lunes, 6 de julio de 2009

Capítulo 49

-Non omnis moriar-
(No moriré del todo)



Nunca en toda su vida había sufrido aquellos temblores tan penetrantemente angustiosos y terriblemente escalofriantes.
No le había pasado en las pruebas de acceso al importante grado superior de la sede educacional de Oeevey al alcanzar la tan ansiada categoría de prócer-estudiante, ni tampoco cada vez que escogía cambiar de residencia cuando sentía inquietantemente cerca los pasos de Szawmazs Vezsmna; ni siquiera en las miserables revueltas de Graim, cuando el joven Azimo había muerto ante sus propios ojos y seguramente por su maldita culpa.
No; por su culpa no: Por culpa de la decisión que había tomado aquel soldado, aunque nadie le hubiese creido ni le creyese jamás. Incluso… Incluso casi ni él mismo, debido sin duda a los años transcurridos y por supuesto a la siempre inevitable transformación de lo escondido tan remota y celosamente en la memoria.
Evocar aquellos recuerdos no logró ni mucho menos que se tranquilizase.
De hecho apenas podía conducir de manera medianamente aceptable el imponente Zotcht, y en más de una ocasión desde que había salido a toda prisa del habitáculo residencial del profesor estuvo a punto de colisionar con algún que otro vehículo.
-Cálmatecálmatecálmate… - Repetía de manera continuada sin apenas respirar y casi hundiendo por la presión de sus manos los botones de mando del vehículo. – Todo esto no puede ser más que un lamentable malentendido; seguro. En cuanto hablen con el profesor entenderán… entenderán que no he hecho nada; que soy inocente de lo que crean que he hecho…
“Todo es un malentendido…”, repetía una y otra vez en su cabeza.
Sin embargo incluso sus propias palabras sonaban extrañas y carentes de fuerza, de peso y veracidad, y sobre todo eran del todo incapaces de calmar sus ánimos o acaso renovar sus energías. ¿Cómo calmarse si había encontrado algo que sin duda la Confederación (¿Quién si no? ¿No era absurdo pensar que había alguien más?) se había esforzado tanto en mantener en secreto? En ocasiones (en muchas ocasiones, en verdad) enchido de furia llegaba a odiarse a sí mismo y al innato talento que poseía para revelar las verdades ocultas de los demás.
¿Y las suyas?
También él se había esforzado por esconder celosamente ciertas cosas que seguramente la Confederación estaba apunto de descubrir; si no lo había hecho ya a aquellas alturas, por supuesto.
Y tras pensarlo, a Boreazan se le escapó una sonrisa nerviosa.
Se encontraba realmente en apuros (una cosa era soportar la persecución de la familia Vezsmna y otra muy distinta sobrellevar de algún modo la de la propia Confederación), y no sabía en tal caso qué hacer ni a quién acudir; no tenía ni la más remota idea.
Bajo la presión de aquel comprometido contexto ninguno de sus conocidos le ayudaría, eso seguro, y la única… persona… en la que podía llegar a pensar bajo aquellas circunstancias estaba ligada con cadenas de dianita a una inusual entidad virtual ante la cual el mismo profesor le había puesto sobre aviso.
Pero siendo sinceros… ¿Habría alguien más inconsciente, más salvaje, más instintivo o más intuitivo aparte de aquel humano que pudiese realmente ayudarle en tal desesperada situación?
Tal vez alguien desde fuera de la Confederación pudiese hacer algo; pero desde dentro…
Tal vez Esshja, aquel contraband…
No; nadie.
Nadie podría ayudarle; la única opción que tenía era salir inmediatamente de aquel planeta y dirigirse… dirigirse…
Tampoco; jamás.
Terminar en territorio corporativo era lo peor que podía pasársele por la cabeza, aparte de de suponer la completa manipulación de su libre-pensar y una libertad total de movimiento para cualquier integrante directo o asalariado de la familia Vezsmna. Además… ¿Cómo se suponía que lograría salir de la Confederación…
-¿Boreazan?...
-¡¡¿Pero qué…
El susto provocado por la repentina activación en las comunicaciones y el sonido de aquella cítrica voz penetrando en sus conductos auditivos provocó un violento e inesperado movimiento de acercamiento del Zotcht hacia un vehículo de carga situado a su derecha; justo en el preciso instante en que la colisión se comprobaba como inevitable, y sin la obvia intervención del joven veridai, el Zotcht volvió a estabilizarse tras un perfecto movimiento de esquiva evitando de tal modo una segura colisión.
Los nervios del veridai estaban literalmente a punto de desingtegrarse.
-Cálmate, Boreazan. Soy Alcione, el sistema central de habitáculo de Odded Tyral. Necesito tu ayuda... es decir: Odded necesita tu ayuda.
¿Qué significaba aquello?
-¿Qué significa…
-Significa que vas a ayudarnos. – Cortó inmediatamente Alcione. - No disponemos de mucho tiempo. Apenas tolero mínimamente la idea de aceptar el fracaso en cualquiera de sus variantes, pero me resulta absolutamente imposible contactar con el Profesor Yoet; las últimas lecturas-espejo a las que he accedido indican señas de su presencia en el habitáculo residencial de su posesión; pero a partir de...
-...
-...
-¿Cómo que no está en su…
-...
-...
-¿Sigues ahí? – Preguntó Boreazan
¿Ayudar? ¡Era él quien necesitaba desesperadamente su ayuda! Por no decir además que no se atrevía siquiera a pedírsela…
