domingo, 15 de febrero de 2009

Capítulo 40


-A DIE-

(A contar desde un día determinado)


La nave del Capitán Bronos vagaba perezosamente a la deriva, inmersa en la vasta monstruosidad del espacio, en los límites de los dominios confederados… allí donde sólo los verdaderos héroes pueden afirmar haber yacido; sosegada, inerte, tranquila, perezosa… semidestruida; rodeada de infinitos fragmentos practicamente irreconocibles de varios de los expléndidos cazas confederados que hasta hacía poco tiempo conformaban su especial escuadrón de combate; el último que capitanearía, siempre antes del enfrentamiento con el carguero y aquellos extraños cazas.

Siempre antes de aquel incomprensible desastre.

De echo, una curiosa e inquisitiva mirada no tardaría en apreciar cómo el adolescente cuerpo de la joven Capitán Ando Bronos descansaba ingrávido en el exterior, al lado de lo que posiblemente habría sido la cabina de su obsoleto caza, cerca también de los restos de las dos últimas naves enemigas que había logrado abatir antes de ser alcanzada por un duocañón lateral del Ghurag.

Una vez anulada la líder, el resto de los integrantes del grupo especial confederado no habían sabido oponer la resistencia necesaria como para lograr disponer siquiera de una oportunidad de retirada; indudablemente magníficos pilotos todos ellos, sin un paladín que los guiase se habían convertido en excelentes individualidades que se comprobaron sin embargo superadas por una análoga genialidad de dominio en pilotaje además de una incuestionable superioridad táctica.

De este modo todo acabó rápido; una vez que el Ghurag salió a escena, el destino del grupo confederado acabó por decidirse, y uno tras otro, los Tarklass-V10 fueron cayendo ante todos y cada uno de los embates, tanto del carguero modificado como de los pequeños y extremadamente veloces cazas kristallianos.

Se sigue diciendo en Ugtresa que si no hay nadie que pueda presenciar la caida de un imperio, es que ese imperio no ha caido (frase que se hizo especialmente popular en las revueltas de los darak tres siglos antes, cuando la oligarquía dominante fue destrozada y no se supo hasta ochenta y cuatro años después); pero si un solo espectador puede contarlo, la noticia no tardará en recorrer la mayor de las distancias en el menor de los tiempos.

Leon Svarski había sido el espectador… y habría de ser el narrador de un tremendo desastre.

Otra vez.

De nuevo.

No podía creerlo.

Le resultaba curioso comprobar cómo su mente reaccionaba ante tal situación; casi completamente absorto, su mirada vagaba de fragmento en fragmento sin pensar en nada en concreto pero revisando también casi sin querer toda su trayectoria profesional. No conseguía imaginar cómo había logrado salir con vida de aquel enfrentamiento, pero sobre todo no se veía capacitado para asimilar la idea de ser el único superviviente. Su nave, con la cabina del artillero completamente destrozada y uno de los motores prácticamente inoperativo, se mantenía a la deriva al lado… cerca… de lo poco que quedaba de sus compañeros.

Tendría que regresar a la base secundaria de Kundo pero antes debería informar de lo sucedido; tendría que explicar de nuevo que los integrantes del escuadrón del que formaba parte habían caido en combate, y que también de nuevo él había sobrevivido. Otra vez sería sometido a exámen su informe y… ¿Se le incluiría en un nuevo escuadrón? La idea dejó escapar una nerviosa risa en León. Tal vez ni se le permitiría volver a volar. Era difícil, dadas las circunstancias y su historial reciente, llegar a saber qué comportamiento mostraría la Confederación en un caso como el suyo; incluso, pensaba, era perfectamente posible que se le incluyese en alguna de las reservas de sospechosos de traición a la Confederación… ¿Por qué no? ¿Acaso no sería lógico pensarlo? Regresar de nuevo con vida podía ser considerada demasiada casualidad.

Pero por lo menos esta vez lo había intentado, no como en Kundo…

-Basta. – Dejó escapar cansadamente de sus labios.

Mejor no recordarlo; ya se encargaría la Confederación de conmemorar aquel suceso.

Y sin embargo…

Sin embargo no dejaba de pensar que su situación podía dar por fin un vuelco interesante.

Se encontraba en el sector 64T del espacio limítrofe de la Confederación, prácticamente al lado del portal de desplazamiento por el que habían llegado y justo en el lugar en el que la batalla había tenido lugar. Las comunicaciones, desde el ataque, se habían neutralizado, y a pesar de que se habían restablecido desde el mismo instante en que el carguero había desaparecido, el señalizador de posición de su caza (el cual enviaría de manera continuada indicadores de coordenadas hacia el receptor más cercano ) había resultado seriamente dañado: después de la colisión con los fragmentos de la nave de uno de sus compañeros, el transmisor exterior había dejado de emitir.

León conectó la energía del Tarklass (desconectada en su momento para intentar pasar desapercibido entre los innumerables restos de otras naves) y volvió a comprobar el alcance de los daños mientras intentaba imaginar las lecturas que había recibido la Confederación.

