de Loreen; de la jefa de sección.
Eso era lo más duro de todo.
Al instante se detuvo; no pudo evitar apoyarse contra una de las paredes del pasillo en el que se encontraba. ¿Acababa de darse cuenta de cuales eran sus verdaderos sentimientos? Cada vez hacía más calor en el corredor. ¿La amaba de verdad? Tal vez la ficción se había desfigurado… simplemente; O tal vez no. Pero lo inmutable era el amor que ella sentía por el.
Por eso le había dolido tanto la desconfianza que había mostrado Loreen.
Glodar reanudó y apuró el paso tensando los músculos de su cuerpo, lo que acabó por conferir un andar nervioso en absoluto relacionado a lo que sus conocidos hubiesen descrito en él como habitual caminar.
Giró a la izquierda en el último cruce de pasillos: Allí estaba Loreen, a unos escasos cincuenta metros y recién atravesado el último de los controles de los accesos sur antes de llegar a la puerta de su residencia. Fue entonces cuando sus miradas se cruzaron y Loreen redujo el paso al tiempo que su expresión parecía cambiar. ¿Se había detenido? Glodar no podía estar seguro de ello, tan inmediata fue la situación; justo al instante Loreen se acercaba a su residencia y también a él; inmediatamente Glodar relajó sus andares y movimientos, intentando mostrar una expresión del todo natural no carente en absoluto de preocupación. ¿Sería suficiente mostrarse preocupado?
-¿Loreen? – Glodar la saludó desde el final del pasillo y comenzó a caminar con bastante prisa en su dirección mientras escrutaba con atención el rostro de su pareja; había funcionado: Loreen se había casi detenido en esta ocasión y mostraba una tímida sonrisa sin dejar de mirar directamente a sus ojos. Casi con toda seguridad, pensaba el linoceta, ella se estaría preguntando sobre lo absurdo de su reacción; ya no cabía duda de que había sido ella quien había filtrado su petición.
-Loreen, cariño. – susurró Glodar en cuanto la alcanzó. Al momento se descubrió abrazando con fuerza a una inmóvil Loreen. - Loreen, me tenías preocupado. ¿Estás bien?
Loreen miró directamente a los ojos de Glodar quizá intentando percibir algún signo de falsa preocupación en su mirada, pero a pesar de lo sucedido con Etha en la sección, Glodar sabía perfectamente lo que tenía que hacer en cada momento para expresar cualquier emoción y hacerla pasar por verdadera.
-¿Loreen? – Ahora debía abrazarla con menos fuerza y forzar un contacto visual más cercano y directo; poner las manos sobre sus hombros; acariciar su mejilla. - ¿Te encuentras bien? ¿Por qué has salido antes, y sin avisarme?
-¿Y tú? – Respondió Loreen. Su expresión mostró por un instante un leve atisvo de enfado para cambiar de nuevo radicalmente hacia algo parecido a la vergüenza; sin duda estaba a punto de contarle lo sucedido en la sección, o su punto de vista al respecto, en todo caso. Glodar continuó en la misma posición exibiendo en todo momento un estado de preocupación continuo. - Lo siento… - Continuó diciendo Loreen. - …imagino que necesitaba descansar. – Y comenzó de nuevo a caminar hacia su residencia, esta vez acompañada de Glodar.
-¿Quieres que avise en la Sede Médica? - (Preocupación, preocupación, preocupación y comprensión) - Tal vez puedan enviar a alguien. Si sólo es cansancio seguramente te…
-No; no te preocupes. Le diré a Lucy que me prepare un vaso de lanka con fresas. – Dijo Loreen sonriendo.
No estaba mal… nada mal, pensaba Glodar; entrarían en el habitaculo residencial y dormirían juntos una noche más; sin duda. O mejor dicho: dormiría ella (él mismo se encargaría de que Loreen durmiese toda la noche y de que Lucy estuviese desconectada el tiempo suficiente como para permitirle realizar un par de sencillas tareas de corte corporativista).
La compuerta de acceso se abría en aquellos precisos momentos y ambos entraron en la residencia.
-¿Y tú? ¿Cómo es que saliste antes de tiempo? – Preguntó Loreen sin poder ocultar cierto aire de desconfianza.
-Llamé a tu despacho y Valad me dijo que justo tres minutos antes acababas de marcharte. – Respondió Glodar al tiempo que comenzaba a dejar su ropa (toda su ropa) sobre el módulo de descanso. Desnudarse incitaría a Loreen a apreciar la escena desde un prisma más absurdo: ¿Sospechar de alguien como Glodar?
-La… la compuerta no está… - Dijo Loreen un poco nerviosa. - Lucy, cierra la compuerta. – Añadió al parecer algo molesta. – Glodar ¿Te estás desnudando? – Loreen parecía algo desubicada, pero el Glodar Rhodes que conocía era capaz de crear tales situaciones de manera completamente espontánea.
