lunes, 6 de julio de 2009

Capítulo 47

-Agnosco veteris vestigia flammae-
(Reconozco las huellas de un antiguo fuego….)



Odded mantenía a una inconsciente Beatrice entre sus fuertes brazos con una indescriptible y tremendamente dulce ternura. Sentado en el amplio sofá del salón de aquel piso, abrazándola, protegiéndola, resguardándola, mimando sus cabellos y acariciando sus mejillas, no podía evitar recordar y sentir exactamente lo mismo que había sentido y recordado durante absolutamente todos los ciclos en los que sus destinos habían llegado a entrelazarse tan intensamente.
Una dulce cuando agria lágrima comenzó entonces a discurrir por su macerada y todavía sangrante mejilla. Dulce por el tan ansiado y codiciado reencuentro, y terriblemente agria por el siguiente de los pasos que sus destinos habrían sin duda de enseñarles: la inadmisible, desesperante y terriblemente traumática separación a la que estaban, como siempre y una vez tras otra, eternamente condenados.
Con enorme suavidad desenredaba entre caricias el sumiso cabello de su perpetua amada mientras se esforzaba por distinguir aquello que descansaba inerte a su alrededor. Muy tenuemente, con enorme dificultad, comprobaba el salón enteramente sumido en tinieblas, como si de un desconcertante y mal sueño se tratase.
¿Por qué no dejaba de darle vueltas la cabeza? ¿Por qué no era capaz de centrar su cada vez más dispersa mente y reaccionar de una vez por todas? ¿Por qué no podía aprovechar al máximo el poco tiempo del que dispondría para estar con ella?
Odded temía perder la poca capacidad que en aquellos instantes poseía para llegar a ser plenamente consciente de la realidad, a causa, sin duda alguna, de comprobarse al fin ante la presencia del ser humano que más había amado de entre todos y cada uno de los que se habían cruzado en su larga y complicada vida.
Y sus manos empezaron tímidamente a temblar.
-Beatrice… - Susurró trémulo. – Ya estoy aquí… ya estoy contigo…
Y sin embargo volverían a separarse en breve.
Por mucho que lo intentase, por mucho que violenta y furiosamente pugnase contra tal desoladora idea no se veía capaz de deshacerse de aquel triste y temible pensamiento; pero lo peor de todo, lo que menos podía en modo alguno aceptar, lo que más mellaba su atormentada y frágil alma y más quemaba en lo más profundo de su ser era saber a ciencia cierta que no existía posibilidad alguna para cambiar lo que no podía ser cambiado.
Sólo cabía esperar, por desgracia, que sucediese más tarde que pronto.
-Odded… - La cítrica y decidida voz de Alcione no se escuchó en aquella ocasión por medio del minúsculo auricular alojado en el conducto auditivo externo, sino a través de los mismos emisores de sonido que poco tiempo antes había utilizado el sistema Central de Habitáculo perteneciente a aquella residencia. – Odded, reacciona; tenemos problemas.
Por supuesto que tenían problemas; Alcione no sospechaba en realidad cuan graves dificultades restaban todavía por surgir.
No tenía ni la más remota idea.
Pero las palabras de Alcione apenas llegaron en realidad a atravesar las capas más superficiales de la ocupada y temerosa mente de Odded, pues los desesperanzados y obsesivos pensamientos del abatido humano se encargaban de colapsar por completo y de continuo casi cualquier información que no fuese aquella referida al estado en el que se encontraba la propia Beatrice.
-Odded… por favor… - Terminó por suplicar cada vez con menos vigor. – Tienes que escucharme… Estás… Estamos en serios problemas…
-No importa… – Obtuvo por toda respuesta. – No importa nada.

¡No importa!, nos dice apesadumbrado. No me miréis, piensa desconsolado; dejadme llorar tranquilo y tímidamente en paz y alejaos de mi lado, nos suplica entre llantos de amargado victimista. No existen los problemas si existe Beatrice ¿Verdad, imbécil? Iluso romántico; nos decepcionas, querido Odded. Como siempre que te reencuentras con ella. ¡No eres más que un completo y absoluto imbécil! Llevas soñando con este momento desde que decidiste autorrecluirte en tu propio miedo, en tus innegables ansias de conservación. ¿Qué temías en aquel momento? ¿Volver a verla? ¡Pero si eso mismo es lo que siempre deseas! Recuerda que hemos sido espectadores de tus fantasías y tus anhelos, de tus miedos y tus victorias, de tus propios sueños, al cabo, y que no tienes nada que puedas esconder de nosotros, pues de vosotros dos ya todo lo conocemos. ¡¡Reacciona!! ¡¡Grita al fin por la alegría del reencuentro o simplemente lucha por temor a perderla de nuevo!! ¡¡Pero haz algo, por los dioses!! ¡¡Estás a punto de convertirte en el espectador de su desaparición en estos precisos instantes!!

