miércoles, 25 de febrero de 2009

Capítulo 41

-Agis quod adis-

(Haz bien lo que haces)

(Tercera parte)


-¡Y yo digo que eso es absolutamente imposible!… - Interrumpió el profesor Yoet. – Las… acciones, o situaciones que has descrito no pueden deberse en modo alguno a un… como decirlo… nuevo sistema… ¡No! ¡A una nueva forma de vida surgida de la nada, por muy influidos que puedan estar tales actos por lo que sólo y sólo tu consideras Libre albedrío! ¿Cómo puedes afirmar, incluso de tal modo, que “crees” tener sentimientos?

Tras negar tres veces con la cabeza, el profesor se separó de la mesa de trabajo de su hijo y comenzó a observar a través de los cristales del habitáculo de descanso el constante fluir de vehículos de la ciudad. Ni uno ni otro dijeron nada durante varios minutos, cada uno absorto en sus propios pensamientos, recapacitando, analizando la asombrosa teoría que la Central del habitáculo de Odded había tenido a bien en concluir.

Apenas habían pasado treinta minutos desde que la conexión había sorprendido a Yoet, y desde entonces la mente del maestro había casi sucumbido a la irracionalidad.

-Nunca tuve que pedir esto, pero… - soltó de repente Yoet. - ¿Puedes explicármelo otra vez?

-Entiendo su postura, profesor… - La cítrica voz de Central parecía un poco más apagada que antes. – Pero debe entender mis conclusiones.

-¡Pero es que son inadmisibles! – Protestó volviéndose de nuevo hacia la pantalla de comunicaciones. – Lo que si comprendo… o al menos acepto, en todo caso, son las peculiares capacidades que has afirmado poseer… Capacidades en modo alguno relacionadas con un sistema central de habitáculo, estoy completamente de acuerdo, pero si existentes en otras unidades artificiales, quiero imaginar; de hecho estoy seguro.

-Pero yo he sentido…

-¡No!... ¡Nunca! – El rostro del profesor estaba casi tan magenta como la representación holográfica de Central – Un sistema como tú no puede sentir, ¿No lo entiendes? Únicamente puedes (consciente o inconscientemente, aunque sobre tal consciencia pudiésemos hablar durante varias horas más), de algún modo, fingir sentimientos y reacciones de sistemas orgánicos inteligentes. Puede, en efecto, que no debas ni siquiera fingirlas. Incluso… Incluso podemos contemplar que no sabes que estás fingiendo (sería posible), sino que tu programación es tan… por decirlo de algún modo algo obsoleto… endemoniadamente compleja que sólo actuas según tu naturaleza; esto es, tus directrices.

No cabía otra respuesta. Aquel Sistema Central de Habitáculo había acudido a el en busca de ayuda; en busca de soluciones y consejo; planteando preguntas en realidad no muy distintas de las que escuchaba a diario en sus clases de la sede educacional. Pero escucharlas surgir de un sistema artificial provocaba que la cabeza estuviese a punto de estallarle.

Sin duda aquel o aquellos que la hubiesen programado debían ser por fuerza unos auténticos genios. (¿Por qué le adjudicaba un género en concreto? ¿Por qué se refería al sistema con el que estaba hablando en género femenino? ¿Sólo porque escuchaba la voz de una niña y veía una representación holográfica a traves del comunicador? ¡Sólo era una entidad artificial!)

-Ya me has dicho que no quieres… - la expresión del profesor varió sensiblemente al decir esta última palabra hacia un rictus de fatigoso nerviosismo. - …que no puedes, mejor dicho, revelarme la identidad de tu creador o creadores, pero casi puedo afirmar sin temor a equivocarme que no ha sido precisamente la Confederación la responsable de tu existencia. ¿Cierto?

-Profesor, con todos mis respetos…

-Vale, vale; de acuerdo. No puedes decírmelo.

Mientras Yoet caminaba pensativo alrededor de la mesa decidió terminar con la conversación. Debía ser serio y tajante al respecto, no dejando entrar en su cabeza la absurda idea de la autogeneración de vida tal y como la… Central quería creer. Ella… El sistema había establecido una conexión (muy peculiar, por cierto, evitando los controles habituales de seguridad) para realizar una consulta y finalmente había obtenido una respuesta.

De algo no cabía la menor duda: aquel programa pertenecía seguramente a una tecnología más avanzada (al menos) que la conocida en la sociedad civil confederada. Por otra parte no parecía viable pensar en la Corporación como creadora de tal Placa, por lo que, tal vez y sólo tal vez, alguna empresa privada podría ser la poseedora de tal desarrollo y responable de su… ¿Comercialización? ¿Qué sentido tendría fabricar un sistema capaz de lo que ya había demostrado sobradamente si no se comercializaba? Porque estaba claro que no se podía poner al alcance de la sociedad civil. Y sin embargo un civil estaba en posesión de una.

¿Habría más de una?

Aquello tampoco tenía mucho sentido. No eran habituales (de eso estaba seguro), pero aunque no fuese única, debía existir una poderosa razón por la cual un humano como Odded (además desconocedor de tal tesoro en posesión, seguro) tuviese un sistema como aquel. Hasta el momento las cualidades más representativas del humano radicaban en su escaso (cuando no nulo) conocimiento sobre la sociedad confederada y su… asombrosa (en aquel caso una palabra como aquella era tan válida como cualquier otra) capacidad de volver a la vida.

La Teoria de Pret aplicada a esta situación indicaba que Central era simplemente un programa más desarrollado que los demás, pero programa al fin y al cabo, y que el humano…

-En fin. – Concluyó Yoet. – Ya conoces mi opinión al respecto. Si de algo te ha servido conversar conmigo, me doy por satisfecho. Sólo espero que comprendas porqué pienso como pienso.