-Bueno; - respondió. - si estas tan cansada como dices no podrás oponer mucha resistencia. – Añadió sonriendo (la mejor de sus sonrisas).
Glodar se había esforzado para que sus palabras sonasen divertidas, alegres y carentes de malicia alguna; sin duda de este modo Loreen acabaría pensando en lo absurda que parecía su sospecha; acabaría por preguntarse qué la había incitado a pensar de aquel modo; y terminaría por concluir que a su lado estaba el linoceta más espontáneo y cariñoso que podría haber encontrado jamás. ¿Y qué si había sentido curiosidad por los estudios de su padre? ¿Acaso no eran de carácter público? Muy posiblemente Glodar sólo intentaba saber más acerca del contexto en el que se había criado la hembra más fantástica que había conocido; y no era serio sospechar de él por eso.
Loreen no podía apartar su mirada de los ojos de Glodar, detalle que no acababa de encajar con lo que el linoceta esperaba como reacción más idónea: ¿Qué intentaba encontrar en ellos? ¿Tal vez algún atisbo de mentira? ¿De culpabilidad? Tendría que hacerlo mucho mejor para desterrar de la mente de Loreen cualquier presunción poco aconsejable para sus intereses.
Completamente desnudo, Glodar comenzó a acercarse a su amada pareja y acabó por rodearla con sus brazos; Loreen continuaba inmóvil, seguramente luchando todavía en su interior contra sus absurdos y cada vez más inconsistentes recelos; la besó en la ya por entonces estremecida piel de su cuello y Loreen no pudo más que conmoverse levemente: la reacción buscada llegaba.
Glodar no lo había hecho nada mal: desde su llegada a la Confederación y su definitivo emplazamiento como operario de la sección de almacenamiento de datos había buscado la cercanía de algún responsable de planta, aunque nunca había esperado una situación más idónea para su verdadera ocupación: haberse convertido en la pareja de Loreen le había proporcionado la inesperada posibilidad de indagar en la datored a niveles que por sí solo no habría podido alcanzar. Eran ya incontables las noches que Glodar había realizado sus pesquisas desde el habitáculo residencial de Loreen, desactivado por supuesto sus sistema central y borradas las pistas más evidentes de su intrusión en la datored confederada; pero no todas: guardaba como futura acción posible ciertas pruebas que implicarían a la jefa de la sección veintitrés en un espionaje corporativo, eso si, algo desmembrado y sin un objetivo claro y conciso. Todo ello por si era necesario desviar la atencón de posibles investigaciones confederadas al respecto.
Glodar podía afirmar que se sentía feliz: había logrado que Loreen terminase con la absurda desconfianza que sobre él mismo albergaba y tenía entre sus brazos un posible chivo expiatorio en caso de que la situación se torciese con la Confederación.
Lo único que tenía que hacer respecto a ella era seguir pareciendo siempre tan sincero, agradable, dispuesto, atrevido, apasionado, educado… en fin: perfecto, pues era lo que Loreen más desearía.
Pero en aquel preciso instante Loreen se apartó despacio a un lado, deshaciéndose del atrayente abrazo mientras arreglaba el desorden que había provocado Glodar en sus ropas. Sin decir palabra se acercó entonces a un pequeño cajetín metálico dispuesto en la pared, cerca de la compuerta de acceso a su residencia, y extrajo la plataforma principal del sistema central de su habitáculo residencial para terminar por conectarla a una entrada libre de su cinturón.
¿Qué estaba sucediendo?
-Me llevo a Lucy. – Resolvió al fin Loreen. - Por si te interesa estaré en la sala holográfica 39D, e imagino que tardaré bastante en volver.
Aquello no era lo que debía ocurrir, pensó Glodar sin poder salir de su asombro: ella debía rendirse a su abrazo y confesar el hallazgo de la petición de Glodar; debía entonces abrazarse con fuerza de nuevo a su desnudo cuerpo y pedirle perdón por haber sospechado absurdamente de su tan amado Glodar; deberían después acostarse ambos en el módulo de descanso y demostrase su eterno amor.
-Pero… - El abandonado linoceta permanecía absorto y al fin sentado en el cómodo módulo de descanso de la sala principal. – Pero…
Y no dijo nada más. Loreen salió de su residencia mientras un totalmente absorto Glodar comenzaba a vestirse lentamente. Miró su periférico: las ocho y cuarenta y dos.
Varios minutos más tarde Glodar continuaba sentado en la sala principal de la residencia de Loreen Friedkin intentando averiguar qué había sucedido exactamente; intentando descubrir cual o cuales habían sido sus errores (¿Tan graves habían llegado a ser?) como para provocar tal reacción en una persona que tanto le amaba.

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