Al momento el caza dejó de vagar a la deriva.

-El escuadrón especial traspasa el portal… – comenzó a susurrar León al tiempo que desprendía la cabina móvil del artillero - …y justo entonces las señales emitidas por todos y cada uno de los cazas desaparecen; como si nos hubiesemos desmaterializado.

La cabina desde la que Desio había abatido los suficientes cazas kristallianos como para merecer más de una medalla se unía en aquel momento a los despojos provocados por la masacre.

-En principio es lógico suponer que no saben que sigo vivo… – Pacientemente esperó el informe de daños y la cantidad de energía de la que todavía podría disponer. - o lo que sea que crean que nos ha sucedido.

¿Qué le ataba a la Confederación?

¿Debería regresar?

El Tarklass informaba de la total inutilidad del segundo motor del total de los tres que poseía el caza, mientras que el habitáculo general se encontraba intacto y las reservas de oxígeno dentro de lo previsto para una misión como aquella. Tendría que calcular la mejor de las rutas posibles ajustándose a la energía restante de su caza, por supuesto, pero la idea con la que en principio había estado jugueteando inocentemente tomaba más fuerza y presencia en sus cada vez más apresurados y caóticos pensamientos.

Abandonar, renunciar, desistir, dimitir, retirarse.

Desertar.

Dejar la Confederación para hacerse ciudadano corporativo (además de no estar permitido por las leyes confederadas) parecía ser la peor idea que alguien podría tener en mente pues ni siquiera estaría bien visto en la Corporación (al menos eso se decía), pero como en toda circunstancia, debería intentar entenderse correctamente el particular contexto: No tenía familia directa (pues era un veradero hijo de la Confederación, aún a pesar de no considerarla su verdadera madre) ni amigos que no pudiese hallar en otros lugares, y la Confederación, con sus compensadores neuronales, estrictas normas de conducta y supuestas libertades no le parecía mejor que cualquier otro sistema de orden que pudiese existir en el universo; no al menos mejor que la Corporación.

Era increíble cómo las cosas se veían de distinta forma cuando los compensadores neuronales no estaban de por medio… ¿Y quién podía asegurar que tal perspectiva no era la correcta? Es decir…

-¿Por qué creer todo lo que afirma la Confederación? – Pensó en alto tensando todos los músculos de su cuerpo.

Tendría que relajarse de inmediato y centrarse en su futuro inmediato.

Conocía sobradamente cuales eran los planetas más importantes de la Corporación y cuales de ellos podrían suponer una entrada discreta en el antiguo régimen dominante, pero si quería llegar hasta territorio corporativo con un caza confederado debería hacerlo realmente bien.

Comenzó a calcular la ruta al tiempo que la imagen de Masato Túndaro llegaba a su mente; tal vez el hermano de Gyo, su amigo, fuese lo único que le podría hacer dudar. Ninguno de sus compañeros habría hecho lo que él mismo estaba a punto de hacer, eso seguro (o no tanto; como se decía por algunos lugares “Nunca digas que este oligoide no es tu padre”), pero posiblemente Gyo comprendiese su decisión; y eso al menos era algo.

De todas formas estaba definitivamente decidido (o empezaba a estarlo), y sería mejor enfrentarse, en el peor de los casos, a una acusación por espionaje en la Corporación que a una posible acusación por traición a la Confederación

Mejor no enfrentarse a nada, claro.

León apartó de su mente cualquier tipo de pensamiento relacionado con sus posteriores acciones a medio plazo, dedicándose exclusivamente a marcar la mejor de las rutas con ayuda de los calculadores del Tarklass; se aseguraría de que la Corporación lo viese llegar de lejos enviando periódicamente una señal identificadora y ateniéndose desde el momento en el que lo interceptasen a todas las órdenes que le fuesen transmitidas desde el mando corporativo encargado.

Al poco la ruta estaba calculada; tendría que atravesar un par de portales de desplazamiento, no cabía otra opción, pero casi con toda seguridad no establecería contacto visual con ninguna nave confederada (demasiada casualidad en tan vasto espacio-tiempo); por otra parte, al haber sido destruido su emisor de identificación automático, los registros que recibirían los departamentos confederados encargados de detallar el uso de los portales describirían vagamente el fugaz paso de una pequeña nave no identificada. No les daría tiempo a nada más.

Lo mejor sería acercarse lo antes posible a alguno de los sectores todavía sin explorar situados en los límites de la Confederación, lejos del espacio de misión del grupo del Capitán Bronos. Tal vez el sector 16B, o el 14F, en todo caso. Tales zonas, aunque en fase de examen confederado y por tanto rondadas por fragatas de reconocimiento, suponían un mejor acercamiento a zona corporativa.

Estaba decidido.

Aproximadamente en un par de días estaría aterrizando en el planeta Goda; el más adecuado; territorio corporativo; actualmente en discordancia con los fundamentos de la confederación; enemigo a ultranza de la ciudadanía confederada; antigua poseedora de todo el universo conocido.

Antes de la gran guerra.

Desde aquel día tendrían un nuevo ciudadano.

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