La cabeza le ardía cada vez más, y las primeras perlas de sudor provocadas por el nerviosismo y el miedo a perderla de nuevo comenzaron a asomar por su arrugada frente. La había salvado… pero todavía quedaba mucho por hacer.
Completamente azorado, regaló a Beatrice un tierno beso en la frente para acto seguido levantarse del sofá con sumo cuidado. Tenía que obligarse a salir de aquel despótico estado de autocompasión cuanto antes para que ambos saliesen a su vez juntos de aquella situación. Para seguir con ella un poco más; sólo un poco más…
Solamente un poco más.


Por los dioses… ¿Acaso era tanto pedir sólo un poco más de tiempo?
-Odded… Me temo que debemos abandonar cuanto antes esta residencia. – Volvió a insistir de nuevo Alcione ante la falta de atención. – Necesito que me escuches, Odded.
Escasamente a tres metros de donde se encontraba erguido descansaba el cuerpo incosciente de aquel desgraciado; al parecer en aquellos instantes estaba precisamente recuperando lenta y por seguro dolorosamente la consciencia. Un… linocetanosequé, le había dicho finalmente Alcione justo antes de recibir los tan jodidamente dolorosos impactos en el hombro y pecho. Palpando las casi desaparecidas llagas de aquellas heridas trasladó su mirada lentamente desde el cuerpo todavía tumbado en el suelo hasta el arma ante la que casi había sucumbido; estaba hecha pedazos, gracias al cielo, tras de haber impactado con violencia contra la pared: una descarga más como aquella y posiblemente el que estaría inconsciente sería seguramente él mismo.
¿Por qué no lo había matado?
-Dime, Alcione. – Entonó gravemente sin dejar de observar la lenta recuperación del linoceta. – Dime qué sucede.
-Al parecer quedan apenas dos minutos para que un chivato sea recibido directamente por el registro de entrada del Servicio de Inteligencia Confederado, Odded. No he podido desencriptar el contenido en su totalidad pero parece hacer referencia a cierta información que pondría en grave compromiso a Loreen Friedkin. En todo caso, gracias a la asimilación del contenido personalizado del sistema antes conocido como Zett he desenmascarado al supuesto trabajador Glodar Rhodes, perteneciente según su registro de vida a la Sección de Almacenamiento de Datos de la Confederación. En realidad se trata de un espía corporativo involucrado en la búsqueda de ciertos estudios científicos, precisamente desarrollados en su momento por Richard Friedkin; toda la información que he asimilado bastaría para que se demostrase su implicación directa…
-Para, para. – Interrumpió cansado; en aquel preciso instante estaba levantando con desprecio el cuerpo del tal Glodar y sentándolo en una de las sillas del salón. - Lo más inmediato, Cielo; has dicho que estábamos en problemas.
-Por supuesto, Odded; perdona. La información recogida en el chivato pondrá sobre aviso a la Confederación con respecto a las supuestas actividades corporativas de Loreen, aunque no puedo decirte nada más al respecto; me resulta imposible confirmar o negar de momento tal implicación.
-¿Y por qué no interceptas el envío? – Con la misma chaqueta de la que el linoceta había sacado su arma lo ataría a la silla y esperaría a que despertase completamente…
-Yo… Imposible. Al menos para un sistema como el mío, aunque no entiendo realmente por qué no me veo capaz. De todas formas quedan ochenta y tres segundos, Odded. En cuanto el chivato sea recibido pasarán al menos tres minutos antes de que varias secciones de seguridad lleguen hasta donde estamos.
-Hasta donde estoy… - …Y un trozo arrancado de la tela de su camisa haría las veces de mordaza.
-Hasta donde estamos, Odded. Nunca me separaré de ti.
Aquel miserable estaba perfectamente inmovilizado en la silla, y aunque despertase invadido por las furias, con los cabellos coronados por malvadas serpientes, una antorcha encendida en una mano y un temible puñal en la otra no podría causar ningún problema, por lo que acto seguido Odded regresó al sofá en el que permanecía tumbada e inconsciente su siempre amada Beatrice…
-¿Cuál has dicho que era su nombre? – Preguntó a voz en cuello refiriéndose a Loreen.
-¡Odded! ¡Qué importa cómo se llame si en menos de tres minutos te separarán de ella!