Boreazan separó ligeramente los labios tal vez para ofrecer algún tipo de réplica a la imposición de aquel tan inhabitual sistema central de habitáculo, pero casi en el mismo instante en que abrió la boca volvió a cerrarla comprobando (plenamente consciente esta vez) que no tenía nada serio que decir en aquel momento; ni siquiera con respecto a quien debería ayudar a quien. Al menos, se esforzaba por pensar, nada mínimamente serio, inteligente o revelador (o incluso realmente justificable) podía asomar de entre las confusas sombras de su mente bajo la presión de aquella desgraciada situación.
Muy pocos segundos después no fue necesario siquiera que el veridai se plantease decir cualquier cosa, por absurda o importante que fuese: la (para él) sumamente desagradable voz de Alcione terminó por romper el breve y tremendamente incómodo silencio, haciendo gala de cierta autoridad del todo inesperada para el joven y cada vez más nervioso estudiante.
-Finalmente lo has hecho. – Pronunció gravemente.
Aquella acusación concedió a Boreazan apenas un segundo de sorpresa antes de que lograse concluir la verdadera razón de la reprensión de la que estaba siendo objeto, pues al instante recordó claramente las palabras del profesor en el mismo momento en que se disponía a enseñarle los hallazgos extraídos de la datored. Absolutamente convencido de que tras la primera acusación comenzaría a escuchar palabras de reproche (quien podría saber si tal vez incluso algo más) optó de nuevo por no separar los labios para así evitar dejar escapar cualquier otra tontería por muy justificada que pudiese comprobarse; aquel sistema central podía hacer cosas que iban más allá de lo que él mismo podía sospechar (incluso por lo poco que sabía), por lo que era muy posible que supiese o pudiese descubrir exactamente los pasos que había dado.
-Has investigado a Odded y has encontrado algo que no deberías... – prorrumpió Alcione mientras su consciencia viajaba a través de los infinitos paquetes de datos existentes en la datored confederada. – Algo que ahora ya no está... pero estuvo... y ni siquiera yo soy capaz de encontrar de nuevo... al parecer.
-...
-Por eso me costó tanto encontrarte; no figuras en la datored... No existes. – Concluyó. – Por eso el último registro identificativo que leo en los ya desaparecidos y quebrados espejos de datos te sitúa en la Sede de Consulta de Datos... Y por eso tampoco puedo encontrar al profesor, cuyos datos, por cierto, también han sido borrados, implicado sin duda por tu culpa tras la visita que le realizaste. – Alcione se tomó unos segundos antes de continuar. – Esto es curioso incluso para mí.
-¿Có... Como? – Logró decir al fin Boreazán. Una única y entrecortada pregunta abordada desde la sorpresa y el miedo volvió a provocar duros e insoportables temblores en el cuerpo del joven veridai.
-Debido a aquello que has encontrado se han movilizado ciertos sectores confederados de los que nunca tendrías ni por qué imaginar su existencia.
-Yo...
-Por aquello que sabes, o más bien vislumbras, te están siguiendo. Ya te han echo desaparecer de las bases de datos, y al parecer quieren apoyar con actos tu desaparición del banco de datos confederado. Por cierto…
-...
-La familia del profesor tampoco existe. Desde este mismo momento...
Boreazán no podía creer las palabras que tan fácilmente brotaban de los conductores de sonido del vehículo en el que estaba escapando (¿De quien, de quien, de quien?); de hecho, sólo una pequeña parte de su mente era plenamente consciente de la potencialidad de la situación en la que parecía encontrarse. Su boca se negaba a abrirse; sus ojos a percibir su alrededor; sus oidos a escuchar nada más que sus propios lamentos; y sus músculos acabaron entrando en un estado de calma total ante la cual nada pudo hacer.
Y acabó por perder la consciencia.
Alcione se limitó a quedarse en silencio durante algunos segundos, y a cualquier ente de cualquier lugar o tiempo le habría resultado enormemente difícil conocer cuales podrían ser acaso sus pensamientos, porque sólo una mínima parte de su atención se centraba en el contexto de Boreazán.
Decidió seguir con lo previamente planeado por Odded y llevar al joven estudiante al habitáculo residencial de la hija del doctor Richard Friedkin, sobre la cual había estado informándose en los últimos segundos. Una vez allí dependerían de cómo se comportase Boreazán (el más claro punto débil de la planificación) y de cómo reaccionase ante los sin duda diversos momentos de tensión imprevisible que se avecinarían. Además, y a espaldas de Odded y del mismo veridai, Boreazán debería salvaguardar el futuro de la propia Alcione. Los protectores habían entrado por fin en escena cercenando sin reparos la existencia del profesor y su familia y ni siquiera ella misma sabía cuales podrían ser las represalias a partir de aquella intervención. Pero había una salida; sólo una; y pasaba por confiar en las habilidades del joven estudiante.
No había tiempo que perder, pues nadie la conocía mejor que aquellos que la habían creado. Cualquier movimiento que ella pudiese predecir podría ser predicho a su vez por ellos.
Ignorando su verdadero papel en la función que estaba a punto de empezar, no podía más que seguir los planes realizados y rezar por que todo saliese como se suponía que debía suceder.
Rezar.
Curioso concepto; sobre todo para un software como ella.
Ella…

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