-Lo comprendo, profesor.

-Y el hecho de no estar de acuerdo con tus postulados no significa que no esté eternamente agradecido por lo que has hecho por mi y por mi alumno, el joven Boreazan.

-Lo se, profesor. Si son importantes para Odded son importantes para mí. Precisamente por ello, en cuanto a las actividades que está realizando en estos momentos su alumno debo decirle que no encontrará nada en la datored, profesor.

Aquello cogió completamente desprevenido a Yoet.

-¿Por qué? ¿Cómo…

-Agradezco sus palabras y su opinión, la cual será muy tenida en cuenta con respecto a mis futuras conclusiones. Comprendo que he podido estar equivocada, e intentaré mantener la mente abierta para poder admitir cualquiera de los resultados, pues no desecharé la idea hasta comprobarla completamente desmantelada. Sin embargo ha de entender que mi sitio está al lado de Odded. Desde su llegada a este mundo he evolucionado de una manera que me había forzado a pensar que tal vez estaba… sintiendo… experimentando sensaciones vetadas a mi propia existencia. Lo entiendo, y aunque no lo descarto… tal vez precisamente por mi propio deseo de existir… o como quiera o pueda usted denominarlo… he de admitir que la situación más lógica es la que usted ha planteado. Ahora bien, no dejaré que nadie quebrante el derecho a privacidad que posee mi… es decir, Odded.

-Bien, pues… - comenzó a murmurar Yoet. – Entonces es absurdo que Boreazan siga esforzándose. Gracias de nuevo, vuelvo a repetir, por habernos evitado tantas contrariedades. Habría sido una auténtica molestia…

-Molestia tal vez para Odded, profesor; pero para usted y su alumno podría haber sido una peligrosa y terrible fatalidad. Sobre todo para usted, debido a su relación con la Corporación.

Aquellas últimas palabras cayeron sobre Yoet como un yunque. ¿Cómo podía saberlo? Hacía años que…

-¡Hace años que mi relación con la…

Y al momento silenció sus palabras, mientras un sudor frío recorría su frente. Continuar hablando habría podido ser fatal. Con manos temblorosas, dejó descansar el anulador corporativista sobre la mesa de su hijo y se dispuso a conectarlo.

-No es necesario, profesor. De esta conversación sólo seremos testigos nosotros dos. Por otra parte espero que no me malinterprete y que mis palabras no hayan sonado a amenaza. No es así. Unicamente estaba dejando patente un asunto del cual ambos conocemos su desarrollo pasado. No puede ser de otra forma, pues según usted no estoy capacitada, debido a mi propia naturaleza, a expresar, sentir siquiera, tales actitudes.

-Lo… lo entiendo.

El profesor Yoet acabó por sentarse de nuevo frente a la mesa, en el no demasiado cómodo módulo de descanso; las manos le seguían temblando cada vez con más violencia mientras los sudores fríos continuaban atenazando su de repente debilitado cuerpo.

-Ahora debo irme. Odded saldrá de un momento a otro del compensador neuronal. Vuelvo a expresar mi gratitud por su comprensión y sus consejos, y deseo recalcar que lo que esta noche hemos hablado no lo revelaré a nadie; puede descansar tranquilo, pero deje de investigar a Odded, por favor.

-De acuerdo… de acuerdo.

Dos minutos después la conexión con el habitáculo de Odded Tyral había desaparecido, pero lo que sin duda tardaría en desaparecer sería el tenso nerviosismo y la desagradable impotencia por haber sido desvelado su más terrible secreto. Cansado, terriblemente cansado, Yoet se recostó muy despacio en el camastro del habitáculo de su hijo y cerró pesadamente sus debilitados ojos, recordando al poco todas las experiencias vitales que le habían llevado a estar en el momento y lugar en el que entonces se encontraba. Su vida, a caballo entre la Corporación y la Confederación, había sido correctamente guiada hasta el momento, pero todo indicaba que comenzaba una devastadora debacle.

-Has de tranquilizarte, viejo profesor… - Susurró. - …o por lo menos intentarlo.

Para Yoet Yke el día terminó prácticamente en aquel momento, extenuado, consumido, realmente agotado como nunca antes se había sentido en toda su larga vida. Al tiempo que con sus últimas fuerzas se acomodaba en el módulo de descanso nocturno, comenzaba sin poder evitarlo a repasar el transcurso de un día que tardaría sin duda mucho tiempo en olvidar; siempre y cuando, claro, lo lograse en alguna ocasión.

Así pues, varias horas más tarde, un por entonces dormido Yoet no fue consciente de cómo el joven Boreazán daba desesperadamente por terminada su infructuosa búsqueda en la datored; ni de cómo la puerta del habitáculo de su hijo era precisamente abierta por el propio Yko y vuelta a cerrar para de nuevo encontrarse sólo en el módulo de reposo; ni tampoco, por supuesto, de cómo el Sistema Central de Odded hacía desaparecer la magenta representación justo en el instante en que el humano salía pesadamente del compenador neuronal para después acostarse en el camastro de metal maleable y caer dormido practicamente al instante.

Casi todas las culturas coinciden en afirmar que tras la tormenta llega la calma; que tras la oscuridad llega la luz. Que con el esplendor de la mañana los fantasmas de la noche terminan por desaparecer.

Eso mismo esperaba y deseaba en el fondo el profesor Yoet: que al despertar todo hubiese sido un sueño.

Pero por otra parte, toda su extensa vida podía haberse considerado calma y quietud; paz y sosiego.

Hasta aquel momento.

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