Por supuesto…

-De todas formas, olvídalo… - Continuó Alcione al momento con un tono de voz completamente distinto. – En realidad ya no puedes hacer nada, Odded. Es tarde. No podrías salir de aquí con ella aunque quisieras. Hay demasiados controles de seguridad como para intentar llegar a la salida de vehículos más cercana sin que te intercepten, incluso si la Confederación no estuviese sobre aviso. No se en qué estaba pensando. – Concluyó. – Hemos perdido…

Por supuesto… Habéis perdido… ¿No es hasta gracioso?

Habían perdido…
En realidad era del todo inevitable (¿Luchar contra el destino?), y en absoluto estaba seguro de poder siquiera intentar impedirlo, dadas las circunstancias y sobre todo los precedentes.
Despacio y en completo silencio se arrodilló al lado del sofá en el que descansaba su amada y al momento se comprobó de nuevo absorto observando y asimilando los deiformes rasgos de Beatrice. Había pasado mucho tiempo; demasiado; demasiado tiempo para dos personas que se habían amado tan intensa y profundamente y habían sido separadas de tan cruel e inhumana manera.
Una literal eternidad.
Y sus pensamientos gritaban con descomunal fuerza que no podría aguantarlo de nuevo; no esta vez, no así, no después de tanto tiempo y nunca tan pronto.
No de aquella manera.
Pero al parecer el destino había tenido a bien incluso configurar una situación en la que su Alcione (su mayor salvación, su oscuro libro de hechizos, su brillante armadura, aquella que al parecer todo lo podía sin excepción alguna) no conseguía intervenir de ningún modo.
La misma Confederación reclamaría en breve a Beatrice para quién sabe qué, pero por seguro terminando por separarlos de nuevo durante (y esta terrible convicción hizo llorar de nuevo a Odded) al menos otra interminable eternidad.
No.
Jamás.
Nunca.

¿Cómo has tardado tanto?

-Las ventanas, Cielo. – Preguntó decidido al tiempo que volvía a incorporarse y secaba las lágrimas de su rostro; una posible salida comenzaba a tomar forma en su cabeza gracias a quién sabía que tipo de inspiración; o tal vez lo que se le estaba ocurriendo lo había hecho ya con anterioridad en algún otro tiempo y lugar… - ¿Pueden romperse?
-Si...
-Llama inmediatamente al profesor. Pídele encarecidamente… suplícale si es necesario que nos ayude; que se acerque y recoja a Beatrice… - Tal vez un objeto pesado, en el lugar correcto y con la fuerza adecuada… - y que se la lleve; que la esconda… donde se le ocurra; seguro que sabe qué hacer en este caso mucho mejor que yo, pero que no deje que la Confederación se la lleve. Pídeselo, por favor.
Odded lanzó con fuerza aquella cosa pesada y parecida a un búcaro contra el amplio ventanal que dominaba el salón, pero lo máximo que pudo provocar fue un muy apagado y grave sonido y una ligeramente tenue reverberación en el ambiente. Nada más.
-Pensé que habías dicho…
-Necesitas un arma, Odded...
-...
-...
-¿Alcione?
-Perdona, Odded. El colgante del suelo, a tu izquierda; será mejor que lo recojas. Continúo analizando el contenido del sistema parásito; está lleno de sorpresas, Odded: parte de los estudios sobre…
-Ahora estamos un poco apurados. – Interrumpió. Si necesitaba un arma no gastaría más tiempo con la ventana de momento. Con suavidad izó el cuerpo de Beatrice para dejarlo con sumo cuidado y delicadeza varios segundos después en la cama de sus aposentos.
E inmediatamente regresó al salón.
-Comprueba cómo se encuentra Beatrice…
-El chivato ha sido recibido, Odded.
-De acuerdo, de acuerdo; pero comprueba cómo se encuentra. Le he puesto el colgante – continuó mientras se acercaba de nuevo a la ventana. -, pero lo que no se es qué hacer con esto. – Y de la pequeña mochila extrajo la placa del sistema central Alcione, todavía conectada a su periférico.
-No tienes nada que hacer con…
-Espera, déjame terminar. – Continuó. - No puedes venir conmigo.
Faltaban poco más de dos minutos para que al menos las secciones de seguridad de bloque urbanita más cercanas apareciesen en el piso y derribasen la puerta, siempre según Alcione. En ese tiempo el linoceta recuperó totalmente la consciencia, comprobándose completamente inmovilizado y amordazado en el habitáculo residencial de Loreen; Odded explicó su absurda idea a Alcione, la pequeña mochila en la que descansaba la placa del sistema se mantuvo desde entonces con Beatrice dada la insistencia de Odded al respecto y su amada continuó en el mismo estado de inconsciencia.

Por fin, Odded… ¿Sabes cuanto tiempo habíamos esperado esto?

-Estoy listo.
-Vaya... La seccion veintitrés está de camino, Odded; tardará aproximadamente cuarenta segundos. Las secciones treinta y dos, doce, sesenta y cuatro y ochenta y nueve tardarán un minuto treinta y dos segundos a mayores; imagino que esperan encontrarse con la situación ya solucionada. Vienen avisadas en principio únicamente como apoyo. Si lo que buscas es concentrar en ti la atención de la Confederación vas a conseguirlo, Odded; tenlo por seguro. En tal caso debería ser fácil sacar a Loreen de aquí.
-Perfecto.
-...
-Entonces… ¿Estás seguro de lo que vas a hacer?
-Si.
-...
-Podemos buscar otra solución. Te repito que me parece realmente imposible que logres llegar…
-No hay tiempo.
-...
-No puedo hacerte cambiar de idea… diga lo que diga… ¿Verdad?
-No.
-...
-Entonces de acuerdo: me encargaré de Loreen, Odded. Un vehículo te esperará abajo, en la entrada dos. He configurado la pantalla holográfica de tu periférico para que te muestre en cada momento el camino más despejado con respecto a las secciones de seguridad y el personal confederado de intervención directa. En todo caso parte de mi consciencia estará pendiente de ti. Podrás escuchar mi voz por los conductos generales de sonido del lugar en el que te encuentres en cada momento.
-Gracias…
-Es una locura, Odded.
-Lo se. ¿Has contactado con el profesor?
-...
-Estoy intentando localizarlo.
-...
Odded se mantuvo entonces a la espera, de pie, a unos siete metros frente a la puerta de entrada del piso. Alcione le había explicado el sistema confederado de intrusión en espacios de aquellas características; conocer los parámetros al respecto le había servido a Odded para improvisar una contramedida a la entrada de la sección veintitrés, la primera en llegar. Así, si todo salía tal y como lo había proyectado, haría frente a los cinco componentes de la sección y los anularía; se haría con un arma y destrozaría la ventana, la misma a través de la cual el profesor y seguramente también su alumno recogerían el cuerpo de su amada, además de la placa de Alcione y cierto colgante al parecer sumamente significativo y se la llevarían a lugar seguro; bajaría hasta la base del edificio enfrentándose a las dificultades que fuesen surgiendo y se encontraría con un vehículo que Alcione habría de conseguir para él.
Al fin y al cabo la naturaleza humana… o la de cualquier raza… no dejaba de responder exactamente a los mismos impulsos naturales en todas y cada una de las épocas, y esta no tenía por qué ser distinta: Miedo, valor, angustia, pavor… originados todos ellos por millones de factores de los cuales sólo unos pocos podían ser contabilizados y etiquetados para su posible estudio. ¿Acaso alguien con un mínimo de inteligencia podía manifestar conocer el por qué de la valentía o la cobardía? En ocasiones, recordaba, los más esforzados eran los que antes se desmoronaban, y los más temerosos los que componían actos de tal valentía y magnificencia que podían asombrar al más curtido de los valientes.
Los primeros que apareciesen frente a él serían los primeros en caer: Llegaría al nivel inferior; no le cabía la menor duda. Se enfrentaría a un ejército interminable si fuese necesario.
¿Y después?
Desaparecerían del mapa; sencillamente; Se marcharían de allí hacia… ¡Qué diablos! ¿No estaba más que claro? Se irían a otro planeta… a otra… a otro… a donde fuese necesario: Cualquier cosa con tal de que el destino no se la arrebatase tan fácilmente.
Nunca más.

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